El 19 de febrero de 1962, el médico griego George Papanicolaou moría en Estados Unidos. Su apellido devela el legado: se trata del inventor de la prueba ginecológica de Papanicolaou (conocido también como “Pap”). Este método es uno de los que se utiliza en todo el mundo para la detección temprana del cáncer de cuello de útero, la enfermedad causada por algunos tipos de Virus de Papiloma Humano (llamado por sus siglas en inglés como HPV).
El HPV se trata de un virus muy común que se transmite por contacto sexual y sólo una pequeña proporción de personas padecen las lesiones que genera (malformaciones en las células). Sin embargo, cabe destacar que desde que se produce una lesión hasta que se desarrolla un cáncer en el cuello del útero pueden pasar hasta 10 años. Por eso, este tipo de cáncer es una enfermedad altamente prevenible.
Para ahondar en qué es el Pap y su relevancia, Nota al Pie acudió a Daniela Iglecia (MN: 116.882 / MP: 118.494), médica especialista en Obstetricia y Ginecología, y especialista universitaria en Tocoginecología (UBA).
¿Qué es y para qué sirve el Papanicolaou?
En diálogo con Nota al Pie, Daniela Iglecia explicó que el Papanicolaou se trata de una prueba sencilla en la que se toma una muestra del cuello del útero que se encuentra en el fondo de la vagina. Esa muestra luego es enviada al médico patólogo que, por medio de tinciones especiales, evalúa las células y determina si están sanas o si tienen alteraciones producías por el virus del HPV.
Según indicó, la primera prueba de Pap debe realizarse a los dos o tres años de haber comenzado a mantener relaciones sexuales. Luego el procedimiento debe repetirse una vez al año, siempre que los resultados vengan normales. Por el contrario, deberá efectuarse cada tres o seis meses. “El Pap es importante porque es el método que diagnostica cáncer de cuello uterino. Pero más importante es que nos puede precisar sobre lesiones que aún no llegan a cáncer y son absolutamente tratables”, destacó Iglecia.
No obstante, la especialista dijo que “lamentablemente el Pap no previene, sólo diagnostica” y remarcó que la prevención del contagio del HPV es por medio del preservativo. Además, informó que como prevención primaria existen las vacunas contra el HPV que en el Calendario Oficial de Vacunación desde 2011 está indicada para niñas a partir de los 11 años y desde el 2017 para los niños.
Respecto a su aplicación, dijo que son dos dosis separadas por seis meses, como mínimo, mientras que para mayores de 25 años que la requieran serán tres dosis. “Hay que recordar que tener la vacuna no va a hacer que no nos contagiemos del HPV, pero definitivamente haría que de contagiarnos sea de la forma más leve si nos genera alguna lesión”, aclaró.
Los resultados y los tratamientos
En relación a los tratamientos, la ginecóloga explicó que, más allá del resultado, el Papanicolaou no determina un tratamiento sino que esto dependerá del tipo de lesión que se tenga. En ese sentido, mencionó la utilización de otros estudios que lo complementan como el test de HPV (por el que se toma una muestra similar al Pap) y la colposcopia (que consiste en mirar el cuello del útero con una aparato similar a una “lupa”).
“Cuando un Pap sale mal y vemos en la colposcopia alguna lesión, esa lesión se biopsia y de acuerdo a ese resultado será el tratamiento”, sostuvo la doctora. Asimismo, aseguró que muchas veces se trata solo de procesos de observación. “Es decir, si son lesiones de bajo grado, se controlan en seis meses”, agregó.
Acerca de las lesiones de alto grado -es decir, las lesiones que se aproximan más a un cáncer- Iglecia informó que hay varios tratamientos y pasos a seguir dependiendo el resultado. Entre los procedimientos, destacó biopsias más ampliadas como la conización cervical y hasta cirugías mayores como histerectomías -para sacar el útero-, entre otras.
Una cuestión de ESI
Consultada sobre la información que circula y qué ve desde su lugar cómo profesional, la ginecóloga opinó que aún falta información al respecto porque “son muchas las pacientes que desconocen para qué se hacen el Pap”. Sin embargo, afirmó que “peor es ni siquiera ir a la consulta porque desconocen el tema y piensan que como no tienen síntomas no hace falta hacer nada”.
Asimismo, remarcó la importancia de realizar los controles de manera anual debido a que el cáncer de cuello de útero solo da síntomas en estados avanzados de la enfermedad. En tanto, explicó que “en las lesiones pre-malignas que podemos diagnosticar con el Pap, no hay síntomas de ningún tipo. Si llegamos con diagnóstico de cáncer de cuello, llegamos tarde a la consulta”.
“La idea del Pap es llegar a las lesiones que todavía son absolutamente tratables. Cualquier tipo de lesión de cuello de útero, incluso las de alto grado que no llegan a ser cánceres todavía, son cien por ciento tratables”, sostuvo Iglecia.
Por último, acerca de las enfermedades de transmisión sexual (ETS) la doctora lamentó la desinformación que hay al respecto y en ese sentido la falta de educación sexual integral (ESI). “Me encantaría decir que las personas -y sobre todo los adolescentes, que son el grupo de mayor riesgo de transmisión- están mucho más informadas de lo que realmente están”, expresó. Además, mencionó que en la última semana tres adolescentes acudieron a su consultorio y expresaron el deseo de que en las escuelas se pueda profundizar sobre métodos anticonceptivos y ETS.
“Evidentemente no se habla y eso no está bueno porque la información y enfocarse en la adolescencia evitaría muchísimas enfermedades de transmisión sexual y muchísimos embarazos adolescentes”, concluyó.