En paralelo a la Cumbre del G7, en Suiza se desarrolló un encuentro internacional que presentó una propuesta de paz para finalizar la contienda bélica en Ucrania. Sin embargo, una de las partes, Rusia, no fue invitada, y diversas potencias y países de ingresos medios no participaron del evento. Reunido en, el BRICS+ rechazó en bloque la misiva y obtuvo un contundente respaldo. Nota al Pie analiza el contrapunto en clave geopolítica.
La agresión rusa en el mundo basado en reglas
El domingo finalizó en la localidad suiza de Bürgenstock la Cumbre de Paz en Ucrania que reunió a funcionarios políticos de 101 países y diversas organizaciones. Se trató del encuentro multilateral de mayor envergadura en derredor de la cuestión ucraniana hasta la actualidad, contando con la presencia de líderes latinoamericanos, africanos y asiáticos. El principal tema de debate sobre el que orbitó la discusión fue los efectos de la guerra, una situación sobre la cual cada delegación expuso al respecto y a modo de síntesis se elaboró un comunicado final vertebrado por seis puntos.
El primero, categorizar a la contienda bélica como una “guerra rusa”, atribuyéndole a Moscú la entera responsabilidad. En segundo lugar, la defensa de la integridad territorial de Ucrania, alegando que Rusia ha tomado el control del 20% de su superficie. Como tercer punto, una solución tanto para los 20.000 niños desplazados de sus hogares como también un intercambio completo de prisioneros de guerra. En cuarto y quinto lugar, seguridad nuclear en Zaporiyia, donde se ubica la central nuclear más grande de Europa y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) ha advertido sobre riesgo de accidentes, y seguridad alimentaria para garantizar la exportación de cereales ucranianos. Por último, la inclusión de Rusia en futuras negociaciones.
Si bien la cumbre representa un triunfo diplomático para Volodimir Zelensky considerando que su posición superó el alcance continental de Europa occidental, en términos estratégicos expresa un revés dado que el documento final no fue votado por unanimidad. India, Sudáfrica, Arabia Saudita, y Emiratos Árabes Unidos desistieron de firmar, en tanto Colombia ni siquiera participó del evento. No obstante, el principal escollo fue la ausencia de una de las partes involucradas en la contienda, Rusia, y la potencia mundial en ascenso, China. De este modo, la iniciativa anglosajona volvió a quedar encapsulada en la voluntad de las potencias del Norte Global que conforman el G7 y la periferia liberal.
Sin ambas partes no habrá acuerdo por la paz
En efecto, el rechazo a convalidar el documento final de la declaración de paz de Suiza coincide con los integrantes del mecanismo BRICS+ y los aspirantes a conformarlo. Egipto y Etiopía, flamantes miembros del bloque económico, también se negaron a hacerlo argumentando que adjudica la responsabilidad del curso de los acontecimiento de manera unilateral y que no contempla una solución íntegra y operativa. Brasil se retiró desconociéndola; México, Nigeria, Indonesia y Tailandia lo calificaron de “parcializado”.
Al igual que China, Irán tampoco fue invitada, aunque también había declinado la posibilidad de asistir. Finalmente, el documento contó con el beneplácito de 77 delegaciones. La crisis sistémica que sufre el sistema mundial se expresa con claridad en un asunto de repercusión internacional como lo es Ucrania. De un lado, la anglósfera liberal que pretende aislar a Rusia de una eventual resolución diplomática. Del otro lado, el gran arco de los países del Sur Global que insisten en un acuerdo que contenga a ambas partes y denuncia la unilateralidad que propone occidente.
Estambul, un antecedente saboteado por la unipolaridad
La incapacidad de la Cumbre de Paz en Ucrania de reunir a la comunidad internacional en favor de una propuesta diplomática profundizó la crisis de credibilidad de la dirigencia política del Norte Global. No obstante, desde una perspectiva histórica también puede elaborarse otra hipótesis: una solución pacífica para Ucrania en el estado actual de la confrontación no resulta un camino deseable, de hecho representaría un problema. A menos de sesenta días del inicio de la Operación Militar Especial (SMO) rusa, Turquía fue el artífice de un intento de acuerdo entre ambas partes para contener la escalada bélica y desarrollar una solución de paz.
En ese marco se elaboró el Tratado de Neutralidad Permanente y Garantías de Seguridad para Ucrania, del que participaron tanto la parte Kiev como Moscú. En ese documento Kiev se comprometía, en términos generales, a no integrarse a alianzas militares internacionales (como la OTAN), evitar la creación y/o despliegue de cualquier sistema de armas extranjero en su territorio, y contener el desarrollo de cualquier ejercicio de proliferación nuclear. A instancias de un conjunto de Estados garantes, el propio Vladimir Putin reconoció que las negociaciones estaban en un nivel avanzado, pero finalmente se frustraron.
Según trascendidos políticos, el ex primer ministro del Reino Unido de Gran Bretaña, Boris Johnson, en común acuerdo con Estados Unidos, persuadió a la delegación ucraniana para evitar que firme el célebre Acuerdo de Estambul, ya suscrito por Francia y China. Las negociaciones se habían desarrollado a tal punto que Moscú había iniciado el retiro de sus tropas de Kiev, pero el sabotaje con incentivos británicos fue exitoso y el acuerdo quedó en vano. Sumado a la ruptura de los Acuerdos Minsk I y Minsk II elaborados entre Rusia y la Unión Europea a la salida del Euromaidan en 2014, la anglósfera acumula una serie de incumplimientos que desgastan su credibilidad estratégica.
Expansionismo diplomático de la multipolaridad
La crisis del sistema mundial se expresa, en términos de proyectos político-estratégicos, a partir de la contradicción principal entre el esquema unipolar anglosajón y el multipolar de los BRICS+. Si bien la disputa se desarrolla en múltiples dimensiones, el fracaso de la Cumbre de Paz en Ucrania deja en evidencia un cambio en la correlación de fuerzas en el plano diplomático, con su consecuente repercusión en el estratégico. En Bürgenstock las potencias del Norte Global no sólo no lograron la unanimidad, sino que fueron testigos del retiro de pesos pesados como Brasil, así como de la renuncia pública de Colombia.
No obstante, probablemente el golpe más fuerte se lo haya proporcionado la delegación saudí. En palabras de su canciller Faisal bin Farhan, la dirigencia anglosajona debió soportar a un país emergente tacharla de unilateral por haber dejado afuera a Moscú del debate. “Cualquier negociación seria de paz, necesita la presencia de Rusia. Pero Rusia no ha sido invitada, entonces no habrá resultados serios, ni operativos, en esta reunión”, declaró el funcionario proveniente de Ryad. En una línea similar se pronunció la delegación de India, así como la de México.
En tanto, en representación de Argentina, el presidente Javier Milei no solo acompañó el documento final sino que incluso fue condecorado con la medalla de la Orden de la Libertad por parte de Zelensky. Por otro lado, en la cumbre del G7 celebrada en Italia, Washington sugirió cuestionar con mayor profundidad a Beijing por su apoyo material a la base industrial-militar rusa. De trasfondo se pueden apreciar dos movimientos: una mayor capacidad de articulación diplomática y acumulación estratégica del esquema multipolar, sumando adeptos en Oriente Medio, África, el Indo-Pacífico y América del Sur. En segundo lugar, el inflexible condicionamiento ruso para la paz de retiro ucraniano sobre el Donbáss y el abandono del plan de adhesión a la OTAN.