
¿No hubo Terrorismo de Estado?
El video difundido esta mañana por Casa Rosada en el marco del 24 de marzo generó inmediatamente el repudio de buena parte del arco político debido a su intencionalidad negacionista y las omisiones deliberadas en su discurso.
A lo largo de la pieza audiovisual, financiada con los impuestos de todes y narrada por Agustín Laje, se habla de la historia como un proceso de “descubrimiento”, de “pensamiento libre” y de cuestionamiento de los relatos impuestos, pero en ningún momento se menciona el concepto de terrorismo de Estado.
En ese relato, Laje se presenta como una víctima de sus profesores, pobrecito mi alma, quienes en su totalidad lo adoctrinaban, le contaban parcialmente los hechos, negaban sus inquietudes, etc. En el proceso narrativo, Laje traslada su supuesta experiencia individual a la de toda una generación de estudiantes, víctimas de una política pública de adoctrinamiento, llevada adelante por un instrumento, les profesores. Pero afortunadamente él, como joven inquieto, pudo buscar e investigar por su cuenta, hasta llegar a “la verdad”. ¡Qué suerte para la humanidad!
En su “verdad”, Laje se dedica en buena parte de los 20 minutos que dura el video a tratar de “organizaciones terroristas” a las guerrillas de Argentina y el continente. Ese concepto lo remite al menos diez veces. Sin embargo, hete aquí que, al referirse al accionar del gobierno militar, habla de “métodos ilegales de represión estatal”, “horrorosa represión ilegal”, pero nunca, en ningún momento, lo califica de “terrorismo de Estado”. Tampoco habla del régimen económico instaurado, como bien describe en esta nota Agustina Pérez.
Esta omisión no es un detalle menor: el terrorismo de Estado está respaldado por una amplia jurisprudencia y numerosas sentencias judiciales, tanto en Argentina como en organismos internacionales.
El terrorismo de Estado no es una construcción ideológica ni un término ambiguo, sino un concepto jurídico que define el uso del aparato estatal para la persecución, desaparición y asesinato sistemático de opositores políticos. En Argentina, los juicios de lesa humanidad ratificaron de manera contundente que la dictadura cívico-militar iniciada en 1976 aplicó este mecanismo de represión. La omisión de este concepto en el video del gobierno de Miei no solo es una negligencia histórica, sino también un intento de desdibujar la naturaleza criminal del régimen dictatorial.
Negacionismo y “batallas culturales” en Argentina y el mundo
El video debe entenderse dentro de un contexto más amplio de revisionismo histórico y negacionismo promovido por sectores de la nueva derecha en Argentina. En los últimos años, distintas figuras políticas quisieron instalar la idea de que la historia oficial es una construcción parcial y sesgada, buscando equiparar la acción de los grupos insurgentes con el aparato represivo estatal. Algunas de esas figuras, como el intelectual orgánico de derecha Juan Bautista “Tata” Yofre, actual director de la Escuela Nacional de Inteligencia, hoy son gobierno. O consultores pagos, como Laje.
Este tipo de discurso no es exclusivo de Argentina. Se inscribe en una estrategia más amplia de la derecha internacional, que impulsa “batallas culturales” con el objetivo de reescribir narrativas históricas y deslegitimar consensos previos sobre derechos humanos y democracia. En países como Brasil, donde Bolsonaro en su momento dijo que no hubo golpe militar en 1964, y España, en ocasión del 50 aniversario de la muerte del general Franco, figuras políticas de ultraderecha intentaron relativizar los crímenes de sus dictaduras locales, al igual que en Estados Unidos, donde, de la mano de Donald Trump, sectores conservadores buscan revisar el relato sobre la esclavitud y la lucha por los derechos civiles.
En este sentido, el video del gobierno argentino se alinea con esta corriente global de “batalla cultural” que busca disputar el significado del pasado para consolidar un proyecto político presente: un neoliberalismo de rapiña destinado, entre otras cosas, a destruir la clase media en la región.
La “historia completa” que excluye parte de la historia
Otro de los puntos problemáticos del video es su apelación a una supuesta “historia completa” y a que “la historia exige la verdad”. Se sugiere que la historia no es lo que nos cuentan, sino lo que nos “atrevemos a descubrir”, promoviendo la idea de que existen verdades ocultas que desafían el relato oficial. Sin embargo, esta narrativa es profundamente contradictoria: mientras se insta a cuestionar la historia establecida, se omite por completo un aspecto fundamental de la misma.
La “historia completa” que propone el gobierno parece dejar fuera los crímenes de lesa humanidad, las desapariciones forzadas y el aparato represivo de la dictadura. En su lugar, se instala un discurso ambiguo sobre la libertad de pensamiento, sin referencias a las víctimas ni a las sentencias judiciales que establecen la verdad jurídica de los hechos ocurridos.
Esta estrategia discursiva no es nueva. Forma parte de una corriente revisionista que busca relativizar los crímenes del terrorismo de Estado al equipararlos con otras formas de violencia política. Sin embargo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la Corte Suprema de Justicia de la Nación y organismos internacionales han sido claros en diferenciar la violencia estatal de otras expresiones de conflicto. El Estado tiene el monopolio del uso de la fuerza y, cuando lo utiliza para eliminar sistemáticamente a sus opositores, se configura un crimen de lesa humanidad. Al respecto, Laje ni pío.
Una omisión estratégica
La ausencia del concepto de terrorismo de Estado en el video del 24 de marzo responde a una lógica de resignificación histórica. No es una omisión casual, sino una decisión política que busca desplazar el eje del debate. En lugar de recordar a las víctimas y reafirmar el compromiso con la memoria, la verdad y la justicia, el video instala un discurso que sugiere que el pasado debe ser revisado sin aceptar las conclusiones que la investigación histórica y la justicia establecieron oportunamente.
La retórica utilizada también construye un “otro” implícito: aquellos que “imponen” una versión de la historia. Sin mencionarlos directamente, el video sugiere que existen sectores que limitan la interpretación del pasado, lo que puede ser leído como una crítica velada a los organismos de derechos humanos, a los jueces que dictaron condenas por crímenes de lesa humanidad y a los espacios educativos que enseñan la historia reciente.
Esta ambigüedad calculada es un recurso clásico en los discursos políticos que buscan generar debate sin comprometerse de manera explícita. Laje se viste de traje y maneja un tono profesional y sentido, lejos del Laje tuitero que insulta a diestra y siniestra. Al no mencionar directamente a los represores ni a sus víctimas, el video deja la puerta abierta a interpretaciones revisionistas, permitiendo que distintos sectores proyecten su propia lectura sobre el mensaje.
Omitir para deslindar responsabilidades
El video del think thank neoliberal libertario de Milei para este 24 de marzo es una pieza discursiva que, a través de omisiones y ambigüedades, busca resignificar el pasado bajo una nueva narrativa. La exclusión del concepto de terrorismo de Estado no es un descuido, sino una decisión consciente que intenta relativizar la responsabilidad del aparato represivo de la dictadura.
La idea de “historia completa” que propone el gobierno es contradictoria en sí misma: no se puede hablar de totalidad cuando se omite deliberadamente un aspecto fundamental de la historia reciente del país.
El debate sobre la memoria no es solo una cuestión de interpretaciones, sino también de hechos verificados y sentencias judiciales. La historia no es un relato subjetivo que cada uno puede adaptar a su conveniencia; es una disciplina que, con métodos rigurosos y pruebas documentales, supo demostrar la existencia del terrorismo de Estado en Argentina. Ignorarlo no es revisar la historia, sino negarla.