El pasado sábado 1 de febrero se reestrenó, en su segunda temporada, el más reciente trabajo de Gustavo Tarrío, “Ha muerto un puto”. Una propuesta que no solo rescata la memoria de un escritor olvidado, sino que también interpela al espectador sobre las cicatrices históricas y sociales que aún persisten. Su trama combina sensibilidad, rigor documental y recursos escénicos innovadores para contar la vida de un autor cuya existencia quedó marcada por el prejuicio y el ostracismo. Las funciones son los sábados y domingos a las 20.30 en Arthaus Central, ubicado en Bartolomé Mitre 434, CABA.
Carlos Correas fue un intelectual argentino nacido en 1931. Fue escritor, traductor, ensayista y profesor de filosofía. En los años 50, formó parte del grupo editorial Contorno, junto a figuras influyentes en el pensamiento existencialista local. Sin embargo, su trayectoria literaria sufrió un quiebre irreparable cuando uno de sus cuentos, La narración de la historia, fue condenada como una publicación obscena.
Este último, considerado el primer cuento homosexual de la literatura argentina, narra los recorridos nocturnos de un joven universitario en busca de sexo en los suburbios de la ciudad. El escritor enfrentó meses de prisión domiciliaria, el rechazo de sus amigos y el silencio editorial que lo acompañaría durante veinticinco años. Su vida se convirtió en una lucha constante contra el estigma y el olvido, hasta su suicidio en el año 2000.
La actual propuesta teatral no es una biografía lineal ni pretende serlo. La obra desmonta la idea de una sola verdad para construir múltiples relatos. Cada texto seleccionado de Correas, desde sus crónicas de cine hasta sus confesiones autobiográficas, encuentra una nueva voz en escena. Propone una vital experiencia teatral, donde lo melancólico y la comedia conviven en un equilibrio frágil pero necesario.
Buena dirección y acertadas interpretaciones
Tarrío logra esto a través de una dirección precisa y respetuosa. La escenografía, minimalista y cuidadosamente diseñada, parece surgir de un mundo de juguete: trenes circulares, sombreros que se convierten en edificios y proyecciones audiovisuales que complementan el relato sin sobrecargarlo. La música en vivo, compuesta e interpretada por María Laura Alemán, actúa como un hilo conductor que une las distintas capas de la narrativa. Los monólogos, los diálogos y las intervenciones físicas crean una atmósfera que invita a reflexionar sobre la condición humana y las marcas que deja la marginalización.
El elenco, integrado por la propia Alemán, junto a Vero Gerez y David Gudiño, cumple un papel fundamental en la construcción de este universo. No representan a Correas ni a sus personajes, sino que encarnan sus voces. Cada actor trae consigo una identidad propia que enriquece la propuesta: Alemán, compositora y actriz trans; Gerez, cantante y militante LGTBIQ+; y Gudiño, performer y dramaturgo comprometido con causas sociales. Sus presencias en escena son un recordatorio de que la lucha por la visibilización sigue siendo urgente.
Las actuaciones son respetables. Alemán destaca con su capacidad para modular emociones a través del canto, mientras que Gerez y Gudiño demuestran una versatilidad que permite alternar entre lo cómico y lo trágico sin perder autenticidad. El diseño de vestuario y utilería, a cargo de Paola Delgado, contribuye a crear un mundo visual coherente y sugerente. Sebastián Francia, responsable de la iluminación, logra transformar la oscuridad en un espacio vital, cargado de significados.
“Ha muerto un puto”, una obra que interpela al presente
“Ha muerto un puto” no se limita a ser un archivo viviente. Es una obra que interpela al presente, sobre todo en un contexto político donde la derecha argentina parece empeñada en erosionar los derechos conquistados por las minorías sexuales.
En un país donde las tensiones sociales están a flor de piel, esta producción teatral adquiere una dimensión simbólica. La historia de Carlos Correas no es solo un capítulo del pasado; es un espejo que refleja las luchas actuales. Por supuesto, su trama es un homenaje a la vida y obra de un escritor discriminado, pero también es una celebración de la diversidad y la resistencia. Nos invita a reflexionar sobre nuestro rol en la construcción de un futuro más inclusivo. Porque la lucha por la igualdad no es cosa del pasado. Es una batalla que sigue viva, aquí y ahora.
Se pueden conseguir las entradas aquí.