En Miramar, ver el horizonte es casi una actividad perfecta. Uno se enfrasca en sus pensamientos y respira hondo. Sin embargo, en la lejanía puede observarse una sorpresa: el lomo de una ballena asoma negro y redondeado.
Hace ya algunos años que los lugareños, y quienes visitan dicha ciudad, pueden disfrutar del avistaje de las ballenas. Al investigar se aprende que los meses ideales para verlas son de julio a octubre, cuando inician su ruta de tránsito obligado en el proceso migratorio y el lugar perfecto para observarlas de cerca es la zona de ingreso al Vivero Municipal. Según los especialistas, se trata de la especie Eubalaena australis, que llega en invierno y se queda hasta bien entrada la primavera.
Por esta razón, la Fundación Cethus en el 2013 inició un programa de investigación científica en las costas de Miramar para dar cuenta del comportamiento de ballenas y cetáceos, sobre todo de la ballena Franca Austral. La organización realiza relevamientos constantes para conocer el uso del hábitat y comprender mejor su biología y ecología con el fin de generar estrategias de conservación efectivas. De hecho, el relevamiento con fotografías y drones permite su individualización y seguimiento a lo largo de los años y áreas geográficas mediante la utilización de técnicas no invasivas. Además, a partir de la presencia de este animal se llevaron adelante capacitaciones y talleres de sensibilización con el fin de promover un avistaje responsable.
Los expertos enseñan que las observaciones deben hacerse siempre desde la costa y, en caso de estar embarcados, no hay que acercarse a los animales ni molestarlos. “No hay que olvidarse que, más allá que la ballena Franca Austral sea un animal tranquilo que muchas veces se acerca a las embarcaciones por curiosidad, no deja de ser silvestre, pesa alrededor de 40 toneladas y se encuentra en su medio”, explican desde la Fundación. “De no manejarse correctamente y con precaución podría ser riesgoso tanto para las ballenas como para las personas que se acerquen a ellas”, agregaron.
La Ballena Franca Austral
Las hembras adultas de la especie Eubalaena australis, también conocida como Ballena Franca Austral, pueden alcanzar los 17 metros de longitud máxima y son más grandes que los machos, que llegan a los 15 metros de largo con un peso máximo de unas 40 toneladas. Son cetáceos misticetos, lo que significa que filtran el alimento con centenares de barbas de queratina (de hasta 2,5 m de largo) suspendidas de la mandíbula superior. Ellas se alimentan de crustáceos pequeños, principalmente krill y copépodos, pudiendo ingerir hasta 2 toneladas por día en la época estival.
Las hembras paren por primera vez cuando llegan a los 9 años y tienen una cría cada 3 años, con un año de gestación, un año de amamantamiento y uno de recuperación antes de una nueva preñez. Al nacer, las crías miden 4 metros y pesan una tonelada y a los 3 meses alcanzan unos 8 metros y pesan entre 7 y 8 toneladas. El período de lactancia dura cerca de un año y en las primeras semanas de vida pueden aumentar hasta 150 kg por día.
El Corredor Azul por el cual las ballenas cruzan de una punta a otra el continente, de sur a norte, en su ruta migratoria es otra de las maravillas de la naturaleza. La posibilidad de verlas retozar, alimentarse, exhalar aire por su orificio superior y escuchar ese ruido tan característico es un placer para quienes aman la naturaleza.