La noche del domingo 15 ofreció una serie de imágenes que, una semana después, siguen siendo motivo de mucho debate. Secuencias de una película en desarrollo, que para distracción de las redes ofrece pausas como el video editado con Brutalidad Artificial, para describir el «virus K» y ofrecer la única opción posible, que es la muerte.
La descripción de las guarangadas en público y en redes de Javier Milei puede llevar a perder el foco de lo importante. De todos modos, no deja de preocupar y está bien que no exista el acostumbramiento de la normalidad.
Pero lo violento de Milei no son sus reposteos, donde además, evidentemente proyecta una carencia afectiva de la que de ninguna manera la sociedad argentina debe hacerse cargo. Psicólogos hay muchos en Buenos Aires y hasta el sistema público de salud ofrece alternativas.
Lo realmente central en la gestión de La Libertad Avanza es su modelo de país, la misión otorgada por el poder real y asumida por la simbiosis libertaria, del PRO y los siempre dispuestos Sciolis de la vida. Tratan de convertir una Argentina injusta y desigual, en una especie de enclave colonial, donde por cierto las ya deterioradas condiciones de vida de las mayorías populares tengan aún peores niveles de subsistencia.
El sacrificio del pueblo en nombre de la crisis y los privilegios de la casta. La transferencia a los ricos sin que exista, ni siquiera, la mentira esperanzadora del efecto derrame de la copa, como se instaló en los noventa, esa década que nunca terminamos de definir y que siempre está volviendo.
Acaso haya que preguntarse si alguna vez se fue del todo.
Javier Milei, economista y político
En su cuenta de X, Milei se presenta como Economista y no hace referencia a su actividad política que lo tiene, por ese mandato popular del ballotagge, a cargo de la Presidencia de la República.
Tampoco hay mención destacada a su partido, La Libertad Avanza, que aún está en proceso de formación a nivel nacional y la foto del encabezado de su cuenta es una anacrónica imagen de noviembre de 1989 cuando caía el Muro de Berlín.
Pero a pesar de todos esos elementos, que podrían ser apenas detalles, hay en Milei un elemento contradictorio, que se expresó cuando se subió a la tarima que eleva su estatura para hablar frente a un Congreso semi vacío.
Milei gritó, grita y es probable que lo siga haciendo, contra la política y los políticos. Pero ese domingo, ante «las ratas» del Poder Legislativo, sus barras, los invitados y en una Cadena Nacional emitida para una sociedad que le dio la espalda a su discurso, el Presidente dio un discurso que no hizo otra cosa que ejercer la política.
Para reafirmar su principio de autoridad, se presentó «como el primer presidente economista de la historia». Se lo criticó, incluso desde posiciones amigables, porque careció de detalles técnicos y los que tuvo fueron poco consistentes y hasta obligaron a «correcciones», como las que hicieron en un Zoom con gobernadores, el jefe de Gabinete Guillermo Francos y el ministro de Economía Luis Toto Caputo.
Milei había dicho que las provincias iban a a tener que hacer un ajuste de 60 mil millones de dólares, lo que obligó a los funcionarios a aclarar que en realidad eran «solo 20 mil millones».
Más allá de las diferencias de cifras, algo que es habitual en un país como Argentina y más todavía tratándose de proyecciones, lo concreto es que el debate por el Presupuesto 2025 tiene la comprobación a futuro, de lo que se vive con crudeza desde diciembre.
Es la letra legal de la práctica de una lógica del ajuste que, además, dada la autopercepción de liderazgo de escala mundial de Milei, tiene y tendrá un carácter histórico y sobre todo permanente.
Los que esperaban que Milei detalle el Presupuesto, un documento con cientos de páginas y planillas anexas, se quedaron con las ganas. Para eso se supone que deberá ir en algún momento al Congreso el propio Toto Caputo, que por estas horas es parte de la comitiva de un nuevo viaje al exterior del Presidente.
Para ser correctos, de los muchos que hizo antes, el que menos se puede cuestionar es este, ya que participará en la semana de la Asamblea Anual de las Naciones Unidas en Nueva York. El análisis de su presencia allí, de si le dice «hola a todos» y cierra con un «viva la libertad, carajo», nos ocuparemos en otras líneas. De todas maneras, las redes también ofrecerán ese espacio de indignación virtual, que cambia bronca por cómodos tuiteos.
Mientras tanto, para el cierre de este recorrido volvamos al lejano domingo de la presentación del Presupuesto 2025, que en tiempos de relatos de microsegundos parece una pieza de museo, a pesar de haber pasado apenas una semana.
De esa defensa del modelo Milei, en la Argentina enclave colonial, el Presidente dejó algunos principios rectores de la estuctura política y argumental del proyecto que debería aprobar el Congreso. Pero de no hacerlo, ocurrirían dos cosas: reforzaría su postura sobre que la «casta no lo deja gobernar» y tendría además una amplia discrecionalidad sin control.
El primero es la decisión del equilibrio fiscal permanente, más allá de lo que ocurra en la economía real. Dicho en términos concretos, en tres artículos (el 1, el 11 y el 70), se le otorgan al Ejecutivo facultades para disponer de las partidas si los ingresos no alcanzaran para lo que el propio Presupuesto estipula.
Ese déficit cero sostenible en el tiempo implica un ajuste que, según se plantea, se va a sostener con otros tres ejes centrales en el esquema: la ayuda social «sin intermediaciones», el desarme de las regulaciones y la intervenciones del Estado y el fortalecimiento de la Defensa y la Seguridad.
El resto, salvo el pago de la deuda externa y con acreedores privados, afuera.
Lo que viene y la advertencia a sí mismo de Milei
Ahora queda llorar a las redes o luchar en las calles, donde el Protocolo de Patricia Bullrich siempre espera. Como se vio en los últimos miércoles con los jubilados gaseados. Como se puede esperar el 2 de octubre, cuando el mundo universitario, estudiantes y trabajadores, vuelvan a hacer una movilización que debiera ser tanto o más contundente que la de abril.
Porque la proporción entre la magnitud del ajuste actual y el futuro se ve en los números del proyecto para 2025, cuando los fondos actualizados por inflación son apenas la mitad de los que desde las Universidades estiman necesario para su funcionamiento.
Ese ajuste que, como marca la historia, lleva siempre adosada la marca de la represión y que tal como asume el propio Presidente en el posteo que ayer hizo tras la derrota de Boca ante River (en ese castellano extraño que maneja que a veces lo lleva a decir soccer en vez de fútbol), «podés hacer todo lo que quieras, lo que no puedes es evitar los costos».