El Occidente angloamericano, encabezado por Estados Unidos, mantiene una guerra híbrida contra el esquema multipolar en tres frentes: Ucrania, Taiwán e Israel. Los hechos sucedidos durante esta semana, tanto en la política exterior de la potencia norteamericana como en su plano local, son síntomas de ello.
El caos como estrategia, la muerte como negocio
El martes, luego de meses de bloqueo por parte del Partido Republicano en la Cámara de Representantes, el Senado de Estados Unidos aprobó un paquete de asistencia militar de 95.000 millones de dólares para Ucrania, Taiwán e Israel. De esa cantidad, 60.800 millones serán destinados para Kiev, mientras que Tel Aviv recibirá 26.400 millones en medio de la brutal agresión que lleva adelante en la Franja de Gaza. Por su parte, Taiwán será el destinatario de los 8.100 millones de dólares restantes.
El presidente estadounidense, Joe Biden, afirmó en una conferencia de prensa realizada el mismo día de la aprobación del paquete, que esta medida “se corresponde directamente con los intereses de seguridad nacional” de EE.UU. En ese marco, según el mandatario, “si Putin triunfa en Ucrania, el siguiente paso de las fuerzas rusas bien podría ser un ataque directo contra un miembro de la OTAN”, lo cual, en palabras del presidente demócrata, arrastraría a EE.UU a una guerra en Europa.
Sin embargo, según reveló Político en un reciente artículo, en la administración Biden dudan que el esperado paquete militar cambie la situación en el terreno de batalla. “¿Tendrán lo que necesitan para ganar? En definitiva, sí. Pero no es una garantía de que lo hagan”, afirmó uno de los funcionarios citados por el medio en condición de anonimato, quien también agregó que “las operaciones militares son mucho más complicadas que eso”. En Washington, a pesar del humo de los discursos belicistas, todos reconocen que la situación para Ucrania es crítica.
Este escenario nos lleva a cuestionar el verdadero objetivo del millonario paquete de asistencia militar para Kiev. Por un lado, en un contexto donde cada vez más países dudan de la fiabilidad de EE.UU, el envío puede considerarse como un gesto hacia los aliados para no minar el supuesto prestigio norteamericano como socio internacional. Por otro, como ocurre todo en Ucrania, los rastros del negocio de la guerra pueden explicar la decisión.
En un artículo publicado el jueves, el Washington Post señaló que dos tercios del dinero del paquete de asistencia militar se gastarán en encargos a empresas estadounidenses. La idea de la Casa Blanca es generar nuevos puestos de trabajo a partir de destinar el dinero a fabricantes de armas de EE.UU, financiando así la defensa norteamericana e incluso las operaciones en el extranjero. Una situación que la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, María Zajárova, definió a la perfección: “En el territorio de EE.UU son puestos de trabajo, mientras que en el territorio de Ucrania son tumbas”.
Brutal represión en Estados Unidos
En el supuesto país de la libertad, aquel que dice ser el líder del llamado “Mundo libre” o el que se posiciona como el adalid de la democracia global, cuestionar el genocidio que Israel lleva adelante en la Franja de Gaza resulta algo inadmisible. Y la brutal represión que la policía norteamericana llevó adelante durante estos días contra los estudiantes universitarios, una fiel prueba de ello.
La chispa del movimiento de protesta universitario se encendió hace más de una semana cuando la policía intentó desalojar un campamento en favor de Palestina en el campus de la Universidad de Columbia en Nueva York. Desde entonces, según un recuento publicado por el New York Times, la protesta se extendió a cerca de 60 espacios universitarios. En cada una de ellos, las consignas son las mismas: los estudiantes claman por el fin del genocidio en Gaza e instan tanto al gobierno de EE.UU como a las propias universidades a dejar de respaldar a Israel.
Sin embargo, las autoridades del país que hacen de la libertad de expresión uno de sus caballitos de batalla para inmiscuirse en los asuntos internos de cualquier gobierno que decida no alinearse a sus intereses respondieron con una brutal represión hacia el movimiento de protesta. Como resultado, según informes de diarios locales, al menos 500 personas fueron detenidas hasta el viernes.
El domingo pasado, en el marco de un saludo por el Pésaj, Biden condenó las protestas e indicó que eran una expresión de “acoso”, así como también un “llamado a la violencia contra los judíos”. En este sentido, las declaraciones del mandatario norteamericano dieron pie a que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, dijera que “turbas antisemitas” se habían apoderado de las principales universidades.
“La respuesta de varios rectores de universidades fue vergonzosa. Ahora, afortunadamente, funcionarios estatales, locales, federales, muchos de ellos han respondido de manera diferente, pero tiene que haber más. Hay que hacer más”, sostuvo Netanyahu. Un pedido que fue cumplido al pie de la letra por las autoridades norteamericanas.
Mentalidad de Guerra Fría
El viernes, en el marco de una visita oficial al gigante asiático, el secretario del Departamento de Estado de EE. UU, Antony Blinken, mantuvo un encuentro con el presidente de China, Xi Jinping, en el Gran Palacio del Pueblo, ubicado en Pekín. En la reunión, los representantes de ambos estados discutieron sobre diversos e importantes temas: Taiwán, Ucrania, Rusia, las sanciones contra empresas chinas, la competencia económica, la carrera tecnológica, el fentanilo, entre otros.
El presidente de la potencia asiática sostuvo que ambos países “deberían ser socios en lugar de rivales” e indicó que los “tres principios de respeto mutuo, coexistencia pacífica y cooperación de ganancias compartidas” son a la vez “resumen de las experiencias pasadas y una guía para el futuro” en las relaciones sino-estadounidenses.
Del mismo modo, Xi Jinping afirmó: “China está dispuesta a cooperar, pero la cooperación debería ser una vía de doble sentido. China no teme a la competencia, pero la competencia debería consistir en buscar el progreso común en lugar de participar en un juego de suma cero”. En esa línea, sostuvo que su país está “comprometido con la no alineación y que Estados Unidos no debería formar pequeños círculos”.
Por su parte, tras la reunión y en una entrevista con la CNN, Blinken señaló que Estados Unidos está dispuesto a imponer nuevas sanciones a China si esta no pone fin al supuesto suministro a Rusia de bienes y de componentes para que Moscú fortalezca su industria militar.
“China es el suministrador principal de máquinas herramienta, microelectrónicos, nitrocelulosa que es necesaria para fabricar municiones y propulsores de cohetes y otros bienes de doble uso que Moscú está usando para reforzar su base industrial”, afirmó el secretario de Estado.
Según Blinken, esto “no solo amenaza la seguridad ucraniana sino también la de Europa” y “Pekín no puede alcanzar mejores relaciones con Europa mientras respalda a la mayor amenaza a la seguridad Europea desde el fin de la Guerra Fría”. En consecuencia, Blinken advirtió que “si China no maneja este problema, lo haremos nosotros”.
Por otra parte, el secretario de Estado norteamericano también acusó a China de injerencia electoral y afirmó que “hemos observado, en términos generales, evidencia de intentos de influir y posiblemente interferir, y queremos asegurarnos de que eso se corte lo más rápido posible”. En esa misma línea, Blinken advirtió que “cualquier interferencia de China en nuestras elecciones es algo que estamos analizando con mucho cuidado y es totalmente inaceptable para nosotros”.