Desde el pasado 10 de octubre, les espectadores pueden disfrutar en la cartelera porteña de “Happy”, un trabajo del dramaturgo inglés Robert Caisley. La obra refleja una trama que desafía las nociones preconcebidas sobre la felicidad, y que al mismo tiempo invita a una alta reflexión.
Se trata de una adaptación actual dirigida por Valeria Lorca, con un elenco de buenas interpretaciones. Las funciones son los jueves a las 21, en el Teatro El Piccolino (Fitz Roy 2056, Palermo, CABA).
“Happy” narra la historia de Alfredo, un profesor de literatura que, a primera vista, parece tenerlo todo: un matrimonio estable, una hija con necesidades especiales a la que adora y un trabajo que lo satisface.
Sin embargo, la aparente felicidad de Alfredo se ve desafiada cuando es invitado a una cena en la casa de su amigo de la infancia, Eduardo, un artista plástico que vive con su nueva pareja, Eva.
Esta joven, aguda y radical, se convierte en el catalizador que provoca una serie de cuestionamientos sobre la verdadera naturaleza de la felicidad y la autenticidad de las emociones humanas.
La obra plantea una pregunta fundamental: ¿es posible ser verdaderamente feliz en un mundo que a menudo nos empuja a ocultar nuestras vulnerabilidades?
A través de diálogos incisivos y situaciones incómodas, su trama nos lleva a un viaje emocional que revela las luchas internas de sus personajes, quienes se ven obligados a confrontar sus propias verdades.
Una dirección fluida, con destacables actuaciones
Valeria Lorca, en su labor como directora, logra un equilibrio magistral entre el humor y la introspección. Su visión permite que cada actor brille en su papel, creando una atmósfera íntima que invita al espectador a sentirse parte de la historia.
La dirección de Lorca se destaca por su capacidad para extraer lo mejor de su elenco, lo que se traduce en actuaciones memorables que resuenan mucho después de que las luces se apagan.
El elenco, compuesto por Federico Marrale, Majo Chicar, Verónica Calderón y Alejandro Grinblat, ofrece interpretaciones que son tanto emocionales como divertidas.
La versatilidad de Calderón como Melinda, la agudeza de Chicar como Eva, el desahogo de Marrale como Alfredo y la melancolía de Grinblat como Eduardo crean un tejido emocional rico y complejo.
Cada personaje aporta una perspectiva única sobre la felicidad, lo que permite al público reflexionar sobre sus propias experiencias y emociones. La dramaturgia es un testimonio de la habilidad de Caisley para abordar temas profundos con un toque de humor negro.
La obra no se limita a ser una comedia ligera; en cambio, se adentra en las profundidades de la condición humana, para explorar la vulnerabilidad y la lucha por la autenticidad en un mundo que a menudo premia la superficialidad.
La intensidad de los diálogos y la construcción de la trama mantienen al espectador al borde de su asiento, mientras se enfrenta a la realidad de que la felicidad puede ser, en ocasiones, una ilusión.
“Happy”, en resumen
“Happy” logra lo que pocas propuesta teatrales, convertir un espacio minimalista en un universo expansivo de emociones genuinas. La puesta escénica de Lorca, que abraza la intimidad de la sala como virtud, construye un puente invisible pero potente entre los intérpretes y el público, donde cada gesto resuena con una verdad demoledora.
Esta no es una obra más del off; es un espejo incómodo que nos devuelve la mirada y nos interpela sobre esa felicidad que perseguimos como autómatas urbanos. En esta época de teatro para las masas, esta pieza va al hueso y expone esas heridas que tapamos con filtros y poses en las redes.