La larga disputa por la soberanía del Sahara Occidental no puede entenderse sin explicar tanto su importancia estratégica como el rol de la Comunidad Internacional frente al conflicto.
Mientras que la región representa un enclave estratégico por sus recursos naturales (fosfatos, gas, petróleo, pesca, entre otros), los intereses creados en el Sahara Occidental son un factor importante que impiden encontrar una solución tanto pacífica como duradera a la disputa.
La Comunidad Internacional frente al Sahara Occidental
El estatus del Sahara Occidental, durante décadas, ha sido objeto de debate. La denominada “Comunidad Internacional”, a través de sus organizaciones e instituciones, ha funcionado como mediadora para la resolución de la disputa.
Si bien es cierto que, al no encontrar una solución para la última colonia africana luego de 47 años, podría decirse que su rol ha sido ineficaz, también es verdad que su papel es fundamental para que el pueblo saharaui mantenga su esperanza de lograr su autodeterminación.
En la actualidad, existen 84 Estados de los cinco continentes que reconocen oficialmente a la República Saharaui (RASD). Gracias a la presión de Marruecos, casi 20 de ellos han “retirado” su reconocimiento a lo largo de los últimos años. Sin embargo, de acuerdo al derecho internacional, una vez que un Estado reconoce la existencia de otro, es incondicional e irrevocable. De esta manera, se considera que solo el gobierno de un país puede dar marcha atrás con su reconocimiento, pero nunca el mismo Estado.
Del mismo modo, son varias las organizaciones internacionales que reconocen la existencia de la RASD. Entre ellas se encuentra la Unión Africana, la Liga Árabe, el Movimiento de Países No Alineados, el Grupo de Río y la Comunidad del Caribe, entre otras.
Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) nunca ha reconocido la soberanía marroquí sobre el Sahara. El organismo considera al enclave africano como un territorio pendiente de descolonización y aboga por la realización de un referéndum de autodeterminación a través de la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (MINURSO).
No obstante, más allá de los mecanismos de las organizaciones e instituciones internacionales o que pocos países reconozcan la soberanía marroquí sobre el territorio, las relaciones de poder internacionales, en la práctica, siempre pesan más que lo que sostienen “los papeles”.
En este sentido, el cambio de postura a favor de Marruecos de grandes potencias occidentales como Estados Unidos o Francia han allanado el terreno no solo para que más países hagan lo mismo sino también para que la monarquía marroquí se encuentre mejor posicionada que nunca frente a la disputa.
El viraje español
Hace casi un año, el 18 de marzo de 2022, el presidente de España, Pedro Sánchez, oficializó un histórico giro respecto a la postura española sobre el Sáhara Occidental. Mediante una carta dirigida al monarca de Marruecos, Mohamed VI, Sánchez sostuvo que el plan de autonomía marroquí presentado ante la ONU en 2007 era no sólo la propuesta más seria sino también la más realista para la resolución del conflicto.
De esta manera, el dirigente del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), rompió con décadas de neutralidad española frente a la disputa por la soberanía del territorio. Si bien a España históricamente se le criticó su ambigüedad frente al conflicto, en los papeles la postura del Estado español había sido la defensa de un referéndum de autodeterminación acordado por las partes involucradas.
La carta de Sanchez a Mohamed VI, ratificada por la diplomacia española unos días más tarde, no salió gratis. El cambio de postura le trajo al socialista problemas hacia el interior de su coalición de gobierno, protestas en las calles e incluso un quiebre en el vínculo con Argelia, un socio más que importante para España.
¿Por qué, entonces, el gobierno español tomó una decisión que abrió numerosos frentes de batalla? La razón más evidente del cambio de posición se relaciona, entre otras cosas, con la necesidad de normalizar las relaciones diplomáticas con Marruecos. La cuestión migratoria, la lucha antiterrorista, las reivindicaciones marroquíes tanto sobre Ceuta como Melilla e incluso el comercio entre ambas naciones, todos factores que Marruecos utiliza como elementos de presión, son algunas de las razones que llevaron a Sánchez a realizar este histórico giro.