El Teatro Gran Rivadavia albergó el pasado sábado el sonido joven del blues contemporáneo. Bajo el azul de las luces, una voz futurista convocó a Christone “Kingfish” Ingram al escenario, que se presentó tras DeShawn “D-Vibes” Alexander, en los teclados, Paul Rogers, en el bajo, y Chris Black, en la batería.
Oriundo de Clarksdale, Mississippi, el artista de 25 años orquestó un ritual para el público argentino. “People all around livin’ peaceful/ They ain’t doing nobody no wrong” (“La gente en todos lados vive en paz/ No le están haciendo ningún mal a nadie”): comenzó la congregación con su “Midnight heat”.
Para sentar las bases de la noche, se ofreció al público con una poderosa interpretación. Kingfish conoce el kairós, el momento oportuno en que llevar los sonidos a su punto justo. Es que su fuerza no impide que el artista de lugar a lo nimio, y maneje los matices, como un maestro de ceremonias que da al público lo que no sabía lo que necesitaba.
De ese modo, continuó con “Fresh Out”, un blues de medio tiempo que anunció la iniciación del “recién salido”. Solo entonces, el reggae se mezcló entre “Another Life Goes By” y el espectáculo se puso al servicio de la demostración: la banda maneja todos los géneros. Así se mostró su lado lúdico, con el detalle de “D-Vibes” referenciando en su solo a “SpottieOttieDopaliscious”, del dúo de rap OutKast.
Una misa para el blues
Con “Empty Promises” se abrió el espacio a la sensibilidad, y los presentes celebraron una atmósfera melancólica y poderosa. El artista se está purgando en su viaje, convocando sus recuerdos: “Thought I had a chance to start all over” (“Pensé que tenía la oportunidad de empezar de nuevo”).
Sin pausas, “Not Gonna Lie” liberó su energía funkera. Fue sin advertencias que, entremedio de los solos de bajo, piano y batería, Kingfish dejó el escenario. La incertidumbre se instaló en el aire.
Entonces, la guitarra volvió a sonar. Comenzó a escucharse un barullo detrás de las butacas y apareció de nuevo el músico en el fondo de la sala, con “Mississippi Nights”. Si una “medianoche” lo presentó en el escenario, las “noches” bluseras lo trajeron de vuelta.
Con luces blancas mirando a Kingfish, caminó entre la gente de pie, y el Rivadavia tomó el clima de una misa gospel. El artista no tiene que impostar lo espiritual, solo camina con la energía de lo encarnado. Aunque no se lo pudiera ver entre la multitud, en un gesto igualador, desplazó el foco del escenario y lo puso entre los espectadores.
Consagración
Ya mezclados en cuerpo y alma, Kingfish subió al escenario y mostró que no dejó de haber algo especial en él. Sobrado de actitud, devuelto a su altar, tocó con la boca su guitarra, para no dejar dudas de su virtuosismo. En ese momento, con referencias al jingle de Nickelodeon incluidas, recordó que el gran artista es también un joven noventero.
Es ahora, consagrado, que ya puede predicar: “Talkin’ to my neighbors/ Listenin’ to my friends/ Everybody’s hurtin’” (“Hablando con mis vecinos/ Escuchando a mis amigos/ Todo el mundo está sufriendo”). “Children of the future/ Better find a better way” (“Niños del futuro/ Encuentren una mejor manera”), advirtió “Hard Times”.
Entonces, se tomó un momento y las luces se volvieron blancas para honrar a su madre, Princess Latrell Pride Ingram, quien falleció en 2019. “She made a deal with the angels and then never let go/ So I could sell my soul to rock and roll” (“Ella hizo un trato con los ángeles y nunca lo soltó/ Para que yo pueda vender mi alma al rock and roll”), cuenta la historia de sus esfuerzos tras la ausencia de su padre, en “Rock & Roll”.
“I’m leaving this town tomorrow/ I got many places to see” (“Me voy de esta ciudad mañana/ Tengo muchos lugares para ver”), anticipó, cuando el espectáculo llegaba a su fin, con “Outside of This Town”. Luego de ofrecerse en cuerpo y voz, está listo para seguir divulgando su palabra: “Want people to remember my name” (“Quiero que la gente recuerde mi nombre”).
“662” dio el cierre para dejar la marca de sus raíces. El número es la característica de Mississippi, la “cuna del blues”, con la que los músicos dejaron el escenario.
Para dar la bendición final, los argentinos corearon un “olé, olé, olé” de alabanza. Es cuando “D-Vibes” volvió para interpretar parte de “Eleanor Rigby”, de los Beatles, hasta que los otros miembros de la banda se sumaron.
El cierre definitivo lo dio “Long Distance Woman”, para una potente despedida: “If missing me is hard/ It ain’t as hard as missing you” (“Si extrañarme es difícil/ No es tan difícil como extrañarte”).