El incidente en el acto de campaña de Donald Trump en Butler, Pennsylvania, generó diversas hipótesis acerca de los intereses que lo motivaron. Desde un autoatentado hasta una eventual autoría intelectual de parte del bando demócrata, se han ensayado explicaciones en derredor de la carrera presidencial.
Nota al Pie analiza el intento de magnicidio y las imágenes que recorrieron el mundo de acuerdo a la crisis nacional y civilizatoria de la élite de Estados Unidos, huérfana de un proyecto político común.
Unión política
Tras haber sido herido por un bala en la oreja, el vocero de Trump, Stephen Cheung, informó a los medios de comunicación que la salud del candidato republicano estaba fuera de peligro. Mark Violet, el agresor de 20 años, fue abatido inmediatamente por el Servicio Secreto, y el estudio del caso ha quedado bajo responsabilidad de la Oficina Federal de Investigación (FBI). Numerosos jefes de Estado a nivel mundial condenaron el ataque y extendieron su solidaridad al ex presidente.
En tanto, el actual mandatario y adversario política en la carrera hacia la Casa Blanca, Josep Biden, también se congració con Trump y expresó sus condolencias para la familia de la segunda víctima fatal. “No hay lugar para este tipo de violencia en Estados Unidos. Debemos unirnos como una nación para condenarlo”, enfatizó el líder demócrata durante la breve conferencia de prensa que brindó desde el Salón Oval. Además, suspendió su campaña política hasta nuevo aviso.
Globalistas y continentalistas: ¿una contradicción que MAGA quebró?
La trayectoria política de Donald Trump hasta las elecciones presidenciales de 2016 en las que venció a Hillary Clinton dejaron en evidencia que no pertenecía orgánicamente al Partido Republicano. Hasta ese entonces, las disputas entre ambos bandos políticos históricos no se presentaban tan reñidas. De hecho, el antecedente previo había enfrentado a Barack Obama y Mitt Romney, y en la propia instancia de debate televisivo se reforzaron los acuerdos entre ambos. En términos concretos, Trump no expresaba linealmente los intereses de la familia Bush, principal riñón político republicano con control del complejo hidrocarburífero de Texas.
Enrolado en la Conferencia de Política de Acción Conservadora (CPAC), Trump acumuló poder político encabezando una base social que sufrió las consecuencias económicas y culturales del proceso de globalización consolidado en los noventa. Los descontrolados flujos de inmigración, la transferencia de recursos de la economía de bienes de producción hacia burbujas financieras y la industria militar, la desocupación, y la disolución de identidades locales y nacionales, articulan a un movimiento de escala internacional que se identifica como ‘derecha alternativa’.
“Make America Great Again” (“hacer América grande otra vez”) representa el desesperado arrebato de un heterogéneo sector social testigo del deterioro norteamericano en su frente interno pero también externo en las últimas décadas. Una vez consolidada la hegemonía estadounidense en el marco del ciclo unipolar que inicia tras la desintegración de la Unión Soviética, dos fracciones del capital financiero agudizaron su confrontación con tal de conducir políticamente la nueva etapa. Los demócratas expresaron los intereses de una élite globalista con asiento en las redes financieras transnacionales, y los republicanos a la élite continentalista con base en Texas y el Pentágono.
Carrera accidentada, definición esperable
A propósito de su inorganicidad política con los principales partidos políticos de la escena norteamericana, Trump ha sorteado diferentes obstáculos durante su segunda carrera presidencial. Desde operaciones judiciales hasta altos niveles de conflictividad con respecto a sus rivales políticos en la interna republicana, el retorno del empresario multimillonario ha sido a costa de una fuerte disputa. No obstante, a fuerza de votos ha despejado el camino al Salón Oval y en las últimas semanas concentró su enfrentamiento contra Biden.
Debilitado en el frente externo por el fracaso en Europa del Este y su ambigüedad con respecto a Oriente Medio, la salud mental de Joe Biden se ha presentado como un factor de deslegitimación. La impotencia de Davos y Washington por fracturar la asociación entre Moscú y Beijing ha sido tal que el propio Trump planteó que discutirá la proyección de la OTAN, fundamentalmente su funcionamiento en el Viejo Continente. La flamante elección del senador James Vance como compañero de fórmulo, férreo opositor a la conducción de la alianza militar, profundiza esa tendencia.
Estados Unidos en el Nuevo Orden Mundial Multipolar
A diferencia de la elección de 2016, la agudización de la crisis de múltiples dimensiones del sistema internacional ha reordenado el tablero mundial. Analistas de diversas fuentes político-ideológicas coinciden en un diagnóstico: se está desarrollando un tránsito geopolítico hacia una relativa multipolaridad. Aunque el ciclo unipolar, que encontró en Ucrania y en Gaza dos síntomas de su ocaso, se resista a su definitivo declive, un nuevo sistema mundial con múltiples polos de poder comienza a ser más claro.
La caída del Patrón Petro-Dólar, la incapacidad de resolver enfrentamientos militares a su favor, la imposibilidad de subordinar al resto de los actores políticos en organismos multilaterales, y el debilitamiento en el plano comercial contra China, son tan solo algunas variables que dejan de manifiesto la fragilidad de los vectores de la hegemonía estadounidense. Aunque conserve un poder decisivo en el concierto internacional de naciones, ya no es más definitorio. En ese devenir, Donald Trump representa una visión contradictoria para la élite norteamericana, pero coherente con el nuevo orden mundial multipolar.