Por Laura Hintze
Desde Córdoba
Laura Gallo y Marcos Tomasoni están sentados en la cocina de su casa, uno al lado del otro. Van pasando el mate y picoteando algunas frutas —pera, banana, mandarina— y una torta tibia, recién desmoldada. Tienen 40 y 44 años respectivamente y juntos son varias cosas: compañeros, familia y Matria Permacultura, el campo de acción, de militancia y trabajo que construyeron en los últimos once años.
Viven en el paraje Corralito, a pocos kilómetros de Luyaba, en la parte sur del valle de Traslasierra (Córdoba). Están en lo que se dice «el bajo», alejándose de la montaña, donde todo es más seco: el suelo es de guadal, el sol pega fuerte aún en el invierno, las plantas nativas resisten, el agua que llega —a veces llega— es la última de la acequia. Viven en una casa de barro luminosa, fresca y acogedora.
Matria Permacultura es, según Laura y Marcos, un híbrido entre una organización, un trabajo, un proyecto familiar y un espacio de militancia. Lo que hacen es diseñar, asesorar, formar y construir desde el paradigma de la permacultura: una forma de ver y construir el mundo en armonía con el ecosistema, utilizando herramientas de ingeniería, diseño, construcción y arquitectura, siempre en busca de la regeneración.
Su proyecto tiene tres patas fundamentales. La laboral, la militante y la comunicacional. No existiría el proyecto si no pueden irradiarlo para todos lados. Por eso dan cursos —presenciales y virtuales, arancelados y gratuitos— y sostienen semanalmente un programa radial —“Matria te lo cuenta y te lo canta”— que se escucha todos los miércoles a las 21 en FM Las Chacras y después se encuentra en formato podcast en Spotify y en Youtube.
«Es nuestro campo de acción” dice Marcos. “Con nombre de permacultura, pero que nos permite a nosotros resolver casi todo lo que creemos que tenemos que hacer en este plano en pos de la regeneración. Es nuestra matriz para elegir el lugar de vida, constituir nuestra familia, nuestra comunidad, y fue evolucionando y ahora es también nuestra dimensión laboral.»
Laura suma: «Nosotros somos visceralmente militantes sociales y ambientales. Nos mueve la fibra más honda cualquier dimensión de la injusticia social que se viva. Entonces no sólo sucede que nuestro espacio laboral rentado nos resuelve nuestros espacios de cosmovisión, sino que lo hacemos para que más personas puedan ir replicando estos modelos, no porque se llame permacultura, ni porque sea Matria, sino porque creemos que es un horizonte al cual ir para salirnos de este caos social y ambiental en el que estamos».
Permacultura, una forma de habitar el territorio
El trabajo principal de Matria es la realización de diseños de permacultura en terrenos que se eligen para vivir. Es un proceso distinto, más abarcativo del territorio que el de la bioconstrucción, que se centra en una construcción respetuosa con el ambiente y la integración arquitectónica con el entorno.
La permacultura se trata más de un estilo de vida y una forma de habitar y relacionarse con todo: la alimentación, el agua, los recursos naturales, la cotidianidad. De hecho, Matria no asesora en bioconstrucción, sino que delega esa tarea a bioarquitectos y bioconstructoras de la zona.
Cada vez que entregan un plano, dicen, la relación llega al punto del enamoramiento total. “Nos queremos ir a vivir con todos los clientes”, confiesa Marcos sonriendo. El proceso de diseño de un territorio tiene varias etapas y todas son de intimidad profunda con las personas que lo van a habitar. Laura y Marcos ofician de traductores entre esos habitantes y la naturaleza, y para eso necesitan entender qué pasa en ese ecosistema.
Lo primero que hacen cuando se vinculan con alguien que les pide un diseño es decirles que no limpien el territorio, para poder analizarlo con todos los seres que lo habitan. Después, les cuentan a las personas qué dice el lugar y les marcan cuánto se puede o no de lo que quieren en función de la topografía, el clima, la vegetación.
“El proceso de diseño tiene su parte súper técnica, que es que te vamos a terminar diciendo dónde va tu casa, dónde va tu invernadero, pero en el tránsito de eso hay un montón de cuestiones de cercanía con la intimidad de la familia y con la intimidad del lugar que hacen que el trabajo sea apasionante”, explica Laura.
La relación con la gente, con los clientes, no es una excepción. Es parte del paradigma al que apuestan desde Matria: no ser indiferentes con el otro, no entregar un proyecto y que las personas después vean qué hacen con eso. “Son muchas las familias que en la urgencia cambian drásticamente de ecosistema. Están en la ciudad, compran una tierra acá y ya quieren hacer la casa, venirse a vivir. Y es muy grande el shock. Somos responsables en que tenemos que acompañar esos procesos y que esos procesos nos van a pedir a nosotros como alguna especie de colchón psicológico, ¿no? Toda experiencia ha sido, finalmente, muy, muy enriquecedora”, concluye Marcos.
De la ciudad a las sierras
Marcela Larraquy compró hace dos años el terreno donde construirá su casa y el equipo de Matria fue el primero en pisarlo. La palabra que eligió para describir la experiencia fue “descubrimiento”. Y la nombra con una fascinación total.
“Yo nací, me crié, viví en Buenos Aires. Ahí es todo cemento y lo que no podés lograr de manera armónica se logra enchufando cosas. Si tenés frío prendés la estufa, si tenés calor prendés el aire. Acá todo cambia. No hay gas natural, la electricidad es cara y tiene muchas bajas y subas en la tensión. Entonces, o te traés la ciudad o cambiás y vivís de manera más armónica. Mi premisa fue no traerme la ciudad”, cuenta.
La primera vez que vio su terreno, Marcela señaló un punto donde quería su casa. Después pasó Matria. Vieron cómo corre el viento, por dónde cae el agua cuando llueve, las alturas del terreno, de dónde sale el sol y dónde se pone. Tuvieron además varias entrevistas en las que hablaron de su proyecto. ¿Quería huerta o gallinero o hacer talleres literarios? Y finalmente llegaron las propuestas: un informe, varios planos, sugiriendo dónde ubicar cítricos y paltos, la casa, cómo armonizar sin arrasar con el monte. La mujer resume el proceso con una sola palabra: “Es genial”.
El formato de diseño más básico para una familia con una parcela de aproximadamente una hectárea puede implicar trabajos de recabado de información y procesado mayor a los tres meses, si es que hay urgencia por el diseño. Los tiempos de montaje dependen de muchos factores, pero en general van desde los seis meses, que es lo que se puede tardar en construir un módulo habitacional, hasta varios años en terminar de montar todos los elementos del diseño: caminos, cultivos, reservorios de agua, etcétera.
De lo micro a lo macro, de lo individual a lo colectivo
Pareciera que trabajan de construir pequeñas trincheras. Ellos, sin embargo, prefieren llamarlos «úteros»: cada proyecto, cada casa, es un lugar que gesta una nueva humanidad. “Yo acá, en este útero, en este nido que es mi casa, voy a generar todas las condiciones de ese micromundo que espero que en un momento sea un macromundo”, dice Laura. Es el final de una hora de entrevista fluida de gestos, miradas, risas y mucha información. El encuentro se extiende varios minutos más antes y después de haber prendido el grabador. Con ellos nada es frío, calculador, expeditivo.
El proceso de maduración más complejo de Matria fue el de reconocer la pata laboral, es decir, cobrar por lo que hacen. Al principio, la reacción del afuera fue hostil: ¿Cómo van a cobrar por eso? De a poco, ellos la transformaron en otra pregunta: «¿Cómo no vamos a cobrar si estamos trabajando de esto?».
Una vez un amigo se les plantó: les dijo que quería pagarles para que ellos hagan eso todo el tiempo, que vivan de «la perma». Si no cobraban, señaló, lo harían solo en sus tiempos libres.
“La perma lo tiene como un principio de diseño: resolver la economía con una retroalimentación positiva. Eso para nosotros era claro pero no lo terminábamos de enfocar”, cuenta Marcos. La pandemia fue clave para encontrar el foco, porque encontraron en lo virtual un campo de acción. “Y ahí nace tal vez la Matria que es hoy: una Matria que todos los meses brinda una formación virtual y que a través de esa virtualidad se relacionó con un montón de personas, que después nos llaman para que lo sigamos asesorando y así formamos otros técnicos y otros profesionales, y encontramos nuestros clientes”.
En once años de existencia, Matria lleva acompañado más de 40 procesos, entre familias y ecoaldeas que eligen diseñar sus proyectos desde la permacultura. La mayoría está en el Valle de Traslasierra (Córdoba).
Encontrarás el camino
La militancia de Marcos y Laura comenzó en su primer territorio: Oncativo (localidad del centro de Córdoba). Ahí encararon las primeras luchas contra el uso de agrotóxicos y después la construcción de Paren de Fumigarnos en Córdoba y en todo el país. En 2012 participaron del juicio por las fumigaciones en el Barrio Ituzaingó Anexo (de la capital provincial), estuvieron en debates y redacciones de ordenanzas y legislaciones varias, y de a poco quedaron agotados. Entonces decidieron resetearse. «Agarramos la mochila y nos fuimos a buscar esa América profunda que habíamos leído, escuchado y cantado», sintetiza Marcos.
La permacultura apareció en Quito (Ecuador). Escucharon de un curso, pero ellos no tenían dinero (se trataba de una formación de dos meses a un costo de 500 dólares). Cambiaron la mitad del valor por trabajo voluntario y el resto lo pagarían al final. Pero la plata no llegó. Entonces les ofrecieron diseñar los tratamientos de agua para un proyecto de diseño de permacultura. Y flashearon. Dicen ahora, más de diez años después, que ese trabajo fue la varita que les tocó.
“Cuando creamos Matria veníamos de un proceso de militancia ambiental bastante grande y desgastante. Nos encontrábamos todo el tiempo con un panorama oscuro, lleno de enfermedades, frente a un sistema que te planteaba rentabilidad versus salud. Veíamos muy lejano y difícil poder construir otra cosa. Pero la permacultura nos acercó una inyección de esperanza de vida y herramientas concretas para construir el mundo que queríamos”, cuenta Laura.
Apenas regresaron al país, Marcos y Laura volvieron a sus espacios de militancia a contar lo que traían: que la forma de cultivar, de construir tu casa, de construir espacios educativos, de dimensionar otras economías, era posible y había herramientas concretas para hacerlo. Se podía seguir resistiendo y denunciando, y a la vez, se puede ir construyendo el mundo con el que sueñan.
De agua somos
Una nube de humo cubre las sierras durante la entrevista. El último incendio que azotó la zona está en pleno desarrollo y lo estará por tres días más, cuando los bomberos voluntarios y las brigadas comunitarias de la zona logren apagarlo. En total, serán unas 8.000 hectáreas las afectadas. El contexto no es indiferente durante la entrevista. La sequía y el fuego es un tema que preocupa y ocupa en la zona, y el agua es el que ocupa y preocupa a Matria.
La zona de las sierras de Córdoba recibe cada año más y más habitantes. Les dicen “los venidos” —muchas veces son familias enteras—, que llegan de las grandes urbanizaciones (Córdoba, Buenos Aires, Rosario) para buscar una vida más tranquila, cerca de la naturaleza, amistosa con el ambiente y las personas.
Las ciudades, pueblos y parajes crecen sin diseño ni planificación. Vienen nuevos vecinos, venden terrenos, construyen casas, hoteles o cabañas, en los rincones que dé la sierra. A eso se le suma la sequía que azota a la región. Y el agua empieza a ser un bien preciado.
El agua es el eje fundamental del proyecto de Matria. Todo diseño que venga de ahí tendrá un foco especial en el cuidado, la cosecha y la siembra de este elemento, que Marcos y Laura consideran un ser vivo. Una de las razones es técnica: Marcos es ingeniero químico y desde antes de conocer la permacultura trabaja con tratamientos ecológicos de agua. Las otras razones aparecen en el plano del realismo mágico.
Cuando estaban estudiando permacultura, el profesor les dijo que cada proyecto tiene el foco de la energía puesto en un elemento. Ni Marcos ni Laura lo vieron tan claro: ¿cómo se elige un elemento a desarrollar? Ellos están convencidos de que fue el agua el que los eligió. “Transitamos un camino y terminó siendo el eje central de nuestro proyecto, pero sin proponérnoslo. Sentimos que nos hemos hermanado con el agua, que ella nos necesita para este mensaje y nos va llevando por distintos lugares y nosotros fluimos. A mí me resulta súper emocionante”, dice Laura.
Después vinieron a Traslasierra, a un campo que durante tres años tuvo problemas de agua. “Nos la re pegamos”, resume Marcos. “Hasta que logramos entender este ecosistema…bueno, nos agarró una sobrevaloración de cada gota. Y todo nos guió a ponerle mucho ojo al agua. Nos obsesionamos”. Matria lleva diseñados unos treinta proyectos de Tratamientos Ecológicos de Aguas, y formado en la técnica a más de 500 familias, arquitectos y constructores, tanto a través de cursos presenciales como virtuales.
Laura y Marcos consideran que la problemática del acceso al agua en Traslasierra tiene que ver sobre todo con una cuestión muy concreta y técnica: la variación abrupta en el patrón de distribución de lluvia. Es decir, llueve lo mismo que hace 30 años pero esa caída de agua se concentra un 80 por ciento en dos o tres meses, aún sin haber impactos de cambio de uso de suelo muy drásticos arriba de las nacientes.
«Ese elemento modifica mucho los caudales que proveen de agua a todos los parajes del sur del valle. Y todo eso nos llevaría tal vez a otro debate: ¿cuál es la causal de ese cambio? Si es un cambio, si es una manipulación, si es efecto invernadero, si son los chemtrails (por la teoría de los aviones que rocían estelas químicas con fines no muy claros)», dice Marcos.
A eso se le suman otras variables, como los incendios, la variación en los caudales de la acequia y el ordenamiento territorial: entender el lugar, sus características, posibilidades y limitaciones y preguntarse sobre todo cuánta carga de población resiste.
“La permacultura va a responder siempre que todo problema es un problema de diseño. Esto que tenemos hoy es un modelo de diseño: que se incendien los campos, que tengamos mucha o poca agua, que quieren hacer un acueducto. Es un modelo de diseño basado en un paradigma extractivista, minero, colonialista, positivista, ¿No? Desde Matria creemos que la transformación tiene que pasar en un momento por un cambio de paradigma que puede sonar muy amplio y poco urgente. Entonces, frente a eso, lo que decidimos es que al menos combinemos la herramienta del diseño”, explica Marcos.
Desde hace dos años y medio, Matria coordina el grupo de Diseño Hidrológico de Traslasierra, que es una formación libre, gratuita y mensual para todos los vecinos y vecinas de la zona, y por la que ya pasaron unas 70 personas.
El objetivo es concreto: entender de qué va el diseño hidrológico y cómo leer un territorio como el que habitan; entender dónde están las cuencas, las nacientes, cómo se recarga de agua el lugar y qué posibilidades tienen de dialogar con la carga natural que tiene y de diseñar e intervenir estratégicamente para aprovechar lo más posible y bajarle un nivel de tensión al tema de la existencia o no de ese recurso.
El curso tiene otro objetivo: sembrar herramientas. Que cada quien pueda empezar por el diseño de un patio, seguir por la casa, el barrio y —por qué no— la región. Que cada quien pueda entender qué pasa para dar un debate con altura técnica cuando llegue el momento de discutir el territorio.
Para Marcos y Laura es fundamental que no sólo ellos, sino la población en general, entienda qué sucede. Es decir, conocer la problemática en profundidad y sus posibles soluciones para no depender de ir a reclamarle algo a un poder que a veces tampoco sabe qué es lo que está pasando. “Si hay una problemática que tiene que ver con la falta de agua o con su mala distribución, la topografía nos va a decir cómo se constituyen las cuencas que alimentan a todo el paraje y cómo se puede mejorar eso. Lo podemos hacer primero en nuestro patio y cuando seamos un grupo de vecinos del valle con este entendimiento podemos incidir en las decisiones que se están tomando a sabiendas de lo que está pasando”, afirma.
La permacultura, explican desde Matria, tiene una premisa clara: lo simple que son las respuestas a lo que nos hicieron creer que son problemas muy complejos. Las dificultades residen tal vez en intereses económicos, políticos, y en la testarudez de pensar que hay cosas que no funcionan o no son accesibles.
Para Marcos y Laura, esas respuestas simples empiezan a encontrarse en pequeños núcleos: la casa, uno de ellos. “En otros ámbitos de la militancia uno se encuentra frente a una realidad abrumadora contra la que queremos luchar. Y eso a veces genera un grado de desesperanza en la persona. Nosotros tenemos un dicho: vamos a fitodepurar el mundo, pero se empieza por la depuradora de nuestra casa. Queremos que cada persona empiece a hacer su propia experiencia y esa experiencia sea expansiva”.