En el marco de la Feria Internacional del Libro, el artista, terapeuta y docente Alain Vigneau visitó por primera vez Buenos Aires. En el evento presentó Clown Esencial, el Arte de reírse de sí mismo (2016); Vida de Clown, la Tragicomedia del Ser (2020) y El camino del Clown, la vía del Entusiasmo Sagrado (2024). Además, estuvo presente en la Dain Usina Cultural del barrio porteño de Palermo.
Durante los días 10, 11 y 12 de mayo participó de encuentros culturales públicos con entrada gratuita y firma de libros. A su vez, compartió varios conversatorios con Joan Garriga, David Barba, y Andrés Neumann.
Considerado como “Maestro de Clowns” por sus numerosos alumnos, Alain se dedica de forma exclusiva a la investigación del mundo del Clown en los ámbitos terapéuticos y artísticos. Gracias a su trabajo, es reconocido internacionalmente como uno de los mayores exponentes en este ámbito. El documental “Brin d’Amour” (Inner Producción Films, 2018) cuenta su vida y labor.
Nota al Pie dialogó con él sobre su historia y paso por la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
De la tristeza a la alegría del ser humano
Su crianza estuvo muy marcada por sucesos dramáticos, pero continuó adelante…
Sí, tuve un recorrido de vida difícil. Sufrí la violencia machista, ya que mi madre fue asesinada cuando yo tenía siete años. Luego, pocos años después, mi abuela materna encontró una antigua bomba de la Segunda Guerra Mundial y sin saber que era la manipuló, explotó y murió.
Tuve una infancia marcada por el drama, muertes violentas, desamparo, silencio, tristezas. Eso me llevó a vivir una adolescencia de forma muy rebelde; enfadado y hambriento de conocimiento. Me volví exigente con la vida por haber visto morir gente cercana tan tempranamente. Leí todo y ciertos libros impactaron y cambiaron mi vida. Me convertí en un buscador para sanarme, y hallar alivio a mis heridas. Encontré respuestas, inspiración, personas, y quise vivir mis sueños.
¿Por qué decidió ingresar en el mundo del clown?
Quise ser un payaso porque mi madre murió con solo 34 años de edad. Era una mujer excepcional, activa y también artista. Le gustaba mucho, maravillosamente, pintar payasos. De hecho, había una especie de clown que hacía a menudo.
Fue como mi revancha, la manera de decirle al mundo que ella seguía viva. Fue mi manera de tenerla conmigo y así actué como payaso profesional durante casi 25 años.
Hace unos 10 años, cuando había creado el plan esencial que es un método que une las técnicas de clown y el desarrollo personal, me tocó acompañar a un grupo de asesinos que estaban en un programa de reinserción en Brasil. Reflexioné y me di cuenta que era el hijo de una asesinada que pintaba payasos. Me hice payaso, creé el método de trabajo, y ahora trabajaba con asesinos. En ese momento se cerró un círculo, fue un giro decisivo en mi trabajo y en mi recorrido personal.
Una de las cosas más complicadas de la vida es el arte de reírse de uno mismo. Usted es el abanderado de ese pensamiento y lo difunde en sus libros y charlas, ¿cómo se puede lograrlo?
En esto se basa una frase del Santo Tomás Moro, quien dice: “Felices los que saben reírse de sí mismos, porque nunca terminarán de divertirse”. La frase implica una idea de aceptación, pero es complicada porque muchas veces en la infancia nos hicieron daño con el humor irónico. En el bullying, siempre está presente esto. Une a la gente que se junta para burlarse de una tercera persona. Un maestro, maestra, un padre, una madre que se burla de nosotros frente a un grupo que se ríe, y nos condena a la vergüenza de nosotros mismos, de nuestro cuerpo o de nuestras pocas capacidades intelectuales o artísticas.
Sin duda todo lo que genera ese ruido emocional de no pertenecer a un grupo genera una profunda soledad…
Nadie quiere estar solo o sola, todos queremos estar en grupo. Fui pastor de vacas y de ovejas durante 10 años, y cuando quise esconderme en las altas montañas francesas aprendí que los humanos, como las ovejas, somos seres de rebaño. Instintivamente sabemos que si hay un peligro, es mucho mejor que seamos 100 que uno.
Después de una vida tan dura, logró transmutar y ayudar a otres a salir adelante.
Es a lo que me dedico. Hay que reparar las heridas en la infancia, causadas por la vergüenza, por el abuso en la forma que sea. Reírnos de nosotros mismos, implica amarnos y esa es la clave. Se trata de reparar el amor de la persona a sí misma y después de haber llorado lo suficiente, podrá reír a carcajadas.
Usted ha participado en otras Ferias Internacionales del Libro, ¿Cómo sintió al público argentino?
Participé en la de Guadalajara (México) en noviembre pasado, y las diferencias son superficiales. En México, país al que amo mucho, el público no es muy expresivo, especialmente en el género masculino. En Buenos Aires se ve a la gente mucho más cálida. Estoy encantado con el público argentino.
En uno de mis libros escribí que después de haber viajado muchísimo, me di cuenta de que todos lloramos y reímos en el mismo idioma. Es mucho más lo que nos une, que lo que nos separa. Y mi trabajo es arte terapéutico, busca el corazón y éste es igual para todos.
Lo que a usted misma le hace feliz, también me hace feliz a mí. Y lo que le duele a usted, también me duele a mí. Quiero unir a la gente a través de hermanar en nuestra búsqueda, en nuestra confusión, en el cansancio, pero también en nuestro entusiasmo por vivir.
¿Considera que sus libros cambian vidas? ¿Qué dice la gente que lo escucha por primera vez?
Se trata de inspirar a las personas. De hecho, después de firmar libros, varias personas me dijeron: “Fue inspirador escucharlo”. Eso para mí es la mayor recompensa.
Sostengo la idea de que vivimos en un mundo en el cual sobra mucha información que nos mantiene en el miedo y la desconfianza, en el pesimismo y escasea la inspiración. A veces le digo a mis alumnos que tal vez conmigo no aprendan nada, pero sí se van a inspirar. Necesitamos compartir nuestras experiencias. Cuando escribí mi biografía, fue para que cada persona que la leyera se reconociera en algo. Una forma sutil de invitación a que cada quien escriba su propia historia.
Mi tercer libro es un testimonio, un homenaje justamente a la fuerza de toda la gente que conocí a lo largo de estos últimos 40 años. Muchas veces pensamos que somos alguien de otro planeta, que solo a mí me pasa y a los demás no. Todo el mundo sabe cómo vivir, menos yo. Debemos hermanarnos en nuestra dificultad en alcanzar la felicidad, en el cansancio frente a las exigencias de la vida social, familiar, económica.
¿Cómo logra tener equilibrio entre su trabajo y vida familiar?
Tengo cuatro hijos, fruto de tres matrimonios, seis nietos y nietas maravillosos. Le he pedido mucho a la vida, pero también entregué mucho. Fui padre con 22 años, porque así lo quise ser, y mi primera hija tiene 43 años, mientras que la más pequeña todavía no ha llegado a los 13.
Llevo entregando mi vida a la familia y sus necesidades. No tengo ratos libres, ni me interesa. Amo tanto lo que hago y me nutre tanto, que apenas ahora estoy considerando tomar algún día al año para descansar un poquito de tantos viajes y tantos grupos de trabajo. Lo que hago es escaparme a la montaña. Necesito naturaleza, árboles, prados, ríos. Echo de menos a mis cabras. Soy originario del sur de Francia, me crié en la nieve.
En cuanto a los planes, viajaré para estar en España haciendo presentaciones del nuevo libro en varias ciudades. Luego iré a México, donde creé la escuela de arte más grande de todo el país junto con otras dos personas y recibo alumnos del mundo entero.
Por otro lado, el próximo año tengo un viaje previsto a Serbia o a Turquía, porque unos antiguos alumnos míos de San Petersburgo me pidieron dar un taller sobre el “Niño Interior” para participantes rusos y ucranianos juntos. Así que así es mi mundo desde hace años, y así seguirá siendo mientras la vida me trate tan bien, como me trata ahora.
Sobre Alain Vigneau
Vigneau fue profesor de Drama y Clown en el Máster de Arteterapia de la AEC/UVIC (Barcelona) y cofundador de la Escuela Internacional de Arteterapia “Conciencia y Artes Escénicas” de Puebla de los Ángeles (México).
Además, creó la Compañía La Stravagante, cuyos espectáculos unen el humor y la sensibilidad para celebrar la tragicomedia humana. Sus shows fueron alabados en numerosos Festivales de Teatro de España, Venezuela, México y Gabón.
Por otra parte, también fundó la ONG “Payasos sin Fronteras”, para llevar las actuaciones a países como Guatemala, Namibia, Nicaragua, El Salvador e Indonesia.