Cada 26 de marzo se conmemora el Día Mundial del Clima, una fecha que busca generar conciencia sobre la crisis climática global y la importancia de tomar medidas concretas para su mitigación. En este contexto, la organización ambientalista Greenpeace subrayó cinco ejes fundamentales para combatir los efectos del cambio climático y preservar el equilibrio del planeta.
Agostina Rossi Serra, especialista en biodiversidad de Greenpeace Argentina, declaró: “El cambio climático es una problemática que debe ser abordada cuanto antes, estamos viviendo sus impactos con fenómenos climáticos cada vez más frecuentes y extremos. Debemos exigir a los gobiernos a nivel mundial que implementen políticas públicas que tengan como eje la protección y restauración de ecosistemas claves para combatir la crisis climática y una transición justa y eficiente hacia las energías renovables”
La protección de los bosques, humedales, glaciares y de la biodiversidad, la preservación de los océanos y la implementación de políticas energéticas que contribuyan con los compromisos de reducción de emisiones representan aspectos cruciales para la lucha contra el cambio climático.
1- Protección de los bosques, humedales y glaciares
Los bosques concentran más de la mitad de la biodiversidad terrestre del planeta. Cumplen un rol fundamental en la regulación climática, el mantenimiento de las fuentes y caudales de agua y la conservación de los suelos. Sin embargo, es uno de los ecosistemas más amenazados y destruidos. Los desmontes provocan inundaciones, desertificación y favorecen la crisis climática. En Argentina, casi el 40% de los gases de efecto invernadero provienen de la deforestación, la ganadería y la agricultura.
Es por eso que se debe lograr la deforestación cero, y castigar la destrucción de bosques como un delito penal.
Los humedales, por su parte, abarcan aproximadamente el 21% del territorio de Argentina. Son ecosistemas fundamentales que abastecen de agua dulce, controlan las crecidas y recargan aguas subterráneas, estabilizan costas, protegen contra tormentas, retienen y exportan sedimentos y nutrientes, absorben contaminantes y depuran las aguas. También, proveen hábitat, alimento y refugio para el sostén de la diversidad biológica. En los últimos años, han sido afectados gravemente por incendios que, en su mayoría, son producto del accionar humano, ya sea por intencionalidad o negligencia. También sufren el avance de la urbanización, la expansión de la frontera agrícola y ganadera, la contaminación y la crisis climática. Por ello, es prioritario avanzar en la protección de estos ecosistemas a nivel nacional.
Los glaciares son clave para combatir la crisis climática. Son fundamentales para la provisión de agua dulce y la regulación climática. Casi el 3% del agua del planeta es dulce y, de ese porcentaje, más del 70% se encuentra congelada en forma de glaciar. En Argentina, hay aproximadamente 17.000 glaciares, que abastecen de agua a casi el 20% de la población argentina.
Sin embargo, la pérdida acelerada de glaciares por el calentamiento global ya es una realidad, por lo que es fundamental evitar más intervenciones humanas que sumen presiones a estos ecosistemas. Su retroceso afecta la disponibilidad de agua en regiones enteras del país y genera impactos irreversibles en los ecosistemas de montaña. Por ello es necesario profundizar las acciones climáticas a escala global que impactan directamente sobre la protección de ecosistemas fundamentales, como los glaciares.
2. Preservación de los océanos
Los océanos son vitales para la vida en el planeta: regulan el clima y proveen de alimento y sostén a más de 3 mil millones de personas en el mundo que dependen de la diversidad marina y costera para sus medios de vida.
Por eso, es urgente avanzar en su protección. En 2023, se logró la creación del Tratado Global de los Océanos que es una herramienta que tiene como objetivo crear extensas áreas protegidas para cumplir con la meta de proteger el 30% de los océanos para el 2030, con el fin de conservar la biodiversidad marina. Si bien más de 60 países ya lo han ratificado, aún está pendiente su ratificación por parte de Argentina y otros países de la región.
3. Protección de la biodiversidad
La conservación de la vida silvestre y las acciones climáticas son dos caras de la misma moneda. Mientras que combatir el cambio climático ayuda a proteger las especies y sus hábitats, la preservación de la biodiversidad también juega un papel esencial en la regulación del clima global. Todas las especies trabajan conjuntamente dentro de sus respectivos ecosistemas para mantener el equilibrio necesario y sustentar la vida. Los ecosistemas sanos con mayor biodiversidad son más resilientes y estables, capaces de adaptarse mejor a los cambios. Además, se estima que mejorar la capacidad de la naturaleza para absorber emisiones podría contribuir significativamente a la reducción de gases de efecto invernadero en la próxima década. Por lo tanto, proteger la biodiversidad es fundamental para preservar la salud de los ecosistemas y las personas.
Según el Informe de Evaluación Global de la IPBES dependiente de la ONU, a nivel mundial, se estima que probablemente más de un millón de especies están en peligro de extinción.
En Argentina, el yaguareté, que ocupa un rol fundamental en la cadena trófica y en el equilibrio de los ecosistemas en los que habita, ha sufrido, entre otras amenazas, los impactos directos de la deforestación y la fragmentación del monte nativo. En la región chaqueña, cada individuo de yaguareté necesita aproximadamente 40 mil hectáreas de bosque continuo y en buen estado de conservación para sobrevivir.
Pero la pérdida de su hábitat original en el país ha llevado a que en 200 años se recluye en un alarmante 5% de su superficie original, debido a la alteración de su hábitat y a su constante persecución. A nivel global, los científicos estiman que los jaguares ocupan menos del 50% de su territorio ancestral.
En este contexto, se debe garantizar “Deforestación Cero” en los territorios donde vive la especie, conservar los corredores biológicos del Gran Chaco Argentino, evitando su degradación, fragmentación y deforestación.
4. Transición energética justa
El derretimiento de las capas de hielo y los glaciares está colaborando con el aumento del nivel del mar y poniendo a millones de personas en riesgo a nivel global. Las olas de calor, las sequías, la desertificación y las inundaciones son cada vez más extremas, y se está incrementando la frecuencia e intensidad de los huracanes y las tormentas. El 2024 fue el año más cálido desde que se tiene registro, hecho que se ha mantenido en la última década que ha presentado los años más cálidos registrados.
El consenso científico advierte que se deben implementar políticas climáticas y energéticas globales que mantengan el aumento de la temperatura media global por debajo de 1,5ºC. Para evitar los impactos más negativos de la crisis climática, es necesario reducir las emisiones a casi la mitad en 2030 y alcanzar el cero neto en el año 2050. Para lograrlo, necesitamos dejar de depender de los combustibles fósiles e invertir en fuentes de energía alternativas que sean limpias, accesibles y sostenibles en el marco de una transición justa.
Todos los países deberán presentar sus Contribuciones Determinadas a nivel Nacional (NDC por su sigla en inglés) actualizadas este año en la COP30 que tendrá lugar en Brasil. Estas contribuciones deben ser más ambiciosas que las anteriores presentadas, reflejando un aumento en el nivel de compromiso para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
5. Construcción de resiliencia
La crisis climática no sólo está afectando a la biodiversidad, sino que está teniendo impactos en las ciudades, centros poblados y las personas. Muchas zonas aún no tienen planes actualizados para hacer frente a los crecientes eventos meteorológicos extremos, y por eso es clave transformar la vulnerabilidad climática en resiliencia; esto significa prepararnos para aumentar la capacidad de enfrentar la consecuencias de este tipo de eventos. Para ello, es fundamental la protección de ecosistemas, pero también las políticas públicas de ordenamiento territorial que favorezcan la prevención del impacto de los desastres ambientales que están siendo más frecuentes al promover, por ejemplo, un uso del suelo que considere las condiciones de riesgo identificadas para evitar nuevas vulnerabilidades, y dotar de capacidades a la población para enfrentarlos de mejor manera.
“El país enfrenta desafíos significativos relacionados con la crisis climática, como sequías severas, inundaciones recurrentes y temperaturas extremas, lo que resalta la necesidad de una acción inmediata y coordinada para mitigar estos impactos. La restauración y conservación de ecosistemas, tanto terrestres como acuáticos, son fundamentales para reducir las emisiones de carbono y adaptarse al cambio climático.”, agregó Rossi Serra. “Este día nos recuerda que se requiere de un compromiso serio y colectivo, mediante acciones concretas y políticas públicas eficientes, para construir un futuro más saludable y resiliente”.