La muerte del Papa Francisco marca el final de una era y abre una nueva etapa en la historia contemporánea de la Iglesia Católica. Su figura, profundamente transformadora, queda grabada no solo en los anales del Vaticano, sino también en el corazón de millones de fieles.
En estos días, el mundo observa con recogimiento y esperanza el inicio de las ceremonias fúnebres, que, en sintonía con su estilo pastoral y humilde, se desarrollarán de forma austera pero profundamente simbólica.
El Vaticano se transforma así en el epicentro de una transición espiritual, donde la fe se entrelaza con el protocolo, y donde ya se vislumbran los movimientos del inminente cónclave que definirá el rumbo de la Iglesia para las próximas décadas.
El funeral del Papa Francisco se celebrará el sábado 26 de abril a las 10:00 (hora italiana, 5:00 hora argentina) en la Plaza de San Pedro. La ceremonia será presidida por el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, y contará con la presencia de delegaciones oficiales y jefes de Estado de todo el mundo.
Además, desde este miércoles, los fieles podrán despedirse del pontífice cuando su féretro sea trasladado desde la residencia de Santa Marta hasta el altar central de la Basílica de San Pedro, donde permanecerá expuesto.
En su testamento espiritual, Francisco expresó un deseo particular: no ser enterrado en las grutas vaticanas como la mayoría de sus predecesores, sino en la Basílica de Santa María la Mayor. Su tumba estará ubicada en una nave lateral entre la Capilla Paulina y la Capilla Sforza.
En lugar de un monumento, solo una inscripción sencilla: Franciscus. El gesto refleja su coherencia con los valores que predicó: cercanía al pueblo, devoción mariana y humildad radical. Fiel a su estilo reformista, Francisco también introdujo cambios en los rituales papales incluso en la forma de su despedida.
Eliminó elementos tradicionales como el catafalco y el uso del báculo papal en el funeral. El cuerpo será depositado en un ataúd de ciprés con interior de zinc, sin ornamentos ni escudos. Estas decisiones buscan poner el foco en el pastor y no en el poder, en la vida de fe y no en la pompa.
De la sede vacante al cónclave: los próximos pasos del Vaticano
Con la muerte del Papa, la Iglesia entra en el período conocido como sede vacante, donde cesan todas las funciones del papado y se suspende toda autoridad pontificia. Durante este tiempo, el Vaticano es gobernado interinamente por la Cámara Apostólica, encabezada por el camarlengo, quien también supervisa los preparativos del cónclave.
El cónclave para elegir al nuevo pontífice comenzará entre 15 y 20 días después del funeral. Participarán 135 cardenales con derecho a voto, todos menores de 80 años. El proceso se desarrollará en la Capilla Sixtina bajo condiciones de estricto aislamiento, sin contacto con el exterior. Durante el cónclave se realizarán hasta cuatro votaciones diarias, y un candidato deberá alcanzar una mayoría de dos tercios —es decir, 90 votos— para ser electo.
Rito de constatación del fallecimiento del Papa Francisco. Crédito: Vatican News en español
El colegio que elegirá al nuevo Papa es el más heterogéneo de la historia. Está compuesto por cardenales de 60 países, con una creciente representación de África, Asia y América Latina, como parte del legado de Francisco que buscó descentralizar el poder eclesiástico europeo. Esta diversidad tendrá un rol clave en el perfil que se espera del próximo líder espiritual.
Los posibles sucesores: entre la continuidad y la renovación
Entre los “papables”, destacan varios nombres con peso en distintos continentes. El cardenal filipino Luis Antonio Tagle cuenta con el respaldo de los sectores que valoran la continuidad pastoral de Francisco. El ghanés Peter Turkson, con larga trayectoria en justicia social y ecología, representa una apuesta progresista con fuerte raíz africana.
Por su parte, el italiano Matteo Zuppi combina cercanía al pueblo, vocación ecuménica y experiencia diplomática. Otros nombres como el brasileño Odilo Scherer o el canadiense Marc Ouellet también suenan en los pasillos vaticanos.
El cónclave no será solo una elección religiosa, sino también una decisión política y espiritual que marcará la dirección de la Iglesia frente a desafíos como la inclusión, la modernización, la crisis climática y la relación con otras religiones. Por eso, los ojos del mundo no estarán solo puestos en el humo blanco, sino en el mensaje que encarne el próximo pontífice.
La región que vio nacer a Francisco mantiene una influencia significativa en el cónclave. Varios cardenales latinoamericanos podrían desempeñar un papel clave en la construcción de consensos. Además, sectores eclesiásticos del sur global abogan por continuar con las reformas iniciadas por Jorge Bergoglio, especialmente en materia de justicia social, defensa del ambiente y apertura pastoral.
Un momento bisagra para la Iglesia Católica
Millones de católicos aguardan estos días con emoción y expectativa. En Roma, se multiplican las peregrinaciones, misas y homenajes populares. En Buenos Aires, su ciudad natal, se realizan vigilias y celebraciones eucarísticas en su memoria. La figura de Francisco, el primer Papa latinoamericano, dejó una huella imborrable por su cercanía, su compromiso con los marginados y su impulso a una Iglesia “en salida”.
Las ceremonias de despedida están siendo transmitidas en vivo por medios de comunicación de todos los continentes. Se espera una audiencia global de cientos de millones de personas para el funeral del sábado. Las medidas de seguridad en Roma se han reforzado y se prevé una masiva afluencia de fieles durante toda la semana.
El funeral de Francisco no es solo una despedida, sino el cierre de un capítulo profundamente humano, reformador y evangélico en la historia reciente del catolicismo. La Iglesia entra ahora en un tiempo de reflexión, de elección y de esperanza, confiando en que el nuevo pontífice sabrá continuar —o reinterpretar— el camino que Francisco supo marcar.
La figura de Francisco seguirá viva en sus gestos, decisiones y reformas. Su despedida marca un momento bisagra en la historia eclesial, mientras el mundo observa atento cómo se define el próximo capítulo. El humo blanco traerá más que un nombre: será el signo de un nuevo tiempo para la fe católica.