El Reino de Arabia Saudita decidió este lunes no renovar el acuerdo suscrito con Estados Unidos que databa de 1974 y consistía, fundamentalmente, en la venta del petróleo saudí en dólares. De este modo, Ryad pulveriza un ancla central del Patrón Petro-Dólar que consolidó la hegemonía unipolar a nivel internacional.
Nota al Pie analiza la decisión saudí a la luz de la crisis sistémica, la estrategia desdolarizadora del BRICS y la gestión de Mohammed bin-Salman, el heredero a la corona.
50 años de un acuerdo fundacional
Esta semana Arabia Saudita decidió no renovar el acuerdo “Petro-Dólar” suscrito el 9 de junio de 1974 con Estados Unidos durante la gestión del histórico secretario de Estado, Henry Kissinger. Desde ahora en más podrá comercializar su petróleo con diferentes divisas y no exclusivamente con el dólar estadounidense. Hasta la actualidad, el 80% de las ventas mundiales de petróleo se realizaban con esta moneda, dominante en el rubro energético y fundamentalmente en el de los combustibles fósiles, estratégicos para el desarrollo económico.
El histórico acuerdo se remonta a los albores de la Crisis del Petróleo de 1973 desatada tras la decisión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de detener la venta a los países que apoyaron a Israel en la Guerra de Yom Kipur. Entre ellos, Estados Unidos, que a los meses le propone un convenio inédito: protección militar y acceso ilimitado al mercado cambiario norteamericano a cambio de atar la exportación de petróleo saudí al dólar. De este modo, la moneda estadounidense se consolidó como divisa global indiscutible y los saudíes treparon a la cima del escalafón comercial y exportador petrolero.
No obstante, Ryad ya venía dando indicios de discutir el convenio. En 2022 acordó con la República Popular China, destino del 25% de su exportación de crudo, venderle su petróleo recibiendo yuanes. La no renovación de parte del miembro fundador de la OPEP supone una serie de derivaciones en el plano geoeconómico pero también en el estratégico. Por un lado, el dólar estadounidense perderá irremediablemente fuerza como divisa dominante tanto para la reserva como para el comercio. Por otro lado, se espera que esta decisión acelere el proceso de desdolarización que impulsan algunos países y bloques, desafiando el poderío del Unipolarismo Financiero, un esquema en declive.
Piedra basal del proceso desdolarizador
Si bien la decisión saudí representa la definición política de una nación soberana, se encuadra en un proceso de dimensión sistémica que caracteriza a la disputa geopolítica en este momento histórico. El vínculo entre Ryad y Washington llegó a ser sólido, sobre todo a partir del acuerdo impulsado por Kissinger que cambió la dinámica del rubro energético y fundamentalmente de las finanzas. No obstante, una vez que afirmó su protagonismo en el circuito comercial del petróleo y logró un paraguas defensivo en una región inestable, comenzó a explorar nuevos caminos.
Estados Unidos le demandó un nivel productivo hasta límites insostenibles con tal de sostener la demanda de dólares y garantizarse una base de crudo, fuente de su poderío en el plano financiero y económico. En ese sentido, el príncipe heredero Mohamed bin-Salmán ha tomado la iniciativa e impulsó la diversificación. Desde 2019, Arabia Saudita ha intensificado sus asociaciones comerciales y articulaciones políticas con países como Rusia y China.
En ese proceso, Ryad ha encabezado en 2021, luego de conversaciones entre bin-Salman y el propio Valdimir Putin, el lanzamiento de la OPEP+, la plataforma paralela que engrosa al bloque inicial a partir de la inserción rusa, segundo exportador a nivel mundial. A su vez, la integración en marzo de 2023 a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) como socio de diálogo reafirmó ese trayecto. En tanto, la histórica reconciliación entre saudíes e iraníes a instancias de Beijing y el ingreso a los BRICS+ le dieron aún más volumen.
Bin-Salman, un heredero multipolar
Mohammed bin-Salman se desempeña desde diciembre de 2022 como primer ministro saudí, cargo que formalmente le corresponde al rey, su padre Salmán bin Abdulaziz. Primero en la jerarquía política saudita, bin-Salman aceleró un proceso de diversificación de su economía para dar un salto cuantitativo pero sobre todo cualitativo, despejando la dependencia de la venta de crudo. En ese rumbo ha promovido la integración de Ryad a numerosos bloques así como la articulación política con actores de primer nivel internacional que no orbitan alrededor de Washington.
Sus cortocircuitos con el esquema unipolar han escalado a tal punto que en el propio Foro de Davos la delegación saudí planteó su honda preocupación por la situación humanitaria en Gaza. Enrolada en la cuestión Palestina, Ryad ha sido promotora de la defensa de la causa articulando a los países de mayoría musulmana. De hecho, oportunamente negó los trascendidos de Washington de una eventual normalización de los vínculos con Israel. No obstante, la interrupción del histórico acuerdo “Petro-Dólar” dejan en evidencia la incapacidad de Estados Unidos de desvincular al reino árabe del proceso desdolarizador.
La confrontación entre Israel y Hamás en Gaza ha generado un punto de quiebre para la correlación de fuerzas a nivel regional. Lejos en el tiempo han quedado los Acuerdos de Abraham que el ex presidente estadounidense Donald Trump promulgó en 2019 para acelerar el acercamiento entre Tel Aviv y Ryad, asociación que le garantizaría su posición hegemónica en Oriente Medio. La caotización en una región tan inestable parece profundizar el declive unipolar, y a ello se le suman los esfuerzos de diversos países para debilitar el dominio del dólar. Una tendencia que se profundiza con el anuncio de Beijing de desprenderse de 48.500 millones de dólares de sus reservas en concepto de bonos del Tesoro estadounidense.