Desde principios de julio se puede disfrutar en la actual cartelera porteña de “Operarius”, la última creación de Julieta Grinspan. Bajo la acertada dirección de Carlos Belloso, su trama se potencia exponiendo desde sus cimientos la precariedad laboral y la deshumanización del sistema capitalista.
Con un elenco elogiable, se ofrece una experiencia teatral que no solo entretiene sino que se vuelve un verdadero catalizador de reflexión y debate en los momentos que corren. Las funciones son los sábados a las 21 en la sala Hasta Trilce (Maza 177, CABA).
Su trama se desarrolla en un escenario distópico que, de igual manera, resulta demasiado familiar, ya que en los últimos tiempos es casi noticia diaria el derrumbe de una obra en construcción en la Ciudad de Buenos Aires.
Esta vez, es una empresa constructora llamada CORES la protagonista, la cual ha excavado un pozo tan descomunal que amenaza con devorar la ciudad entera. En este contexto apocalíptico, el dueño de la empresa se embarca en una búsqueda desesperada por encontrar al albañil capaz de llenar el vacío y materializar su ambicioso proyecto inmobiliario.
Lo que parece una premisa absurda se convierte de inmediato en una metáfora punzante de la realidad socioeconómica actual.
A través de una prosa poética cargada de crueldad y humor negro, Grinspan teje una fábula donde el ser humano es relegado al absurdo, donde además se expone las tensiones de la lucha de clases y la puja distributiva que subyacen en el corazón mismo del sistema capitalista.
Un trio certero bajo una mágica dirección
La trama es un laberinto de tensiones y conflictos que se desarrollan en un contexto de crisis y desmoronamiento. La búsqueda del albañil se convierte en una metáfora de la búsqueda de la dignidad y el respeto en el trabajo.
Grinspan muestra cómo el sistema capitalista puede llegar a ser opresor y explotador, y cómo la supresión de la obra pública es solo una de las manifestaciones de esta opresión. Carlos Belloso, con gran audacia en su dirección, logra un manejo magistral del absurdo y el grotesco.
A su vez, guía a les actores por un terreno resbaladizo entre la comedia y la tragedia, lo que logra que cada gesto exagerado y cada palabra reiterada construyan un universo coherente en su locura.
Las actuaciones de Julia Nardozza, Esteban Parola y la propia Julieta Grinspan son muy buenas, cada uno encarna con convicción los arquetipos del operarius rebelde, el empresario avaricioso y la mediadora atrapada entre dos mundos.
El trío logra una química escénica que mantiene al espectador en vilo, alternando entre la risa nerviosa y la incomodidad reflexiva. Por otra parte, la puesta en escena, austera pero efectiva, potencia el mensaje de la obra.
Un escenario en penumbras, dominado por una puerta que simboliza el umbral entre la explotación y la resistencia, y un fondo que evoca el abismo del pozo, crean una atmósfera opresiva que refleja la angustia de una sociedad al borde del colapso.
El vestuario y la iluminación, cuidadosamente diseñados, complementan la estética de pesadilla urbana que permea toda la producción.
“Operarius”, en resumen
«Operarius» es una obra que no solo entretiene, sino que también hace pensar. La temática social está magistralmente desarrollada, y la sutileza y picardía con la que se presenta le dan una profundidad y una intensidad que van en aumento a medida que se desarrolla la historia.
Y además de seguro hará reflexionar al espectador sobre la realidad actual y lo llevará a cuestionar las formas y condiciones laborales. Es un llamado a la acción, un grito de alarma frente a las injusticias del sistema laboral contemporáneo.
Sin escape, su trama es una crítica mordaz al capitalismo y la opresión laboral, y una llamada a la acción para buscar salidas posibles y justas.