miércoles 23 de octubre de 2024

Entendiendo el repudiable y peligroso proyecto de Milei

Como sabemos, en las últimas elecciones la mayoría de la sociedad argentina eligió este presidente que hoy tenemos. Algunas cosas de las que pretende hacer son fácilmente perceptibles porque ya las impulsaron los gobiernos liberales de derecha previos: la Dictadura, Menem y Macri, en especial en el terreno económico: achicar el Estado, bajar salarios, introducir […]
MILEI
Crédito: REUTERS

Como sabemos, en las últimas elecciones la mayoría de la sociedad argentina eligió este presidente que hoy tenemos. Algunas cosas de las que pretende hacer son fácilmente perceptibles porque ya las impulsaron los gobiernos liberales de derecha previos: la Dictadura, Menem y Macri, en especial en el terreno económico: achicar el Estado, bajar salarios, introducir la flexibilización laboral en favor de los patrones, abrir la economía, pagar la deuda externa incluso la fraudulenta, sobre el sufrimiento de las mayorías, privatizar empresas del Estado, entregar recursos naturales, etc. También sucede eso con otras cuestiones en el terreno político y social, como privatizar la educación y la salud públicas, las jubilaciones si se puede, retroceder en el terreno de los derechos humanos y en los derechos en general, reprimir la protesta social, bajar la edad de imputabilidad acompañado de mano dura policial sobre todo en los jóvenes, alinearse con los EEUU y demás yerbas. Todo ello es, por cierto, aplaudido a dos manos por el Círculo Rojo del poder económico y por los ricos.

Pero hay otras que son novedosas y aparecen como muy llamativas para un presidente que, claramente, representa los intereses del poder económico y, en particular, de las clases altas vernáculas. Que, se sabe, gustan de presentarse como portadoras de buenos y delicados modales, se miran en el espejo de la “gente bien” de otras naciones y son “personas como uno”. A las que que no les gusta para nada que se las agarren con sus íconos, sean estos periodistas, comunicadores, artistas, intelectuales y/o economistas del palo, los agredan o difamen. Es decir, todo lo contrario que hace peluca Milei, Yuyito incluida.

Para entender esta dicotomía y explicarla en términos de proyecto político y de sociedad, antes que de personalidad del presidente y así confundirse, es bueno tener en cuenta dos experiencias mundiales de peso, una pasada y otra presente, que tienen vínculos significativos con lo que hoy intenta el gobierno libertario en nuestra nación.

LA ALEMANIA DE HITLER

Francia y Alemania en los finales del capitalismo de libre competencia y en los albores de su fase superior, el imperialismo, como tan bien caracterizara Lenin, fueron a la guerra entre ellas disputando dos provincias fronterizas, Alsacia y Lorena; que entre otras cosas eran ricas en hierro y carbón, esencial este en la generación de energía para la industria. Ganó Alemania y así se perfiló como la próxima potencia dominante mundial en reemplazo de Francia y Gran Bretaña.

Estos últimos países, antiguos imperios coloniales, comenzaron entonces a preparar el contrataque, el que se materializó en la primera guerra mundial de 1914 a 1918. El derrotado esta vez fue Alemania, a la que se le impusieron muy onerosas condiciones en el tratado de Versalles, con el objetivo de que esta nación no pudiera competir en el período que se abría en el capitalismo mundial. Tratado que, además, hirió hondamente el orgullo de la sociedad alemana.

La producción del país derrotado se hundió profundamente y, en los marcos de una gran inestabilidad, se instaló allí en 1919 lo que se denominó como la República de Weimar, por la aprobación de una nueva Constitución en esa ciudad alemana. Se abre allí entonces todo un período de durísima situación económica con hiperinflación incluida; y de pujas políticas con fuertes confrontaciones, en una correlación de fuerzas pareja entre la derecha y la izquierda. Todo ello se agrava al calor de la crisis económica mundial de 1930.

En este contexto comienza a hacerse conocido y a instalarse en la opinión pública un ex cabo del ejército, nacionalista, de personalidad fuerte y extravagante, distanciado de la imagen de los dirigentes políticos tradicionales: Adolf Hitler; que llega al gobierno en 1933.

¿Cuál era su proyecto? Sacar a su país de la defensiva en que se había sumido luego de la derrota en la primera guerra y volver a instalarlo como una potencia imperial.

¿Qué instrumentos utilizó para ello? En primer lugar, reinstaló en los alemanes la idea de que ellos, de raza aria, eran superiores y tenían un “destino manifiesto” como indicaba la doctrina norteamericana de fines de siglo 19. Mientras que paralelamente lanzó una dura represión contra los opositores, particularmente contra los comunistas, para contener toda resistencia a ese rumbo; en especial entre los obreros a los que debía disciplinar para poder trasladar ingresos de ellos a los sectores económicos mas concentrados, en especial a los industriales. Como parte de ese plan construyó una poderosa estructura que combinaba inteligencia con poder policial: la Gestapo.

Su acuerdo principal en la cúpula del poder económico para su proyecto para Alemania era con la industria. A la que veía, como sucedía ya en Gran Bretaña y Francia, y a pasos acelerados en los EEUU, como el sector de punta en su proyecto expansionista. Que sería la gran beneficiaria en caso de tener éxito y que, además, debía garantizarle todo lo necesario: armas, municiones, explosivos, camiones, aviones, barcos y submarinos, para la guerra que se avecinaba. A los terratenientes prusianos, sector dominante hasta ese entonces, mas conservadores y que desconfiaban de las posibilidades de Hitler para triunfar en un proyecto semejante, los derrotó primero en su control de las fuerzas armadas en lo que se conoce como “la noche de los cuchillos largos” en 1934. Luego los puso de aliados subalternos y subordinados. Por otro lado, en el sector financiero, tercer componente del poder económico, predominaban los bancos y aseguradoras de capitales judíos. A los efectos de que las ganancias que acumulaban fluyeran al Estado y a los industriales para sostener la guerra, sembró el antisemitismo primero, y luego, con mano dura y apoyo en la población, proceder a expropiar los negocios de la comunidad judía.

Conquistada la voluntad de la mayoría de los alemanes destacando su carácter de ser de raza aria y con la promesa de recuperar el poderío de la nación, aplastada la resistencia a ese proyecto, en especial la de la clase obrera, subordinados los terratenientes prusianos, anterior clase dominante, destruido el poder financiero de los judíos y trasladada esta riqueza a la banca estatal, el Reichsbank, el outsider de la política, el “loco”, “delirante” y agresivo Adolf Hitler, se lanzó a la aventura de la segunda guerra mundial. Conocemos el final.

LOS EEUU DE DONALD TRUMP

Los yanquis, cuando llegó Obama a la presidencia, en el 2009, ya estaban en un proceso paulatino de pérdida de peso económico en el mundo, en parte por el creciente papel en el comercio mundial de la China. También manifestaba las dificultades de su poder militar para imponer sus condiciones a pesar de la desaparición de le Unión Soviética; muestra de ello era su imposibilidad de triunfar en Irak y Afganistán.

La presidencia de aquel, desde 2009 al 2017, evidenciaba una estrategia de defender el peso de su país en el orden mundial, pero también de iniciar paulatinamente un repliegue como hizo la imperial Inglaterra después de la segunda guerra mundial.

Es en ese contexto que, aprovechando el impacto de desindustrialización dentro de Norteamérica que había causado la estrategia de la globalización, de producir en otros países de mano de obra barata aprovechando el avance en las comunicaciones y el transporte para así incrementar las ganancias de las multinacionales, con sus consecuencias en la clase obrera y parte de la baja clase media, apareció un gran empresario, miembro del Partido Republicano, extravagante, extrovertido, agresivo y disruptivo con la cultura política tradicional, que plantea volver a hacer grande los EEUU: “Make America Great Again” es su consigna. Se llamaba Donald Trump y le planteaba a la nación y, sobre todo, a una parte del poder económico, un proyecto para que los EEUU volvieran a ser la potencia hegemónica. Confrontado así con el de lento retroceso que había sostenido Obama y el partido Demócrata en sus dos presidencias. A fines del 2016 Trump le gana a Hillary Clinton y es elegido el 45 presidente de los EEUU.

Por lo pronto, previo a eso, había enfrentado la resistencia en su partido, cuya mayoría no compartía las posibilidades de éxito de esa estrategia. En minoría los derrotó y subordinó a su estrategia a los rebeldes, sobre la base de la popularidad que había alcanzado en la sociedad con su discurso chovinista y sus actitudes de outsider político.

Llegado al gobierno, ¿cuál fue la estrategia que desplegó? Por lo pronto, consciente de que significaba un cambio en profundidad de la estrategia económica, política y militar de su país hasta ese momento, y que encontraría resistencia, fue decidido a imponerse, embistiendo no solo contra los sectores populares que pretendieran resistir ese rumbo, sino también contra los detentadores de poder sostenedores del statu quo. Nada distinto de lo que hizo Hitler en su momento.

Para ello, no solo buscó el renacer industrial de los EEUU, sino el freno a China y, también, el achicamiento del peso económico de Europa para disputarle sus mercados.

En lo económico planteó que los capitales estadounidenses que se habían expandido internacionalmente en la globalización luego de la caída de la URSS, debían si o si a volver a invertir dentro de los EEUU, so pena de castigos económicos. Anulando entre otras cosas tratados de libre comercio con históricos socios como Europa y Japón, y reformulando el Nafta con otros como Canadá y México. Al mismo tiempo entró en guerra comercial con China, en particular en cuestiones de alta tecnología, presionado a las empresas yanquis en aquel país para que regresaran, poniéndole aranceles a sus productos. Y le exigió a Europa que pague la OTAN, financiada en los fundamental por los EEUU, de manera de sacarle capitales a su producción. Sin vacilar en tener de aliada a la Rusia de Putín para ver de disputar su mercado.

En lo interno, sus aliados principales no fueron los sectores que propugnaron en su momento la globalización: las automotrices, la industria electrónica y de computadores, las petroleras y mineras, la química, textiles, etc, a los que apuntó a subordinar, sino que estrechó lazos con las nuevas empresas tecnológicas: Apple, Microsoft, Nvidia, Alphabet, Amazon, Meta y Tesla, ubicadas desde hace unos años por encima de aquellas. Con la mirada que allí, en las nuevas tecnologías de punta (Robotización, Big Data, Ciberseguridad, Blockchaim de criptoactivos, Internet de las cosas, Informática Cuántica, Inteligencia Artificial) se disputaba la batalla principal por la hegemonía mundial; de allí su alianza con Elon Musk. También sumó a esta alianza a gran parte de Wall Street, es decir al poder financiero de bancos y fondos de inversión (el mayor BlackRock, viejo conocido de Caputo); ya que la inversión en esas tecnologías significa la necesidad de billones de dólares que deben salir mayoritariamente de las finanzas.

Por cierto, esta estrategia y refundación de alianzas en el poder, conlleva una fuerte resistencia en los que tienen sus intereses en el viejo sistema, o entre los que no creen que pueda tener éxito y termine en un retroceso mayor de los EEUU en el orden mundial. Contra todos ellos embistió Trump: contra la vieja clase política de la que se mostró siempre ajeno y diferente en su estilo irreverente, agresivo y guarango; contra los principales medios de comunicación y periodistas tradicionales, a los que denostó y reemplazo por la comunicación a través de las redes sociales; contra la cultura, principalmente con Hollywood, donde vio un reservorio de ideas progresistas y de defensa de derechos que se disponía a golpear y abolir; contra los inmigrantes, diciendo barbaridades, como indica el manual nacionalista facho, para ganar consenso en los norteamericanos que ven peligrar sus empleos por la presencia de mano de obra mas barata o a los que les disgusta la cultura de los latinoamericanos que vienen a su país, sobre todo mexicanos; contra los intelectuales o economistas, aunque sean de prestigio, que lo cuestionan; contra los estudiantes universitarios que no comulgan con sus ideas de derecha mayoritariamente; contra artistas como la Taylor Swift, o deportistas como Lebrón James, mas allá de lo populares que sean.

En concreto, en la estrategia de intentar reponer la hegemonía mundial norteamericana que se va perdiendo, Trump necesita fundar un nuevo régimen interno que abarca no solo lo económico, sino también lo político, social, la comunicación y la cultura. De ruptura no solo con los sectores y las ideas progresistas, sino también con una parte de los grupos dominantes del viejo régimen en distintas áreas. Pudo gobernar cuatro años en esa dirección, la pandemia le impidió la reelección y ahora va por la revancha con final abierto.

Milei Credito Juan Ignacio Roncoroni EFE
Crédito: Juan Ignacio Roncoroni / EFE

EL PROYECTO Y LA ESTRATEGIA DE MILEI

Para empezar, debemos tener en cuenta algo importante, Alemania y EEUU, donde se instrumentaron los proyectos de Hitler primero y Trump luego son países desarrollados, con clases dominantes fuertes, mientras que la Argentina es un país subdesarrollado con una burguesía débil. Por tanto, aquí, estos proyectos de derecha y concentración económica, siempre tienen como participantes directos en la gestación y despliegue de los mismos a países extranjeros hegemónicos, grandes empresas y bancos internacionales.

Partiendo de eso, digamos que nuestro país viene, al igual que la Alemania pre nazi o, en menor medida, los EEUU a partir de la crisis de las hipotecas en el 2008, de una crisis muy profunda que se inicia en el 2012 y se extiende hasta nuestros días; crisis no solo en la economía, sino extendida fuertemente al terreno político por el fracaso de gobiernos de distinto signo en dicho período. Sobre ese escenario es que irrumpe Milei, impulsado por un sector de poder que vislumbra posibilidades presentes y futuras para reconvertir la Argentina en función de sus intereses y sus aliados externos.

No se diferencia en ese sentido de lo que buscaron la Dictadura de Videla primero, Menem luego y Macri posteriormente. En los tres casos fueron proyectos que se sentían refundacionales y fueron manejados, cada uno a su manera, mas o menos por los mismos sectores económicos y clases sociales, incluso hasta por las mismas personas.
Este que está ahora en curso, no obstante, sin dejar lo esencial de concentrar la plata en los poderosos de acá y de afuera y en la gente mas pudiente, tiene aspectos de fondo novedosos y distintos, acorde a la etapa que vive el país y el mundo; que debemos contemplar al establecer una estrategia de confrontación con el mismo.

En primer término, necesitaban un personaje “distinto” para mostrarse distante del sistema político en crisis con la sociedad. Si fuera posible alguien irreverente, agresivo y sin filtros, audaz, como para mostrarse fuera de la “casta” y contactar así con el sentimiento mayoritario de la gente. Muy confrontativo además con quienes lo enfrenten y le pongan trabas, sean de arriba o de abajo en la pirámide social, para mostrarse corajudo y decidido en mantener el rumbo en situación compleja. Rasgos como los de Hitler o Trump, salvando las distancias.

En segundo lugar, este personaje, que fue Milei finalmente, debía mostrar en su discurso que la Argentina “recuperaría” su rol de gran nación, como les propuso Hitler a los alemanes y Trump a los norteamericanos, pidiéndoles a los ciudadanos de a pie y a los que van en Mercedes Benz también, que lo acompañen en la “epopeya”. Como nuestro país nunca fue potencia, vende Peluca al proyecto de la Generación de los ’80, agroexportador, de finales del siglo ‘19 y principios del ’20, como tal. Por tanto, un pasado luminoso al que hay que volver. Una ficción, pero de utilidad sobre todo en las clases altas, y medias altas influenciadas por aquellas, que siempre añoran la belle époque; para ellos, claro.

Sin embargo, mas allá de la mentira de que hubo una Argentina en el top ten del mundo, justo es decir que el país con el que sueña el presidente tiene aspectos comunes con aquel conducido por la oligarquía hace 150 años. Veamos: será exportador, ya que al campo se le agregarían Vaca Muerta, el litio y la minería resolviendo así la restricción externa; importador, de manera que bajen los precios de los productos que se consumen, aunque se destruya otra vez como con Menem el entramado industrial nacional; de bajos ingresos para las mayorías populares para no afectar el sector externo con muchas importaciones; con un Estado mas chico de modo de liberar recursos hacia los sectores económicos fuertes, por tanto con menos educación y salud públicas que son un gasto innecesario en dicho país de élites; con financiamiento externo frente a las crisis propias del capitalismo, aunque eso se lleve una parte significativa de la renta nacional; y, en especial, atando nuestros intereses a la potencia mundial dominante, antes fuimos cipayos de Inglaterra, ahora seríamos de EEUU.

En resumidas cuentas, planifican un país para pocos. Ya que hay que garantizarles con la renta que se genere, proveniente en lo principal de las exportaciones tradicionales y las nuevas, sus ganancias a las multinacionales, a las grandes empresas locales, los bancos de afuera y de acá y, además, sus elevados ingresos a los ricos para que tiren manteca al techo. El resto de la sociedad, como sucedía con el modelo de los oligarcas, de los Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Roca y compañía, se ubicará en un piso mas abajo para que la cosa funcione. Al que proteste o discrepe: palos y apriete; con la SIDE para detectarlos a tiempo, obviamente, pierden el pelo, pero no las mañas.

Es importante señalar que, acorde a los nuevos tiempos acá y afuera, los sectores de poder, que nunca son homogéneos, en relación al nuevo modelo que los convoca porque “es ahora”, se han reformulado y tenemos viejos y nuevos que apoyan a Milei, viejos y nuevos que no la ven. Y ahí hay un cambio en el establishment en su posicionamiento, respecto del que tuvieron con la Dictadura, Menem y Macri. En esos pasados gobiernos inicialmente iban todos unidos en su apoyo, pero cuando sobrevenía la crisis y el sector financiero mundial imponía condiciones, se abría una brecha de aquel con el Círculo Rojo local; el que, por ejemplo, en su momento hasta fragoteó contra Menem, De la Rúa y Macri y los empujó afuera.

Ahora el proyecto de Milei, al cual, como corresponde, todos apostaron de entrada para que ordene la macroeconomía de una vez por todas, en su favor claro, y termine con los conflictos sociales, tiene hijos y entenados entre sus apoyos. Por lo pronto el sector financiero internacional es su amigo predilecto, mas allá de chisporroteos con el FMI, el país tiene deuda que pagará religiosamente y necesita plata; de ese riñón de la timba vienen los Caputo’s boys. A ello cabe sumarles las grandes empresas multinacionales y locales vinculadas a la energía y la minería (petróleo, gas, litio, cobre son las nuevas joyas de la abuela). A ambos grupos hay que agregarle las empresas internacionales de alta tecnología, en particular Tesla, la de Elon Musk, ya que tienen una mirada puesta sobre la industria del conocimiento local, que ya ha alcanzado cierto desarrollo y potencial exportador, y las comunicaciones. Esos son entonces los tres grandes soportes del que hoy habita en Olivos y quiere ser un nuevo Julio Argentino Roca.

El “campo” siempre está, y es necesario obviamente; pero no es un aliado confiable porque siempre pide mas y encima, si no vende la cosecha, tiene poder de coerción y daño en la defensa de sus intereses. Como se sabe por la historia, además, varias veces se ha saltado de bando; como cuando abandonó a Menem y el presidente de la SRA, Alchouron, se enroló, tremendo sacrilegio, con Duhalde en los ’90.

Las multinacionales que abastecen el mercado interno, como las automotrices, dudan si quedarse y producir aquí para un mercado que se achicará, o levantar vuelo e importar desde sus casas matrices, tal vez con mayor competencia de otras multis.

Finalmente, las empresas nacionales, ni que hablar de las pymes, que abastecen el mercado interno, serán junto a la clase media y los trabajadores, las grandes perdedoras si este proyecto se impone; por lo que, con mayor o menor fuerza se oponen desde ahora.

Aunque aquí hay que computar un cambio, importante, en algunas de las mas grandes, que incluso supieron alguna vez encabezar la confrontación con el poder financiero. Ahora apuestan por sobre todo a reforzar su presencia mundial vía exportaciones, como Techint de Roca, Pan American de Bulgheroni, las empresas de alimentos y petróleo de Pérez Companc, Arcor de Pagani, las empresas de la Corporación América de Eurnekian y otras. Por tanto, en una voltereta en el aire pasaron a chuparle las medias y ponerle sus fichas a Milei; de allí la división existente en la UIA.

Es bueno con este panorama seguir esta reestructuración de la AFIP con el argumento de la baja de los costos. Como se pregunta Pagni: “¿Se va a sistematizar y se va a volver operativa a través de un gran aparato de poder que controla la agencia recaudatoria y maneja la inteligencia financiera en combinación con la SIDE?”. Justo es decir que, para apretar a los empresarios, díscolos, rebeldes y que se opongan al modelo, es mas eficiente hacerlo controlándoles las cuentas. Para asustar al resto, ídem.

En concreto el actual gobierno promueve, para que su proyecto de país tenga éxito, una rediagramación de la cúpula de poder acorde a lo que se pretende. Dándole mas peso a algunos sectores, manteniendo en un segundo plano a otros y desplazando a los que no tienen lugar en el país que se pretende.

La derecha libertaria viene también con otras cosas nuevas. Para empezar, señalemos que las clases dominantes nuestras adherían homogéneamente en el siglo 19 y principios del 20 a Inglaterra, y luego del golpe de 1955 a los EEUU. Pero sucede que, estamos en problemas Houston, en la actualidad hay una fractura en los sectores de poder tanto de Norteamérica como de Europa; una fracción propugna, con sus mas y menos, continuar con la globalización y el libre comercio mundial, la otra viene volviéndose crecientemente proteccionista frente al tren maoísta que se viene.

A la primera adhiere la mayoría de la “gente de bien” vernácula, a la segunda, compuesta en lo fundamental por Trump y la derecha facha y nacionalista europea, la acompaña Milei. Esto se produce, en parte, por la ideología de este tipo, muy de ultraderecha. Pero también es porque está decidido a atarse a la estrategia de don Donald (esperando que triunfe en noviembre) en todos los terrenos, como sostén suyo aquí. Aprovechando para ello el intento de regreso de los EEUU al control del “patio trasero” latinoamericano de forma de tratar de correr de estos pagos a los chinos y, también, en alguna medida, a los europeos. Esto le genera problemas, como salta a la vista, al presidente con un sector del poder económico local que tiene sus negocios principalmente con China, Brasil y en cierta medida con Europa. El rechazo de la Agenda 2030 en la ONU y la salida de los Brics, son la manifestación clara de este conflicto.

A todo lo anterior se agrega que las tradicionales clases dominantes locales, con sus intereses en el campo y las grandes empresas nacionales que operan en el mercado interno, ideológicamente de derecha liberal, han ido construyendo en el transcurso de muchos años un entramado comunicacional, con los medios y los periodistas mas destacados, garantizando la hegemonía de que hablaba Gramsci. Les hubiera gustado, para sentirse cómodas, que el nuevo presidente hubiera surgido del instrumento político que habían generado con mucho esfuerzo: Juntos por el Cambio. No fue así, ya sabemos. Apoyaron de todos modos a Milei, pero con críticas; sin el convencimiento que el proyecto de este sea el mejor para sus intereses (o que no tenga el riesgo de derrumbarse y los arrastre). En ese escenario el libertario, que no quiere oposición de ningún lado (aunque no los puede exterminar como el Adolf), salió a confrontar con todos ellos: apuntó a Clarín, La Nación, Longobardi, Lanata, Morales Sola, Pagni y sigue la lista, para desgastar a los “ensobrados” y a los que “viven de la pauta”. Mientras que al mismo tiempo apuesta, con la nuestra por supuesto, a pagar especialistas para dominar las redes sociales y comunicarse con la sociedad por allí. Enseñanza de Trump (también de Hitler con otros modales) para no quedar prisioneros de la vieja élite del statu quo.

Algo parecido hizo con la casta de economistas liberales al servicio de esta élite de muchos años a esta parte: Cavallo, Melconián, Broda, Lacunza, Ferreres y tantos mas, solo porque advierten que las cosas pueden salir mal como otras veces. Unos chantas, claro está, que deben ser reemplazados en adelante por otros afines al gurú, que la ven. Fin, diría el lenguaraz Adorni.
Para concluir con esta larga nota: que esté Milei en la Rosada tiene su explicación en la crisis que vive la Argentina de hace años y el fracaso de los sucesivos gobiernos, en particular del último de Alberto y Cristina, aunque la señora no se haga cargo. Tiene aquel un proyecto de país para pocos, donde los poderosos y los ricos se apropien de las nuevas joyas de la abuela y del dinero de las mayorías como tantas otras veces. Toma enseñanzas varias e importantes para llevarlo adelante de Adolf Hitler y Donald Trump. Algo para tener muy en cuenta, ya que está dispuesto a aplastar por métodos diversos a los sectores populares que se le enfrenten. Ha rediagramado la estructura de poder donde apoyarse desplazando a otros componentes de la misma en esta oportunidad, a los que también amenaza de forma diversa si protestan. Apunta, como algo de la mayor importancia, a secundarizar en la comunicación de masas a los representantes de la vieja élite, usando el ataque, la difamación, el apriete y el uso de las redes sociales para ello. Como así también a darle dura batalla a los ámbitos, como la cultura y la ciencia, donde puedan refugiarse compatriotas para resistir con ideas progreso y soberanía; ataca por ello a cantantes, actores, intelectuales y profesionales, no importa lo populares y/o destacados que sean, tiene que acallar o disminuir la importancia de sus voces. También, por supuesto, para mantener peso político, de manual, ataca a sus opositores políticos, aunque con particular saña y agresividad, a los que pueden disputarle su propio electorado.

¿Tendrá éxito en su empeño el presidente libertario? Es tipo peligroso y cruel, tiene gente poderosa sosteniéndolo y se aprovecha del fracaso de los que volvieron “para ser mejores”. Pero esto es Argentina y les ha sido difícil en la historia nuestra, a los poderosos, poner de rodillas a este pueblo. Muy probablemente este engendro de país, sueño de dinosaurios vendepatria y oscurantistas, que procura imponernos, terminará con Milei arrojado por la puerta de atrás al basurero de la historia.

HUMBERTO TUMINI
Presidente de Libres del Sur

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