A partir de una investigación periodística, el estadounidense Seymour Hersch planteó que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) planificó la destrucción de los gasoductos rusos Nord Stream I y II. Hersch ratifica el argumento ruso de que Estados Unidos y sus aliados premeditaron y ejecutaron la operación para detener el proceso de conexión energética entre Rusia y Alemania, en lo táctico. En lo estratégico, la marcha de la Europa industrialista al esquema de poder multipolar, rompiendo la subordinación al unipolarismo anglosajón.
La OTAN, ¿autora del atentado?
El 29 de septiembre de 2022 la Guardia Costera sueca publicó un video que muestra una fuga de los gasoductos del Nord Stream en el Mar Báltico. En el marco de la Operación Militar Especial rusa sobre territorio ucraniano, el sabotaje del sistema de provisión energética despertó diversos análisis de carácter geopolíticos. Por un lado, miembros de la OTAN argumentaban que la situación había sido planificada por el Kremlin como respuesta a las sanciones económicas que recibió Rusia y afectaron su economía y finanzas. Por otro lado, Moscú responsabilizó a la alianza militar como autora del atentado, cuyo objetivo habría sido interrumpir el suministro energético a Alemania, principalmente, aumentando las tensiones políticas.
Sin embargo, la publicación periodística de Seymour Hersch echó claridad sobre los hechos. El premio Pulitzer norteamericano investigó la situación y planteó que Estados Unidos y Noruega fueron los autores del atentado al Nord Stream I y II, con complicidad de Suecia y Finlandia. Según Hersch, un grupo de buzos de la Marina aprovechó maniobras de la OTAN en la región báltica para colocar explosivos en los gasoductos y la Armada noruega contribuyó con logística detonándolos tres meses después. La administración de la Casa Blanca habría definido sabotearlo en 2021, pero recién el pasado mes de junio, en el marco de un ejercicio de la OTAN, los buzos de la Armada iniciaron la operación.
De todos modos, luego de la publicación del periodista, el gobierno norteamericano realizó un descargo desacreditando el artículo y Noruega negó cualquier clase de participación. Por el contrario, Vladimir Putin aprovechó la ocasión para apoyar las acusaciones sobre el presunto sabotaje, ratificando su originario posicionamiento que responsabiliza a las potencias “anglosajonas”. A su vez, altos mandos del Kremlin consideraron el planteo del artículo y aseguraron que demuestra “una vez más la necesidad de una investigación transparente sobre este ataque sin precedentes”.
El suministro de gas: una batalla estratégica
El sistema Nord Stream comprende un conjunto de gasoductos diseñados por la compañía estatal rusa Gazprom en los últimos años. Tal sistema tiene como propósito aumentar la exportación directa de gas a Alemania y más allá de Europa sin pasar por Ucrania. Nord Stream I fue inaugurado en el año 2011 y recorre de forma subacuática desde la localidad rusa de Vyborg, mientras que el Nord Stream II que parte desde Ust-Luga fue completado en 2021, pero aún no estaba operativo.
A partir del desarrollo de Nord Stream I, la importación alemana de gas ruso aumentó considerablemente, y la proyección con Nord Stream II apuntaba a duplicar el suministro, suficiente para cubrir más del 50% de su consumo anual.
En efecto, el fortalecimiento de un sistema de esas características es de sumo interés para una economía pujante como la alemana, que se ha ido consolidando como la locomotora industrial de Europa. Y se suma el factor de la seguridad energética: en un escenario de crisis internacional las grandes potencias quieren a toda costa garantizar las fuentes energéticas para sus industrias. Las cadenas de suministros de bienes de producción estratégicos han entrado en crisis y el caso del gas y el petróleo se pone de manifiesto en casos como este.
De hecho, el sistema Nord Stream es tan solo un eslabón de una larga red de suministro de gas desarrollada por Gazprom. El Turkish Stream, por ejemplo, es un complejo de gasoductos proyectados para fortalecer el flujo hacia Turquía, otro Estado con una industria potente. Sin embargo, la proyección rusa es resistida por algunos países miembros de la OTAN como Estados Unidos y Noruega porque el precio del gas que ya suministran pierde su competitividad. Por ende, la estrategia de estos últimos tiende a reducir el económico aprovisionamiento de gas ruso a Europa.
Europa, entre el atlantismo y Eurasia
Si bien la responsabilidad por la detonación del sistema Nord Stream aún no está resuelta, sí evidencia un conflicto de escala geopolítica: el que se desarrolla entre el esquema anglosajón de poder unipolar y el multipolar asentado en Eurasia. La realidad concreta indica que la Europa industrialista, que vuelve a montarse sobre el eje ítalo-franco-germano, demanda gas barato para hacer funcionar sus fábricas. La coyuntura actual señala que el fortalecimiento industrial de esta zona se asemeja a la que se desplegó luego de 1945 y que germinó el antecedente de la Unión Europea, la Comunidad Europea del Carbón y el Acero.
A propósito, Estados Unidos y sus aliados observan con preocupación los lazos económicos y comerciales que los principales socios industriales de la OTAN vienen desarrollando con Rusia, China e Irán en los últimos lustros. La administración de Ángela Merkel expresó la profundización de esta alianza necesaria para su proyección industrial. Pero el esquema unipolar advirtió una ventana de posibilidades con la asunción del actual canciller, Olaf Scholz. Si bien el sucesor de Merkel marcó la intención de continuar esta situación, Joe Biden aprovechó la situación en Ucrania que enfrentó a Rusia con la OTAN para debilitar la alianza entre Scholz y Putin.
Por ende, la detonación de un gasoducto subacuático pone de relieve la superficie de un enfrentamiento internacional. Por un lado, la Europa industrialista se debate entre desarrollar una política exterior más autónoma de Washington que reinicie la marcha hacia el multipolarismo que garantice su prosperidad económica. Asimismo, parece aún tener fuerza el encapsulamiento europea a la esfera de influencia atlantista. La crisis del sistema internacional presenta oportunidades y demanda una fuerte voluntad política asentada sobre intereses estratégicos. El triunfo de un proyecto de trabajo y producción o de uno basado en la especulación financiera,está lejos de resolverse.