En el Océano Índico, un terremoto de magnitud 9.1 generó un tsunami que, hace 20 años, se convirtió en uno de los desastres más devastadores del siglo XXI.
El 26 de diciembre de 2004, un tsunami devastador impactó las costas de varios países del Océano Índico, dejando más de 230,000 víctimas fatales. Este evento fue provocado por un poderoso terremoto submarino de magnitud 9.1 en la escala Richter, que liberó una cantidad de energía comparable a 23.000 bombas atómicas como la de Hiroshima. A 20 años, la tragedia sigue siendo uno de los desastres naturales más devastadores del siglo XXI.
El terremoto tuvo su origen en la profunda depresión submarina conocida como la Fosa de Sonda, una zona de subducción ubicada al sur de Indonesia, donde la Placa Indo-Australiana se desliza por debajo de la Placa Euroasiática. Este deslizamiento repentino rompió aproximadamente 1200 kilómetros de la corteza terrestre, generando una serie de olas que se propagaron a velocidades de hasta 800 km/h a través del Océano Índico.
El epicentro del terremoto se localizó frente a la costa oeste de la isla de Sumatra, en Indonesia, cerca de la región de Aceh, una de las áreas más devastadas. Debido a la proximidad del epicentro, las olas gigantes impactaron casi de inmediato, alcanzando alturas de hasta 30 metros y arrasando comunidades enteras. Además, el tsunami arrastró consigo enormes cantidades de lodo, sedimentos y escombros, lo que incrementó la destrucción y dificultó gravemente las labores de rescate.
Más lejos, países como Sri Lanka, India, Tailandia, Maldivas, Malasia, Bangladesh y Myanmar también sufrieron daños devastadores. En varias zonas costeras de estos países, el agua ingresó inicialmente mezclada con lodo y escombros, lo que agravó la situación antes de que las olas gigantes arrasaran con todo a su paso. Las costas de África Oriental, como Somalia, Seychelles, Kenia y Tanzania, experimentaron un impacto menor varias horas después, aunque también se reportaron daños considerables.
La falta de un sistema de alerta en el Océano Índico amplificó la tragedia del tsunami. La región no disponía de tecnologías para detectar tsunamis, ni advertir a la población, y la rapidez de las olas en zonas cercanas como Sumatra dejó sin tiempo para evacuar. Esto impulsó la creación del Sistema de Alerta de Tsunamis años después. Las víctimas nunca olvidaron las lecciones aprendidas, como reconocer señales y buscar terrenos elevados.
Víctimas del tsunami en Tailandia
En Tailandia se confirmaron más de 5 mil muertes, casi la mitad de ellos turistas extranjeros y otras 3 mil personas quedaron desaparecidas. Pablo García Oliver, arquitecto argentino, contó a BBC News Mundo cómo el tsunami de 2004 lo sorprendió junto a su esposa Mora en su luna de miel en las islas Phi Phi, al sur de Tailandia. “Fue en cuestión de segundos, en donde todo empezó a moverse”, recordó y luego afirmó que «después de eso yo ya me encontraba debajo del agua, en lo profundo, ahogándome”.
La experiencia marcó su vida, volviéndolo más alerta y temeroso. Hablar con la prensa y escribir un libro le ayudaron a procesar el trauma. Aunque el recuerdo del tsunami lo acompaña frente al mar, ha aprendido a disfrutarlo y no descarta volver algún día a las playas donde ocurrió la tragedia.
Miles de niños huérfanos
Entre mil y dos mil niños en Tailandia perdieron al menos un padre en el tsunami, según un servicio informativo humanitario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La familia británica Forkan sufrió una tragedia cuando, durante las vacaciones en Sri Lanka. Los padres: Kevin y Sandra, perdieron la vida mientras ayudaban a sus hijos pequeños a llegar al tejado del hotel Neptune Resort en Weligama. La habitación de la familia se inundó rápidamente, y aunque los cuatro hijos sobrevivieron, sus padres fallecieron.
Quince años después, dos de los hermanos Forkan: Rob y Paul, ya adultos, convirtieron su dolor en una causa. En 2014, inauguraron el «Kid Campus» en Sri Lanka, un centro que ofrece actividades extraescolares y clases gratuitas a niños en Horana. Su proyecto, «De huérfanos para huérfanos», busca ayudar a los más necesitados y compartir su experiencia para inspirar a otros a valorar la vida.
Impactó en la industria global
La magnitud del desastre inspiró rápidamente una serie de producciones culturales, que van desde libros hasta películas y series. Estas obras no solo rinden homenaje a las víctimas, sino que también narran las historias de supervivencia y resiliencia que emergieron en medio de la devastación.
La película Lo Imposible (2012), dirigida por J.A. Bayona y protagonizada por Naomi Watts y Ewan McGregor, narra la lucha de una familia por sobrevivir al tsunami en Tailandia. Basada en hechos reales, fue aclamada por su realismo y su enfoque en la relación familiar, obteniendo gran éxito de taquilla y varias nominaciones, incluido un Globo de Oro para Watts.
En la literatura, diversos libros han explorado el impacto del tsunami. The Wave (2007), escrito por la autora procedente de Sri Lanka, Sonali Deraniyagala, es una de las obras más destacadas. La autora, quien perdió a su esposo, hijos y madre en la tragedia, relata su experiencia de pérdida y supervivencia con honestidad e intensidad. Su obra ofrece una reflexión profunda sobre los efectos emocionales del desastre y la capacidad humana para sanar, siendo ampliamente elogiada por la crítica y los lectores.
Asimismo, se han producido numerosos documentales que exploran el tsunami desde diferentes perspectivas, analizando sus causas, consecuencias y la respuesta internacional. Producciones como Tsunami: Caught on Camera (2005), presentan impactantes imágenes de archivo captadas por testigos y sobrevivientes, mostrando la rapidez con la que ocurrió el desastre. Otros documentales, en cambio, se centran en la ayuda humanitaria y el proceso de reconstrucción en las áreas afectadas.