El próximo jueves 16 de marzo se estrena en Argentina la ópera prima de Manuela Martelli, llamada “1976”. Una película dramática filmada con mucha intensidad e intriga, que explora la lucha de una mujer contra la misoginia y la corrupción bajo el régimen de Pinochet.
Una producción que ya se proyectó en la Quincena de Realizadores de Cannes 2022 y ha pasado por más de dos docenas de festivales internacionales, obteniendo varios premios en distintas categorías de mejor ópera prima o mejor actriz para su protagonista, Aline Kuppenheim.
Se trata de una película que desde su principio muestra un ilimitado estado de ansiedad, que se incrementa por la presencia de un gobierno opresor, más una aguda temática de género. Está co-escrita por su propia directora, Martelli, junto a Alejandra Moffat, quienes con audacia han sabido mezclar ricos personajes y un tenso drama político, más un buen manejo de cámara que con total sutileza va armando situaciones llenas de mensajes ocultos y poéticas metáforas.
Una de las metáforas se hace visible cuando Carmen la protagonista, una mística mujer de mediana edad, se muestra en una tienda de pinturas y, al hojear un libro de viajes italiano de páginas satinadas en busca del tono perfecto de rosa que la inspire para la renovación de su casa, se detiene en una foto del Palacio Ducal en Venecia, al atardecer, señalando que justo eso ese color es el que busca. Un edificio envuelto en tonos pálidos entre rosas y mandarinas. Un lugar que parece el tipo de espacio en el que nunca podría ocurrir nada malo; sin embargo, allí se alojó y torturó a prisioneres durante siglos.
Al igual que este pintoresco monumento de Italia, la vida de Carmen es una fachada seductora bajo la que se esconde algo siniestro.
Ella va vestida de forma deslumbrante, con un traje de falda azul marino y accesorios de zafiro a juego. Mientras un obrero mezcla el tono perfecto de pintura, ella examina muestras. Y de improviso una gota de pintura rosa intenso cae a cámara lenta sobre sus tacones azul noche en un primer plano intensamente dramático, como una salpicadura de sangre. Al mismo tiempo, se produce una conmoción en el exterior cuando una persona común cae en manos de la brutal dictadura, el primer indicio de la violencia que rodea la vida de la protagonista.
Evadiendo el régimen de Pinochet
La película está ambientada en la ciudad costera chilena de Las Cruces, durante el tercer año de la dictadura de Pinochet. Esta mujer será sorprendida por un comprometido pedido del sacerdote de la zona: cuidar a Elías, un joven que fue herido en su pierna por una bala, en lo que parecía ser un simple robo.
Pero poco a poco la situación se va revelando, y ella se verá envuelta sin saberlo en una situación peligrosa, que la alinea con el movimiento de oposición. Y se da cuenta de que la realidad es que Elías está huyendo de la policía de Pinochet, lo que despierta en ella una personal revolución silenciosa y su propia vida empieza a transitar otro destino.
Desde el principio, la directora permite con su manejo de cámara conocer la posición de clase de Carmen, esta mujer adinerada, que solo se maneja como una simple espectadora de la violencia del régimen, pero no una víctima, aunque sea una esposa de un médico que en secreto colabora con el mandatario y se beneficia económicamente con sus acciones.
Ella, sin darse cuenta, es una cómplice más, y nunca reconoce ni aprueba abiertamente las acciones de su marido, pero lo nombra cada vez que necesita diferenciarse de le ciudadane común frente a una figura de autoridad en su camino. Otro detalle a destacar es la banda de sonido, a cargo de María Portugal, que subraya ciertos momentos claves en la trama.
En resumen
Lo que podría ser un melodrama familiar se convierte en un tenso y atrapante thriller político. Y hasta el final su directora juega con una técnica muy buena de cámara, como cuando aunque la vista desde un hogar en la costa luce hermosa y Martelli concede una rara toma invertida que revela que la fachada de la casa es esencialmente una gran pared de cristal.
Este momento ilustra tanto el mayor temor de Carmen, como el enfoque cinematográfico de esta audaz directora. En esta sociedad patriarcal, cada acción se observa con detalle y todos los movimientos son seguidos de cerca por el objetivo de una cámara que plasma todo con una verdadera y pasional curiosidad.