En un momento donde la crisis climática ocupa titulares globales y locales, Greenpeace Argentina celebra 38 años de activismo ininterrumpido en defensa del ambiente. Fundada en abril de 1987, fue la primera oficina de la organización en América Latina.
En ese entonces, el ambientalismo apenas asomaba en la agenda pública del país, pero un pequeño grupo de personas con una fuerte convicción sembró una semilla que no dejaría de crecer. El comienzo fue humilde: una oficina modesta, una máquina de escribir y un teléfono.
Pero el mensaje era claro: actuar en defensa del planeta sin concesiones. Desde ese primer día, Greenpeace Argentina eligió un camino de coherencia y compromiso. Rechazó donaciones de empresas y gobiernos, apostando por la independencia financiera y la movilización ciudadana como motores de cambio real.
Una historia de logros y resistencia
En casi cuatro décadas, Greenpeace ha protagonizado numerosas campañas que marcaron hitos en la historia ambiental del país. Denunció el tráfico ilegal de residuos tóxicos, visibilizó los peligros de los basureros nucleares, y jugó un papel central en la sanción de leyes fundamentales como la Ley de Bosques y la Ley de Glaciares.
Cada victoria fue colectiva: detrás de cada iniciativa hubo miles de personas firmando petitorios, participando en marchas, colaborando con donaciones y difundiendo mensajes.
Una imagen emblemática de ese activismo fue la aparición del cartel “Destruir los bosques es un delito” en plena inauguración de la Exposición Rural de Buenos Aires, dejando clara su posición frente al modelo agroindustrial que, según la organización, arrasa con los ecosistemas nativos.
“Hace más de tres décadas que demostramos que cuando la ciudadanía se organiza, puede frenar a los responsables de la destrucción ambiental”, afirma Diego Salas, Director de Programas de Greenpeace Argentina.
De los bosques al mar: nuevas causas, mismo compromiso
Con el paso de los años, la organización amplió su campo de acción. Hoy, sus campañas abarcan desde la protección de océanos, glaciares y humedales hasta la promoción de energías limpias y la denuncia del impacto ambiental del agronegocio. La red de voluntarios creció significativamente y está presente en ciudades como Salta, Mendoza, Córdoba, Rosario, Mar del Plata, Bahía Blanca, Posadas y Buenos Aires.
Una de sus batallas más persistentes ha sido en el norte del país, donde Greenpeace logró frenar desmontes ilegales en provincias como Salta, Santiago del Estero, Formosa y Chaco. Allí, la consigna “Ni una hectárea más”, desplegada en un inmenso banner junto a agricultores locales, resume la urgencia de preservar los bosques nativos.
“Nuestra lucha por los bosques es una lucha por el clima, por la biodiversidad y por los derechos de las comunidades indígenas que habitan esos territorios”, asegura Salas.
Frente a la crisis climática, más activismo
Hoy, en un contexto global de emergencia climática y pérdida acelerada de biodiversidad, Greenpeace Argentina renueva su compromiso. Su mensaje insiste en lo urgente: proteger lo que queda, transformar lo que contamina y construir una conciencia ambiental masiva.
Lejos de acomodarse tras décadas de trayectoria, la organización continúa apelando a la acción directa no violenta y a la participación ciudadana. Su historia demuestra que el activismo persistente puede incomodar, presionar y, sobre todo, transformar.
Porque si algo aprendió Greenpeace en estos 38 años, es que el cambio no solo es posible, sino absolutamente imprescindible.