Hace 35 años se estrenaba en Japón una película que revolucionaría la animación internacional. Mi vecino Totoro, un film bajo la dirección de Hayao Miyazaki que con el tiempo se convirtió en un componente icónico de la cultura popular de ese enigmático país. Sobre todo por la fama que alcanzó su personaje principal, una criatura adorable que rápidamente fue convertida en una de las figuras más buscadas dentro del merchandising del estudio Studio Ghibli.
Desde el 9 de febrero por primera vez se podrá disfrutar en la pantalla grande en algunas de las salas del complejo Cinemark Hoyts a nivel nacional. Será bajo la propuesta Studio Ghibli Fest, un ciclo de las obras más aplaudidas de este increíble estudio de animación japonés.
Hoy en día, esta bellísima fábula animada podrá ser nuevamente disfrutada o descubierta por niñes o no tan niñes. Una historia muy emocional que encandiló a distintas generaciones como distintos tipos de público a finales de los 80. Y que cuando se editó internacionalmente deslumbró a espectadores de todo el mundo.
Es un film que goza de unos momentos mágicos, coloridos y de gran calidad. No por nada para armarla se necesitó la suma de 48.743 acetatos (dibujos) realizados a mano. Este trabajo artesanal estuvo a cargo del director de animación Yoshiharu Sato.
Sato es un veterano trabajador del estudio, quien también fue responsable de animar otros éxitos fílmicos como Nicky, la aprendiz de bruja (1989); Recuerdos del ayer (1991); Porco Rosso (1992); Haru en el Reino de los Gatos (2002) o Arrietty y el Mundo de los Diminutos (2010).
Como todas las películas del genio de Miyazaki, en ella se ha creado un entorno visualmente exuberante y auténtico, donde sobresalen los detalles. Un mundo fascinante que resulta familiar y extraño por igual, gracias a la inclusión de personajes tan mágicos como queribles. La trama se centra en una serie de complicaciones familiares, universalmente humanas y culturalmente específicas.
Las imágenes y los temas inspirados en Alicia en el País de las Maravillas se han mezclado con la sabiduría y la sensibilidad que reflejan la herencia animista de Japón y se les ha otorgado un giro imaginativo surrealista propio del director.
El protagonismo de la naturaleza y el bosque
En el mundo de Mi Vecino Totoro, el espectador se va a encontrar con mucha magia. En ella, la casi adolescente Satsuki y su hermana pequeña Meil, se mudan junto a su padre a una nueva casa en el interior de Japón. Allí hay un paisaje asombroso rodeado de caminos a la sombra de grandes árboles que dan margen a un bosque enorme que parece encantado.
Como en un universo sin reglas, las niñas encuentran unos seres mágicos de otra dimensión, entre los que destacan Totoro, un gigantesco espíritu peludo del bosque, y el Gato Autobús. Unas tiernas criaturas que las acompañan a mantenerse positivas y enfrentar la crisis familiar que las invade.
Así se da la escena más emblemática donde las niñas Meil y Satsuki están esperando en una parada de colectivo, y Totoro se acerca arrastrando los pies detrás de ellas. Las mira de improviso y se ríe de su paraguas, algo nuevo para él, y se sube a su sobrenatural transporte público.
En el film se deja ver que la sombra de la enfermedad de la madre, quien está hospitalizada, pesa sobre el humor de todes. Es más en un momento hasta las niñas se enfrentan incluso a la posibilidad de que su madre se esté muriendo, y la más pequeña, desde su inocencia, lidia con la crisis de su hermana mayor. Esto también impregna a la trama de cierta singularidad, ya que aunque termina con una nota tranquilizadora, en la historia no se ve la salida final de la madre del hospital y el regreso a su familia.
El director no deja todos los conflictos resueltos a la manera típica de una película americana. Aquí la esperada resolución está todavía en el futuro. Y deja en claro que la felicidad no reside en llegar decisivamente al “final feliz”.
La historia de Totoro
Mi vecino Totoro tuvo su estrenó original el 16 de abril de 1988, dentro de un evento por partida doble. Se dio junto a otra película increíble llamada La tumba de las luciérnagas, un drama animado diseñado por otro genial director, Isao Takahata.
Fue una jugada tan maestra como arriesgada ya que el Studio Ghibli solo tenía tres años de existencia, y no el reconocimiento de hoy en día. Es más, el hecho de hacer dos películas a la vez representó casi la quiebra de la propia compañía.
La primera en un momento corrió el riesgo de no ver la luz, ya que los productores confiaban más en la historia representativa japonesa del otro film. En ella, unos hermanos sortean a su manera los pesares de la primera guerra mundial.
Una historia conmovedora basada en una novela de gran popularidad de Akiyuki Nosaka. Pero con la ayuda económica del empresario Yasuyoshi Tokuma, el estudio al final terminó ambos films.
Así, Takahata fue el elegido para trasladar La tumba de las luciérnagas al cine. Y por el otro lado, Miyazaki a su singular Mi vecino Totoro, una idea propia creada a partir de sus propios recuerdos de infancia.
Studio Ghibli Fest, lo mejor del anime japonés
Esta vez el film está incluido dentro del ciclo llamado Studio Ghibli Fest, que brinda al público nacional de disfrutar un selecto menú de delicatessen fílmicas del estudio de animación japonés fundado por Hayao Miyazaki, Isao Takahata y Toshio Suzuki.
El ciclo inició el 26 de enero con la proyección de la tierna Ponyo y el secreto de la sirenita y desde el 9 de febrero continúa con Mi vecino Totoro. Completan la lista films como El castillo ambulante, para el 23 de febrero. La princesa Mononoke, para el 23 de marzo, y el broche de oro, la ganadora del Oscar El viaje de Chihiro, para el 27 de abril.
Las funciones de Studio Ghibli Fest están disponibles en todos los complejos Cinemark Hoyts a nivel nacional. Y las entradas se pueden obtener en www.cinemarkhoyts.com.ar y también en boleterías de las salas.