En tiempos donde la memoria colectiva y la historia se desvanece o parece ser violada por un gobierno sin ética ni pizca de patriotismo, vuelve a escena en su segunda temporada “JUNIO 16”. Esta pieza teatral conmemora los 70 años del bombardeo a Plaza de Mayo, un hecho atroz que la historia oficial intentó sepultar, pero que el teatro recupera con admirable sobriedad. La vivaz dramaturgia de Selva Palomino, bajo la dirección de Raquel Albéniz, se presenta los domingos a las 20:30hs en el Tadrón Teatro, Niceto Vega 4802, CABA.
Un obra que irrumpe en la cartelera porteña como un testimonio contundente que quiebra el silencio. Ya que esta propuesta escénica prescinde de artificios y grandilocuencias para centrarse en lo esencial, plasmar cuatro historias humanas que convergen en aquel fatídico 16 de junio de 1955, cuando la Armada y parte de la Fuerza Aérea decidieron bombardear la Plaza de Mayo y la Casa de Gobierno. El resultado fue más de 350 muertos y 2000 heridos, compatriotas masacrados por sus propias fuerzas armadas.
La trama nos sitúa en las horas previas al bombardeo. Un florista prepara el escudo floral para un acto de desagravio al General San Martín. Un aviador descubre con sorpresa que su avión Gloster ha sido cargado con municiones para el evento. Una madre retira temprano a su hija del colegio, mientras la niña se preocupa por una mala nota. Una mucama abandona su trabajo en casa de un almirante para alertar a su novio en la CGT sobre lo que escuchó. Estas cuatro vidas ordinarias se entrelazan y quedan marcadas por el horror que se avecina.
Una trama histórica en muy buenas interpretaciones
El texto de Palomino expone con precisión quirúrgica el conflicto sociopolítico que atravesaba Argentina. La obra muestra cómo un sector minoritario y privilegiado, derrotado en las urnas, decidió tomar el poder por la fuerza contra un gobierno que había otorgado derechos a los sectores más postergados. La pieza revela las raíces de una violencia que marcaría la historia argentina durante décadas.
La dirección de Albéniz brilla por su sencillez efectiva. Construye un espacio íntimo donde el texto y las actuaciones predominan sobre cualquier efectismo. Con recursos mínimos, logra transportarnos a diferentes escenarios mientras mantiene la tensión dramática. Su trabajo con los actores evidencia una comprensión profunda del material y un compromiso con la memoria histórica.
El elenco conforma un cuarteto impecable. Paola Fontana, Susana Machini, Mariano Monsalvo y Federico Poncerini sostienen la obra con interpretaciones sólidas y emotivas. Destaca Machini, quien encarna la magnitud del dolor y la injusticia con una intensidad conmovedora. Cada actor transita entre la cotidianidad y la tragedia con naturalidad asombrosa, lo que refuerza el impacto del contraste entre la normalidad aparente y el horror inminente.
La escenografía de Daniel Hernández, despojada y funcional, aporta lo justo para ambientar las distintas realidades que la obra presenta. La música de Rolando Vismara y el diseño de luces de Mariano Monsalvo complementan la experiencia sensorial sin distraer del núcleo esencial: las historias humanas.
“JUNIO 16” trasciende la mera crónica histórica para revelar fracturas sociales persistentes. Sus metáforas potentes—la mucama obligada a destruir un símbolo pacífico, la niña relegada a las escaleras—ilustran una sociedad dividida entre quienes anhelan igualdad y quienes defienden violentamente sus privilegios.
El teatro cumple aquí su misión esencial: preservar la memoria colectiva y desafiar narrativas históricas manipuladas. Mientras algunos insisten en “dar vuelta la página”, esta pieza afirma que un futuro justo requiere confrontar honestamente nuestro pasado.
Una obra necesaria y conmovedora, un testimonio artístico que se eleva a acto de justicia histórica. La cual cobra especial relevancia hoy, cuando conquistas sociales son cuestionadas y resurgen discursos de odio. Nos recuerda que la violencia política destroza vidas reales.