La relación entre las juventudes de América Latina y el Caribe (ALC) y la democracia atraviesa un momento crítico. La combinación de desafíos como el cambio climático, el desempleo juvenil —que triplica las tasas generales, alcanzando un 20,3% frente al 7% en 2023— y el aumento del costo de vida, ha erosionado la confianza de los jóvenes en los sistemas democráticos tradicionales. Según el Barómetro de las Américas de LAPOP, el apoyo a la democracia en todas las generaciones ha disminuido significativamente en la última década, siendo los jóvenes los más desencantados.
El desencanto democrático
Mientras que las generaciones mayores han recuperado algo de fe en la democracia tras la pandemia, los jóvenes siguen mostrando altos niveles de desilusión. Solo el 57% de las personas entre 18 y 35 años en América Latina expresa preferencia por la democracia frente a otras formas de gobierno, según el Barómetro de Open Society. Este porcentaje contrasta con el 71% de apoyo entre los mayores de 56 años.
Sin embargo, el desánimo no implica necesariamente una pérdida total de fe en la democracia. El Latinobarómetro de 2023 destaca que el 66% de la población en la región aún considera a la democracia como la mejor forma de gobierno, a pesar de sus defectos. No obstante, la percepción de que el sistema no está respondiendo a necesidades básicas, como el empleo y la seguridad, impulsa la búsqueda de soluciones más radicales.
Un preocupante aumento del autoritarismo
El desencanto con la democracia se traduce en un alarmante respaldo a medidas autoritarias en ciertos contextos. Según LAPOP, el 48% de las personas de 18 a 35 años justificaría un golpe de Estado si este ayudará a reducir los altos niveles de criminalidad. Este apoyo es aún mayor entre jóvenes de 18 a 25 años, alcanzando el 50%.
La región enfrenta altos niveles de violencia, con los hombres jóvenes como las principales víctimas. En las Américas, los hombres de 15 a 29 años representan el 45% de todas las víctimas de homicidio, con una tasa de 53,6 por cada 100.000 personas, según la UNODC. Estas cifras agravan el pesimismo y favorecen la aceptación de soluciones autoritarias como respuesta a la inseguridad.
Esperanza en la juventud y el activismo
A pesar del desánimo, las juventudes no están desconectadas de los asuntos públicos. Según el informe más reciente de LAPOP, los jóvenes adultos de hoy están más comprometidos con la democracia que los jóvenes de generaciones anteriores. Su activismo político y social sigue siendo una fuerza relevante para impulsar cambios.
Sin embargo, la región enfrenta una urgencia: los gobiernos deben escuchar y responder a las preocupaciones de las juventudes para salvaguardar la democracia. La falta de acción solo profundizará la desafección y podría abrir la puerta a regímenes menos democráticos.
Los desafíos de gobernar para las juventudes
Las tasas de desempleo juvenil, la inseguridad y la falta de oportunidades son las principales barreras para que los jóvenes en ALC se sientan representados por los sistemas democráticos. Para generaciones que solo han conocido la democracia, pero enfrentan privaciones económicas y sociales, las alternativas de gobernanza pueden parecer soluciones rápidas, aunque riesgosas.
«Es fundamental que los gobiernos inviertan en políticas públicas que atiendan las demandas juveniles, como el empleo, la educación y la seguridad», señala el informe. Sin medidas concretas, la desconexión entre las juventudes y las instituciones democráticas podría ser irreparable.
La democracia, con todas sus imperfecciones, aún puede ser un vehículo para el cambio. La clave está en devolverles a los jóvenes la esperanza y el sentido de agencia en la construcción de un futuro compartido.
Es tiempo de que los líderes políticos en América Latina prioricen a las juventudes, no sólo como beneficiarias de políticas públicas, sino como actores centrales en la defensa y fortalecimiento de las democracias de la región. La reconexión es posible, pero el reloj está corriendo.