El director Damien Chazelle presenta una perspectiva radicalmente diferente de la industria cinematográfica estadounidense en su última película, «Babylon«. El film parece ser la otra cara de su obra ganadora del Oscar en 2016, «La La Land«.
En una destacada reinvención de su estilo de dirección, Chazelle evolucionó desde el homenaje romántico y nostálgico a Hollywood que caracterizó a La La Land, para explorar los aspectos oscuros y terroríficos de la fábrica de sueños de la década de 1920 en Babylon.
La película sigue la historia del ascenso y la caída de un grupo de celebridades del cine que luchan por conseguir fama, en un contexto de cambios sociales, culturales y tecnológicos en la norteamérica moderna del siglo XX, lo que le otorga una relevancia actual. El guion fue escrito por Chazelle y la producción estuvo a cargo de Olivia Hamilton, Matt Plouffe, Marc Platt y Tobey Maguire.
El elenco está liderado por Brad Pitt y Margot Robbie, y también cuenta con la participación de Tobey Maguire, Diego Calva, Jovan Adepo, Li Jun Li, Olivia Wilde y Max Minghella. La partitura original de la película es una composición de Justin Hurwitz y la cinematografía estuvo a cargo de Linus Sandgren. El montaje fue realizado por Tom Cross y el diseño de producción por Nathan Crowley.
Babylon muestra cómo Hollywood se convirtió en una corporación
Los locos años veinte, una era de opulencia y consumismo, fermento cultural e innovación, sacaron a la luz a Hollywood. El cine se había convertido en una potencia económica. Con su centro financiero en Nueva York y su centro de producción en California, la industria se estaba consolidando, pasando de una multitud de pequeñas empresas a ocho grandes corporaciones, como Warner Brothers, Paramount y 20th Century Fox.
Los principales estudios adquirieron un control casi monopólico, desde la producción hasta la distribución y la exhibición, y produjeron miles de películas para audiencias cada vez más grandes en todo el mundo.
Chazelle tiene razón en muchas cosas sobre la historia de Hollywood durante esa década decisiva. El desarrollo del star system, que produjo y vendió películas para impulsar a las estrellas y creó íconos dotados de millones de fanáticos, se muestra desde el principio, con una fiesta extravagante que es a la vez lujosa y escandalosa.
En esta fiesta, se exponen a dos de los protagonistas de su historia: Nellie LaRoy (Margot Robbie), una joven estrella a punto de abrirse camino, y Jack Conrad (Brad Pitt), una estrella establecida, dos personajes vagamente basados en las trágicas vidas de Clara Bow y John Gilbert.
Las drogas, el alcohol y el libertinaje sexual están en el centro de atención de la fiesta y conducen a la muerte de una joven actriz, una tragedia que recuerda el escándalo de Roscoe «Fatty» Arbuckle en 1921.
En ese momento un comediante increíblemente popular y muy bien pagado, Arbuckle fue acusado de violación y juzgado por homicidio involuntario tras la muerte de Virginia Rappe. Aunque finalmente fue exonerado, el escándalo terminó con su carrera y expuso la sórdida realidad detrás de escena de lo que se ha llamado Hollywood Babylon.
El nacimiento del código de la moral: El Codigo Hays
El escándalo de Arbuckle y otros que siguieron provocaron protestas públicas y llamamientos políticos para una «revisión moral» en Hollywood. Los estudios insertaron «cláusulas morales» en los contratos de los empleados, lo que les permitió despedirlos por incorrección social, sexual o por causar indignación pública.
Los Productores y Distribuidores de Películas de Estados Unidos crearon una asociación profesional, y contrataron a Will Hays, el ex presidente del Comité Nacional Republicano, como su líder. Prometiendo limpiar el cine, Hays primero promulgó una lista de prohibiciones y, luego, dio forma definitiva al Código de Producción de 1930, conocido como el código Hays, para evitar la presencia en la pantalla de insultos, desnudez, sexo y «sátira del clero».
Esta represión del contenido de las películas es parte de una reacción conservadora más amplia, a medida que Estados Unidos ingresaba a la era moderna. En 1920, la mayoría de los estadounidenses vivían en ciudades. L, la cultura popular y la sociedad de consumo estaban en auge. L, las mujeres obtuvieron el derecho a votar y la inmigración europea y la migración afroamericana lo habían convertido en un país multicultural. Muchos estadounidenses temían estos cambios y se resistieron a ellos, buscando restaurar la “homogeneidad cultural”, en particular, a través del control de la industria cinematográfica.
El paso del cine mudo al sonoro
Estas guerras culturales reflejan profundamente las actuales, en la que los grupos sociales chocan sobre qué valores y creencias dominarán la cultura. Sin embargo, la trama de «Babylon», se centra en la transición de la industria cinematográfica del cine mudo al cine sonoro y cómo ese cambio impactó a sus estrellas.
Chazelle introdujo acertadamente el sonido al presentar a Al Jolson en la película de 1927, The Jazz Singer. La acogida tremendamente entusiasta del público por esta película decepcionó a quienes pensaban que el sonido sería una moda pasajera.
Luego, la industria recurrió a esta nueva tecnología, a un gran costo, justo antes de que llegara la Gran Depresión. Las inversiones en micrófonos, insonorización de estudios, cableado de salas de cine y la contratación de nuevos técnicos están muy avanzadas.
Los actores que no tenían la voz, el acento o la dicción adecuados no fueron seleccionados. Chazelle cuenta esta historia con humor, mostrando las dificultades de filmar en los nuevos escenarios sonoros, y también capta la dimensión trágica, porque las carreras de los personajes principales se derrumban.
Guerras culturales de antaño y de ahora
En «Babylon», los personajes secundarios representan aspectos importantes de la industria cinematográfica de la década de 1920 y Chazelle arroja luz sobre el papel crucial que desempeña el periodismo amarillo en la promoción de Hollywood, sus películas, estrellas y fantasías.
Sidney Palmer (Jovan Adepo) y Lady Fay Zhu (Li Jun Li) rinden homenaje a Louis Armstrong y Anna Mae Wong, respectivamente. Sin embargo, la forma en que los estudios los tratan en las películas -Palmer se ve obligado a actuar con la cara pintada de negro y Lady Zhu no puede ser elegida como actriz- expone el racismo y el sexismo que dominó a Hollywood durante gran parte de su historia.
La presión ejercida por aquellos que defienden la inclusión de diversas etnias, géneros y orientaciones sexuales en papeles principales está llevando a cambios en la industria del entretenimiento. Este movimiento busca lograr mayor diversidad e inclusión, pero no todos están a favor de un cambio tan radical. De hecho, un sector se opone y está generando movimientos odiantes en línea, cuyo nivel de toxicidad y violencia es alarmante.
En este contexto, «Babylon» es un comentario crítico que invita a la reflexión sobre el pasado y presente de Hollywood, que tal como ocurrió hace cien años, se encuentra en el epicentro de una guerra cultural.
«Babylon» está disponible en las carteleras nacionales.