Hay algo llamativo que comienza a ganar terreno en redes sociales: el fenómeno de trading, una nueva forma de libertad financiera a partir de la cual se intenta instalar que cualquier persona, por sí misma, puede hacerse millonaria invirtiendo online. La regla es simple: generar beneficios mediante la compra y venta de acciones, commodities, divisas u otros activos digitales. Los discípulos del trading no tienen bandera y hay de todas las nacionalidades, aún así lo curioso es que -en su mayoría- son jóvenes que explican a otras personas cómo hacer su vida más exitosa. Aparecen como maestros financieros de un mundo paralelo que promete gloria y éxito, aunque con una excepción: todo trader debe ser capaz de dominar un análisis técnico y tener una estrategia concreta al momento de operar sus activos, de lo contrario, ese mundo puede desmoronarse en cuestión de segundos.
Bajo esta nueva modalidad de supuesta “libertad financiera”, el ser pobre se presenta como una consecuencia inevitable para quienes no cumplen con los estándares de superación personal. Todo trader debe tener una mente exitosa y ganadora, y aunque el éxito no está garantizado, la condición es clara: no hay lugar para el fracaso o el cansancio. La pobreza no es vista como algo multidimensional, sino como el reflejo de una mente destinada al fracaso, culpabilizando incluso a aquellas personas que enfrentan circunstancias que exceden su control. En ese mundo paralelo, solo basta con tener una mentalidad ganadora, una computadora y la capacidad de aplicar estrategias concretas para operar con éxito. Y quien no lo alcanza, se ve acechado por una especie de mal, ya sea porque no se esforzó lo suficiente o no tomó las decisiones “correctas”.
El mundo paralelo del trading enseña a las personas que solo hace falta tener una mentalidad ganadora, una computadora y la habilidad de aplicar estrategias concretas para tener éxito.
Los discípulos del trading aparecen en todos los rincones digitales: no solo en Instagram o X (antes Twitter), sino también en plataformas como Tik Tok. Y aunque no lo expresan abiertamente, esta nueva modalidad financiera sugiere que cada “potencial” inversor debe actuar en solitario, lo que lo aísla aún más de su entorno. La vida a través de las pantallas se reduce así a pequeñas cápsulas de información económica impartida por traders o influencers que promueven la idea de que el que está mal es porque quiere, o porque no hace lo suficiente. Lo peligroso de esta fórmula “mágica” es que cada vez más jóvenes se lanzan a la compra y venta de activos financieros, convencidos de que ese mundo de fantasías y éxito es realmente posible.
Sin embargo, esta filosofía de “todo o nada” ignora que la vida misma es impredecible. Se vende en internet con la misma facilidad que los libros de autoayuda: soluciones simples a problemas mucho más complejos. Después de todo, ¿quién no desearía hacerse millonario en cuestión de semanas, visitar el Caribe y pasarse los días de excursión? Entro a la red social de X y veo un nuevo posteo que dice “as corny as it is, trading actually changed my life” -en español, “por cursi que parezca, el trading realmente cambió mi vida”. La receta de la libertad financiera se esparce por todas partes. Me invade el terror. Los discípulos del trading están por todos lados. Nos acorralan con la promesa de un mundo donde todo es posible. Nos hacen creer, aunque sea por un rato, que la vida de Elon Musk está al alcance de la mano.