Todos los años en esta época, en Nota al Pie escribimos sobre la presión por “llegar al verano”. Si bien existe más conciencia social sobre la peligrosidad de discursos que prevalecen un tipo de cuerpo hegemónico por sobre otros, es necesario continuar con esta reflexión, más aún en la previa de las vacaciones.
Según la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA), un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) “es una perturbación persistente en el comer o en las conductas relacionadas con la comida que alteran el consumo o la absorción de alimentos y deteriora la salud física o el funcionamiento psico-social”.
Para conocer más sobre sus causas y cómo pueden tratarse, Nota al Pie dialogó con Agustina Murcho (M.N 7888). Ella es licenciada en nutrición, especialista en trastornos alimentarios y magister en psicoinmunoneuroendocrinología.
Los TCA en Argentina
Nuestro país “se encuentra entre los tres con mayor prevalencia de trastornos alimentarios a nivel mundial”, compartió la especialista. Se trata del segundo en este ranking, por detrás de Japón y encima de Estados Unidos.
Según datos de ALUBA, entre un 10 y un 15% de la población nacional tiene algún tipo de trastorno alimentario. Y a nivel general, el 90 % de los casos se da en mujeres y el 10% en hombres.
Murcho explicó que los TCA no son simplemente “malos hábitos” o “falta de autocontrol”, sino que se trata de enfermedades complejas que suelen tener causas profundas. Estas se vinculan muchas veces a factores emocionales, sociales y genéticos.
“La adolescencia es la etapa más vulnerable para desarrollar trastornos de la conducta alimentaria”, destacó la nutricionista. “Durante esta fase, el cuerpo experimenta cambios significativos, se forma la personalidad y suelen surgir inseguridades, lo que convierte a este período en crítico para la prevención”. También pueden manifestarse en la adultez, aunque es menos frecuente.
Además, resaltó que no todas las personas son propensas a los TCA. “Existe una predisposición que, combinada con factores externos como comentarios sobre el cuerpo o la comida, o la exposición a dietas restrictivas, puede detonar la condición en personas vulnerables”, agregó.
La presión de las redes sociales
Abrir Instagram a veces puede doler, sobre todo en la época veraniega. Ver personas en la playa o piletas, con trajes de baño y cuerpos perfectos puede generar comparaciones innecesarias.
Asimismo, afectan las opiniones sobre los cuerpos. Según la UNESCO, 8 de cada 10 comentarios suelen estar vinculados al aspecto físico, talla, peso o vestimenta.
Agustina Murcho explicó que los TCA están en aumento, y reciben un gran impulso por el consumo de redes sociales. “Afectan a personas cada vez más jóvenes, incluyendo niños que manifiestan miedos a engordar o a ciertos alimentos, ya que el acceso a estas plataformas está al alcance de prácticamente todos”, reflexionó.
La especialista se refirió a los mensajes en Internet que demonizan alimentos, catalogándolos como “veneno” o “engordantes”. “Son omnipresentes”, afirmó. Sumó a la problemática el uso de filtros que alteran la apariencia, y fomentan la insatisfacción con la propia imagen.
“Muchas personas no desean verse como son realmente, sino como aparecen en las imágenes filtradas”, puntualizó. “Además, la comparación constante con otros cuerpos genera inseguridades y fomenta metas inalcanzables, dado que cada uno es único y no puede replicar las características de otro”.
El tratamiento de los trastornos de conducta alimentaria
Agustina Murcho explicó cómo es el proceso luego de diagnosticar a una persona con TCA. Su tratamiento debe ser personalizado y adaptarse a la historia y necesidades de cada paciente. “No existe solo un enfoque, ya que cada caso es único”, manifestó.
Y agregó que lo esencial es que la recuperación se lleve a cabo con un equipo interdisciplinario, compuesto por especialistas en este tipo de trastornos. El mismo debe incluir nutricionistas, psicólogos, médicos clínicos y, de ser necesario, psiquiatras. A su vez, consideró importante que estos profesionales se capaciten de forma específica en la problemática.
“De lo contrario, existe el riesgo de que el problema se agrave o se cronifique”, advirtió. “Además, las recaídas son frecuentes y forman parte del proceso de recuperación, lo que resalta aún más la importancia de contar con un equipo especializado que pueda abordar cada caso de manera adecuada y sostenida”.
Pero la nutricionista también compartió consejos para familiares y amigues de personas en riesgo, que puedan detectar algunas señales tempranas de alerta. Entre ellas nombró a los cambios bruscos en la alimentación, como dietas extremas o evitar ciertos alimentos sin motivo claro; los atracones o compulsiones; el ejercicio físico excesivo y compulsivo; la obsesión con el peso o la imagen corporal y los cambios emocionales (como irritabilidad, ansiedad y retraimiento social).
Ante cualquiera de estos síntomas, aseguró que es vital acercarse de manera empática y evitar comentarios que puedan resultar invasivos o que refuercen la obsesión con la apariencia física. Y sobre todo, colaborar con la búsqueda de ayuda profesional.