ALCA sí, ALCA no
Al llegar a la Argentina la intención del presidente de los Estados Unidos, George Bush, era ponerle un freno al proceso de integración regional que comenzaba a desarrollarse en el Mercosur y que marcaría la política en la región en los siguientes años. Venía en su avión con la idea de aprobar el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
Pero el sábado 5 de noviembre de 2005, en el Salón Versailles del Hotel Hermitage de Mar del Plata, los cuatro presidentes de los países del Mercosur, el argentino Néstor Kirchner, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el uruguayo Tabaré Vázquez y el paraguayo Nicanor Duarte Frutos, más Hugo Chávez, primer mandatario de Venezuela, hicieron fracasar la propuesta norteamericana de formar un área de libre comercio en todo el continente, el ALCA y Washington fue derrotado en uno de sus proyectos más ambiciosos para alinear a la región detrás de sus intereses.
Durante esa IV Cumbre de las Américas, el presidente Néstor Kirchner lanzó una crítica directa: “Patotear con una simple mayoría, ideas que tienen tanto que ver con la vida de nuestros pueblos, ayuda muy poco a la convivencia de los pueblos”. La frase, dirigida a George Bush y en presencia de Vicente Fox, dejaba claro el desacuerdo de Argentina con la presión de Estados Unidos y sus aliados para imponer el ALCA.
A su lado, Lula y Chávez compartían miradas cómplices, mientras Tabaré Vázquez, como representante de Mercosur, debía negociar el comunicado final. El bloque sudamericano defendía que el encuentro tratara sobre empleo, no sobre el acuerdo comercial que impulsaban Estados Unidos y sus aliados.
El término «patotear» para describir la insistencia de Bush en imponer el ALCA representaba a un Kirchner que rompía con los moldes de la diplomacia tradicional argentina, enfrentando sin titubeos a las potencias. El presidente argentino no ocultaba su desprecio hacia la intimidación y, junto a líderes como Lula y Chávez, avanzaba en redefinir la relación histórica de dependencia con Estados Unidos.
La postura del Mercosur no respondía a meras cuestiones ideológicas, sino a intereses económicos concretos: aceptar el ALCA habría puesto en riesgo la recuperación económica de países como Argentina y Brasil, tras duras crisis recientes, ya que el acuerdo favorecía a Estados Unidos con subsidios y condiciones que limitaban la producción regional.
En las sesiones preliminares, el vicecanciller Jorge Taiana enfrentó presiones intensas, y en la cumbre final en Mar del Plata, la tensión alcanzó su punto máximo. Aunque 29 países votaron a favor del ALCA, los miembros del Mercosur y Venezuela resistieron, evitando que el proyecto avanzara sin consenso.
El gérmen de la iniciativa de la Casa Blanca se remitía a la III Cumbre, que se hizo en la ciudad canadiense de Québec, en 2001. En ese entonces fue el presidente argentino Fernando De la Rúa uno de los mandatarios que aceptaron los planes de espaldas a los pueblos, de generar esa zona de «libre comercio». La excepción de los que se oponían, en solitario, la marcó la voz de Chávez.
Pero en 2003 llegarón Lula y Kirchner a las presidencias de Brasil y Argentina y el eje de resistencia se constituyó.
Los días de la Cumbres
La dinámica de la cumbre, presidida por Kirchner, fue intensa. Ante un intento de Vicente Fox por introducir el tema del ALCA, Kirchner lo interrumpió: «Ese tema no está en la agenda», aclaró. El gesto de solidaridad de Bush hacia el presidente mexicano no alteró la firmeza del anfitrión, que aunque incómodo por la confrontación, mantuvo su posición. En una estrategia acordada con Lula y Chávez, Kirchner y sus aliados lograron prolongar las discusiones y debilitar la propuesta de Bush.
Este enfrentamiento en Mar del Plata sentó las bases para la integración regional que surgiría en años siguientes. La decisión de rechazar el ALCA consolidó al Mercosur y permitió la creación de organizaciones como UNASUR y CELAC, donde la influencia de Canadá y Estados Unidos no estaba presente, y Cuba era bien recibida. Este proceso representaba un avance hacia una integración independiente, promoviendo infraestructura y comercio intrarregional y adoptando posiciones comunes sobre temas como Malvinas, el bloqueo a Cuba y la paz en Colombia.
Tensión entre Kirchner y Bush, en la IV Cumbre de las Américas.
La resistencia al ALCA en la cumbre oficial fue respaldada por la Cumbre de los Pueblos, un evento paralelo que desde 1998 reunía a organizaciones populares de toda la región. En Mar del Plata, miles de personas participaron en talleres, marchas y actos en rechazo a la hegemonía norteamericana. Chávez fue el orador principal, acompañado por figuras emblemáticas como Diego Maradona y Evo Morales, quienes llegaron en el «Tren del ALBA» desde Buenos Aires. El evento culminó en el estadio mundialista, donde Chávez, junto a Maradona, gritó: «ALCA, al carajo», desatando ovaciones.
El desenlace de la Cumbre de las Américas en Mar del Plata marcó un quiebre en la historia diplomática regional. La alianza de líderes latinoamericanos no solo detuvo el avance del ALCA, sino que plantó un freno al unipolarismo que había dominado el escenario global desde la caída de la Unión Soviética, permitiendo a América Latina avanzar en un camino de unidad e integración que contrastaba con la división promovida históricamente por potencias extranjeras.
El «No al ALCA» de Mar del Plata son casi 20 años de una experiencia que marcó un camino de unidad regional y popular. Y es la muestra de lo posible y necesario, más allá de las defecciones, de los discursos de la conformidad cómoda y de los diversos modos de contraataque colonial, como en estos días.
Son casi dos décadas de la mayor derrota diplomática y simbólica de Estados Unidos en la historia. Un lección que dejan días que no se fueron y de los que se deben tomar notas.