La Canciller Diana Mondino iniciará este domingo su gira por China, Francia, Bélgica y Portugal. Si bien el objetivo se orienta a la “inserción” de Argentina en el mundo, el eje central es la reactivación del sistema swap, un mecanismo financiero promovido durante el gobierno de Alberto Fernández para acceder al yuan chino salteando el dólar estadounidense.
Frente a la necesidad de divisas para robustecer la espalda del Gobierno nacional, la diplomática argentina pretende restaurar una herramienta que la misma gestión de Javier Milei desestimó al inicio. Nota al Pie analiza el desafío de Mondino a la luz de la doctrina geopolítica que expresa La Libertad Avanza (LLA) y las dificultades para acceder al crédito internacional.
Restaurar el swap
Ese será el objetivo principal de la delegación que encabeza la Canciller Diana Mondino en su gira internacional. La República Popular China representa, de hecho, la primera escala. Según confirmó la propia Cancillería, durante los días 28, 29 y 30 de abril desplegará un extenso programa de reuniones oficiales y una agenda que incluirá eventos de promoción comercial y encuentros con inversionistas.
En ese marco, Mondino estará acompañada de representantes empresariales de diversos sectores con capacidad exportadora, y juntos visitarán las ciudades de Shanghái y Beijing para promover inversiones. A su vez, la Canciller tendrá reuniones de trabajo con funcionarios de primer nivel como su homólogo Wang Yi.
De todos modos, el punto conflictivo órbita alrededor del swap de monedas entre Argentina y China, un mecanismo financiero que el Estado Nacional acordó con Beijing durante el último tramo del gobierno antecesor, y consolidado con la gestión económica del ex ministro Sergio Massa.
De hecho, China presionó al interior del directorio del Fondo Monetario Internacional (FMI) para que flexibilice los términos del Acuerdo de Facilidades Extendidas que el organismo suscribió en abril de 2022 con Argentina.
En aquel entonces, el gobierno chino planteó que habilitaría al Estado Nacional argentino a utilizar los yuanes provenientes del swap para pagar los vencimientos si el FMI no avalaba nuevos préstamos.
Necesidades financieras
El actual gobierno argentino ha heredado el mismo problema que la gestión del Frente de Todos: afrontar la deuda contraída con el Fondo por la administración de Mauricio Macri.
El magro nivel de divisas compromete el pago de los nuevos vencimientos, y la delegación del Ministerio de Economía no ha logrado las concesiones esperadas por parte del gobierno de Estados Unidos para ser auxiliado en el plano financiero. En consecuencia, el Gobierno Nacional vuelve a explorar la posibilidad de que Beijing le tienda un soporte.
Sin embargo, el problema radica en el enfriamiento del vínculo diplomático entre ambos países, promovido por el propio Javier Milei. Apenas dos semanas después de haber asumido el gobierno, trascendió un eventual congelamiento de la libre disponibilidad de uso del segundo tramo del swap chino, que había sido acordado por el gobierno de Fernández.
Esa misma lógica continuó bajo el plan económico del ex ministro Massa, quien a inicios de 2023 suscribió un acuerdo con el cual podía utilizar las reservas en moneda china para financiar importaciones, pagarle a organismos internacionales e incluso intervenir en el mercado de cambios.
Actualmente, el Gobierno Nacional, que pretende salir de los controles de capital, estabilizar la economía e incluso eliminar el peso argentino, necesita refinanciar el swap con China. El mismo representa más de un 20% del total de los pasivos que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) deberá cancelar para avanzar en tal dirección.
De hecho, durante los primeros días de abril, el presidente Milei dio indicios de cara a recomponer la relación con China. En una entrevista con el jefe de Bloomberg, John Micklethwait, reconoció que el sistema swap representa una oportunidad para pagar los vencimiento con el FMI, que escalan a 2.000 millones de dólares a cancelar a fin de abril.
Recomponer por necesidad, no por doctrina
Las necesidades financieras del Estado Nacional argentino han dejado al gobierno en una encrucijada: recomponer un vínculo político que La Libertad Avanza definió descuidar desde la propia campaña electoral. Su visión liberal y occidentalista explica su alineamiento con lo que el propio Milei ha caracterizado como “democracias libres”.
En ese sentido, Estados Unidos, Israel y Europa occidental forman parte del grupo selecto por la Cancillería Argentina. En contraparte, China ha engrosado la lista de actores políticos con los que el gobierno libertario ha decidido generar cortocircuitos deliberadamente.
En su carrera presidencial, el entonces candidato Javier Milei despotricó contra China al tildarla de “régimen comunista” y amenaza para las democracias occidentales. Desde aquel entonces, afirmó que desandaría la relación política que el Estado Nacional había elevado a nivel de asociación integral bajo la gestión del Frente de Todos.
En efecto, desde su asunción en Casa Rosada, el Gobierno Nacional ha renunciado a integrar el BRICS; desestimó la compra de aeronaves de combate asiáticas; truncó los proyectos de obra pública con financiamiento chino en la provincia de Santa Cruz, al igual que la base naval en la localidad austral de Ushuaia. El último de estos acontecimientos: levantar la sospecha de maniobras militares en la base espacial china en la provincia de Neuquén.
No obstante su expresa visión acerca de China y las continuas demostraciones de tensión política, el gigante asiático no deja de representar la primera sociedad comercial que el Estado argentino tiene a nivel internacional. Su poderío económico en el concierto de naciones le ha permitido aumentar sus capacidades financieras a tal punto que se posicionó como un acreedor a escala mundial.
Ahora, en un escenario en el que las necesidades apremian al Gobierno Nacional y su socio predilecto no ha satisfecho sus demandas, la gestión libertaria afronta un desafío singular: recoger el barrilete para atender urgencias; renunciar a la doctrina con tal de no comprometer su gobernabilidad.