lunes 1 de julio de 2024

“Nena gorda”, el arte de desnudar los prejuicios sociales

Un unipersonal con un texto conmovedor donde se explora el cuerpo femenino y los estereotipos, más una inevitable llamada a reflexionar sobre las propias miradas.
Nena
Continúa en la cartelera porteña “Nena Gorda”, este biodrama plasmado a manera de unipersonal, que nació de una experiencia personal profunda acerca del propio cuerpo y la percepción que los demás tienen sobre él. Crédito: @nenagordaobra

Desde fines de abril, los porteños pueden disfrutar del unipersonal «Nena gorda«. Esta obra conmovedora es una creación de las talentosas Bárbara Bonfil y Laura Fernández en la dramaturgia, con dirección de Andrea Varchavsky.

La puesta en escena combina diversos elementos como el biodrama, los objetos y las proyecciones. La pieza es una experiencia imperdible y emotiva, que aborda las cicatrices que dejan en la infancia y adolescencia las exigencias estéticas. Las funciones son los sábados a las 20 en el Teatro El Crisol (Malabia 611, CABA).

Este sencillo unipersonal se erige como un faro de autenticidad en la actual cartelera teatral porteña, para iluminar las sombras de los prejuicios que aún persisten en nuestra sociedad. Su protagonista, de voz valiente, se alza de manera directa para sacudir las conciencias y desafiar los cánones establecidos con una propuesta creada desde sus vivencias personales.

Su trama inicia en la infancia de una inocente pequeña que solo le gustaba bailar. Y en donde quizás las expectativas ajenas pesaban más que las personales y moldearon cicatrices indelebles.

Así la protagonista, con valentía y vulnerabilidad, nos abre las puertas de su pasado a la platea, para transformar su historia personal en un espejo donde más de uno de seguro se podrá reconocer.

El texto aborda, sin concesiones, la tiranía de los estándares de belleza impuestos sobre el cuerpo femenino desde la más tierna edad. ¿Cuándo el cuerpo de una niña comienza a ser suficiente?

Milei
Una pieza teatral que explora la vida de una bailarina, hoy una joven adulta, que albergaba un sueño que se convirtió en algo inalcanzable para ella, desencadenando una suerte de trauma o fantasía no realizada. Crédito: @nenagordaobra

Esta pregunta, dolorosa y necesaria, resuena a lo largo de este unipersonal. Y obliga al oyente a cuestionarse sus propios prejuicios y los mensajes que se brindan a las nuevas generaciones.

Sensibilidad en cada detalle

La dirección de Andrea Varchavsky es certera y logra la precisión justa para potenciar el viaje emocional de la protagonista. El uso de objetos personales y proyecciones no es solo un recurso estético, sino que se integra orgánicamente a la narración en primera persona, y permite este puente tangible entre el pasado y el presente.

Todo esto permite que Bárbara Bonfil, se desnude emocionalmente ante el público. Su interpretación, cruda y honesta, logra ese delicado equilibrio entre la vulnerabilidad y la fuerza. Con suma naturalidad cuenta sus vivencias, sin vergüenza ni golpes bajos.

Su presencia escénica es magnética; incluso en los momentos de silencio, donde su cuerpo habla volúmenes sobre el peso de las expectativas y los sueños frustrados que quedaron en su camino de vida.

La escenografía, lejos de ser un mero decorado, se convierte en un personaje más. El cuarto infantil recreado en el escenario es un vibrante abanico de recuerdos, donde cada objeto cuenta una historia.

Las muñecas de figuras perfectas pero alejadas de la realidad, los diplomas enmarcados y los videos caseros se transforman en testigos mudos de una infancia marcada por la comparación constante y la búsqueda de aprobación propia y de terceros.

Nena
Este unipersonal parece estar impregnado de memorias que muchas mujeres han experimentado en su niñez, ya que la idea de aspirar al cuerpo «perfecto» siempre ha sido un debate personal en muchas personas. Crédito: @nenagordaobra

Particularmente conmovedor es el uso de la fotografía central, esa imagen de una niña «llamativamente gorda» en pose de ballet, un intento de reflejar a un modelo a seguir, una gran bailarina rusa, Ana Pavlova.

Este elemento visual se convierte en el eje alrededor del cual gira toda la trama, un recordatorio constante de la disonancia entre el deseo y la realidad impuesta. En un mundo obsesionado con la perfección física, esta obra se alza como un grito de rebeldía y un llamado a la acción.

Por último, nos insta a repensar nuestros estándares de belleza, a cuestionar las narrativas que hemos internalizado y a crear espacios donde todos los cuerpos puedan florecer sin juicios ni limitaciones.

«Nena gorda», en resumen

«Nena gorda» no es solo un espectáculo teatral; es una experiencia catártica, un ejercicio de empatía y un acto de valentía. Bárbara Bonfil y su equipo regala a la platea una pieza que goza de mucha sencillez y luce como una charla entre amigos, pero de esas que permanece en la mente y el corazón mucho después de que las luces se apagan.

Es teatro en su forma más pura y poderosa, aquel que no solo entretiene, sino que tiene el poder de cambiar percepciones y, quizás, de sanar viejas heridas.

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