Mientras se dilata la anunciada reacción militar de la República Islámica de Irán contra Israel, luego del asesinato de uno de los líderes de Hamas, Ismail Haniyeh, Washington le proporciona asistencia militar, financiera, y política a Tel Aviv.
La credibilidad estratégica de ambos países pone en jaque el desarrollo de una confrontación armada con implicancias geopolíticas. Nota al Pie analiza el estado de la disputa entre las dos grandes potencias de Oriente Medio, una región especial.
Un asunto de credibilidad estratégica
Tras el asesinato de Haniyeh en Teherán, fue la propia máxima autoridad iraní, el ayatolá Seyed Alí Khamenei, quien confirmó la decisión de atacar Israel, aunque se desconozca el momento, la intensidad y sus artífices.
Se especula con supuestas presiones de Moscú, una política de contención de Beijing y las potencias sunitas, así como de la amenaza de Washington y el occidente europeo contra Irán.
La dilatación parece tener un sólido argumento militar: hasta no agotar las existencias de munición del Iron Dome y exponer sus debilidades, el lanzamiento de proyectiles contra el sofisticado sistema de defensa israelí genera más costos para Tel Aviv que para Teherán y sus aliados chiítas.
Además, la fatiga operacional israelí podría arrastrar un desgaste político dado que la única respuesta contundente para contener al enemigo es, en efecto, la operación terrestre para alejarlo de sus fronteras.
La defensa de los intereses vitales de ambas partes también se pone en juego en el avance de Tel Aviv sobre las zonas de operación de Hezbollah en Líbano y Siria.
A riesgo de perder su credibilidad estratégica, Israel pretende recuperar su efecto disuasorio, amenazado desde la Operación Inundación al-Aqsa; al igual que Irán, que debe demostrar capacidad para respaldar a sus asociados.
Ambos están atrapados en un conflicto de intereses histórico que condiciona el enfrentamiento presente. La crisis actual suspendió el camino de los Acuerdos de Abraham que venía tejiendo Tel Aviv con los países árabes, y Teherán no puede renunciar a su rol de potencia chiíta en una región mayoritariamente sunita.
A la ventaja estratégica de Israel que le concede el monopolio nuclear se le suma, provisoriamente, la creencia generalizada de las naciones árabes enemistadas con la república islámica de que Tel Aviv actuará como “paraguas” ante cualquier agresión.
Movimiento de tropas y Declaración Conjunta
Por otro lado, el rol de Estados Unidos sigue siendo fundamental, aunque no decisivo. Pese a los vaivenes políticos entre el premier Benjamin Netanyahu y el presidente demócrata Josep Biden, desde el 16 de octubre de 2023 la primera potencia militar le transfirió el control de la reserva estratégica de municiones que guarda en Israel, además de 14.000 bombas.
Si bien Washington promueve el cese al fuego y Tel Aviv se resiste a renunciar a la campaña militar en Gaza, Estados Unidos aclaró que apoyará a Israel independientemente de la resolución del asunto. En ocasión de la amenaza iraní, Biden reforzó el apoyo militar, pero también el financiero.
No obstante, la novedad reside en la declaración conjunta de Estados Unidos junto al Reino Unido de Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia en apoyo a Israel y exigiendo a Teherán que “deje de amenazar” con acciones militares.
A la declaración de cobeligerancia y el movimiento efectivo de tropas, Biden le suma presión a Netanyahu para que considere el plan de cese al fuego. Una eventual escalada podría expandir el conflicto a nivel internacional, abriendo un nuevo frente de batalla para un dispositivo militar y político estresado como el norteamericano.
Por último, Washington reconoce que el apoyo incondicional es incompatible con su política de alianzas, cada vez más frágil, en Oriente Medio.
Mundo islámico unido
Otra tendencia que complejiza la ambición israelí es la presunta unificación del universo islámico tras la causa palestina. La temprana explosión del hospital al-Ahli en octubre en Gaza generó una protesta masiva que el mundo árabe acompañó.
Desde Arabia Saudita hasta Egipto y Marruecos, ligados históricamente a los intereses de Washington, tomaron nota de las manifestaciones por el desastre humanitario.
La reciente reunión de emergencia de la Organización de Cooperación Islámica que cobijó Ryad terminó de cerrar filas para que los 57 países miembros condenen la ofensiva israelí en Gaza y acusen a Tel Aviv por el asesinato de Hayineh.
El retroceso estratégico de Estados Unidos e Israel en el terreno diplomático también se expresa en el plano geopolítico. El islam, recorrido por tensiones internas potentes, ha sido capaz de subordinar sus contradicciones en favor de la causa musulmana.
La suspensión israelí del diálogo para normalizar relaciones con Arabia Saudita hasta que se resuelva la crisis se presenta como un obstáculo que favorece el enrolamiento saudí con el conjunto del mundo islámico, un escenario indeseado para Washington.
Rusia y China juegan sus cartas
Agazapadas y a la espera de un retiro militar de Estados Unidos en la región para ocupar el vacío con determinación, Moscú y Beijing se involucran. Rusia consolida su presencia militar en Siria por su articulación con Bashar al-Asad, así como sostiene su alianza con Irán.
Vladimir Putin sí le sugiere a Teherán que su ataque “sea moderado” dada la necesidad rusa de importar misiles de fabricación iraní de largo alcance para debilitar a Ucrania. Netanyahu, que evita a toda costa confrontar con Moscú, por lo pronto se mantiene en silencio con respecto a dicha alianza.
En tanto, China afianza el vínculo económico con Irán comprando cerca del 93% del petróleo que exporta. Además, ser el tercer socio comercial de Israel tras Estados Unidos y la Unión Europea, también le da cierto margen de acción.
Su estrategia política de unir a las 14 facciones palestinas y legitimar a Hamas deja en evidencia su capacidad de ser parte sin ser contendiente, un escenario similar al que sucede con Ucrania.
El tiempo: un recurso finito
A la complejidad del frente externo, a Israel se le suma la volatilidad política interna. Mientras reclama asistencia militar, los movimientos del ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, acorralan a Netanyahu.
El líder del partido supremacista Otsmá Yehudit organizó una provocadora marcha con 1.300 partidarios del ala radical hacia el Monte del Templo en Jerusalén, histórico sitio sagrado islámico. A su vez, el estrés económico y financiero israelí producto del costo de la guerra también aprisionan al gobierno nacional.
Teherán sabe que no tiene oportunidad militar frente a Israel en el corto y mediano plazo, por lo menos hasta no emparejar el poderío nuclear enemigo. El desgaste económico, financiero y diplomático sí se le presenta como una ventana geopolítica concreta.
En cambio, el tiempo corre en contra de Tel Aviv, que amparada en su potencia militar observa cómo pierde terreno en el resto de los frentes. Con el asesinato de Hayineh, Irán realiza una demostración de fuerza anunciando la represalia, a sabiendas de que dilatarla es conveniente.