La abogada, artista y activista Lala Pasquinelli, fundadora de Mujeres que no fueron tapa, presentó La estafa de la feminidad. En una entrevista con Nota al Pie, Pasquinelli se refirió al proyecto y discutió los mandatos y violencias que afectan a las mujeres.
¿Cómo surgió el libro?
Trabajamos muchos años en todos estos temas y venimos identificando cómo la feminidad se construye alrededor del ideal de belleza, algo que, aunque pueda parecer sutil o banal, tiene consecuencias muy profundas en cómo se construye la identidad de las mujeres. Esa identidad después implica una internalización de la misoginia, una normalización de la violencia, la cual se convierte en violencia de género y muchas cosas más. Nosotras veníamos trabajando con llevar esto a la vida cotidiana de las mujeres, creemos que cuando vos podés identificar esto en tu historia y en tu cuerpo, es mucho más fácil reconocerte con el sistema y revelarte.
El libro nace un poco como el deseo de que todas estas ideas y trabajo quedé organizado. Además, busca ser una obra que hable desde una perspectiva centrada en la vida de las mujeres, pero muy política, con datos y dando cuenta también de qué tiene que ver esto con el rol social de las mujeres. ¿Por qué es necesaria la belleza como metodología de educación, como pedagogía, para que todas las mujeres ocupen un rol subalterno en la sociedad?
¿Ahí estaría la estafa de la cual hablas en el título?
La estafa está ahí, por supuesto, pero también está en el hecho de que nosotras nacemos con este manual de género bajo el brazo, que viene también en la cajita rosa que acompaña desde nuestro nacimiento, donde están las pinturitas, la ropa incómoda, todo eso que conocemos. Este manual de género que dice que si nosotras cumplimos con los hábitos, con los consumos, vamos a acceder al amor, porque un varón se va a enamorar de nosotras y esto nos va a llevar después a poder tener una familia y a tener hijos, se supone que es el pináculo de la felicidad en la vida de las mujeres, y ahí se termina el cuento con esa felicidad.
La estafa está en que, aún habiendo hecho todo ese trabajo, recibido toda la violencia que implica encajar en esos ideales, esa felicidad no va a llegar. En su lugar, te vas a encontrar con haber normalizado la violencia y, de repente, probablemente con haberte perdido a vos misma en el camino: tu potencia y tus capacidades.
Acomodarse a ese ideal femenino exige silencio, amabilidad, obsesión y violencia. Te pide que estés dispuesta a marcar tu cuerpo violentamente. Los cuerpos marcados, aquellos que dan cuenta de esa obediencia a medida, son confiables para el sistema, ya que se muestran dispuestos a exponerse al hambre y al dolor.
En esto que decías de obedecer, ¿qué rol juega la vergüenza?
En el libro lo abordamos mucho porque la vergüenza es el dispositivo fundamental para generar violencia. La vergüenza te aísla y es algo que nosotras, como mujeres, vamos a conocer desde muy pequeñas, principalmente en el vínculo con nuestro cuerpo y con lo que podemos hacer. Siempre se habla de nuestros cuerpos como algo que hay que transformar para ser querida, y esos comentarios vienen de personas cercanas.
La vergüenza hace que nos sometamos para que no se note eso que está mal. Eso es consecuencia de esa vergüenza, que es un dispositivo de disciplinamiento fuerte; fíjate que funciona en el ideal femenino en todos los ámbitos, en el ideal romántico, en la maternidad, en el ideal de belleza, es adoctrinante. Además, la vergüenza provoca que se sienta como como una falla individual, no como algo propio de un sistema de opresión sobre los cuerpos.
Hablas de ponerlo en palabras y hacerlo colectivo, ¿cómo es trabajar en las redes, qué muestra esa otra cara de estos mandatos?
Es muy difícil. Instagram, red social en la que nosotros tenemos una comunidad más grande, ha establecido que todo contenido que ellos consideran político, que es contenido relativo al activismo, es invisibilizado y muestra contenido que, según ellos, no es político.
Priorizar mostrar cuerpos hegemónicos, culos, rituales de belleza, también es político. La profunda despolitización de la vida, del mundo, de la cultura, se prioriza, se considera que eso no es político, que lo político es lo que hacemos nosotras, por ejemplo, tratando de poner en cuestión esos ideales. Tienen estas normativas que hacen que aquel contenido disidente, el cual intenta trenzar estos discursos, sea considerado contenido político e invisibilizado por la propia red social.
Hablábamos también de la actualidad y tengo que preguntarte por el contexto actual, ¿Cómo ves la situación?
Claramente este gobierno está en contra del feminismo como un movimiento social, y esto implica un montón de cosas en términos de políticas públicas. Se terminó este programa que redujo embarazos adolescentes, el gobierno ya se ha manifestado a favor de volver a penalizar el aborto, niega la existencia de la desigualdad de género y la violencia de género.
Al mismo tiempo, desde los sectores políticos que podrían ser más afines a nosotras, hay una conversación que, en lugar de hacer autocrítica respecto de por qué la gente no los votó, se pretenden responsabilizar a las feministas como si el problema no fue la inflación o las políticas, sino que era la agenda de género. Es complejo porque ya vemos un retroceso, no solo en el partido que gobierna, sino también dentro de ciertos sectores del campo popular.
Yo creo que este gobierno es cruel. Creo que muchas personas se están preguntando ¿Qué pasó que fuimos capaces de naturalizar estos niveles de crueldad? ¿Qué fue lo que hizo que hoy haya en nuestro gobierno un partido que tiene la crueldad como ética de gestión y la sociedad no reacciona?
Hablas de que con entender cómo funciona no alcanza, ¿en el libro hay una propuesta de cambio, de escape a esos mandatos?
Hay una salida, el libro tiene un último capítulo que habla de esto. La pregunta que tiene este capítulo es cómo se libera un cuerpo, y ahí reunimos 14 puntos con lo que nosotras hemos ido aprendiendo a lo largo del tiempo. Una forma de acompañar a un montón de compañeras que han logrado una forma de vivir por fuera de esos mandatos, que obviamente, no existe totalmente afuera, pero sí salirse de esa angustia y autoexigencia.
Así como nosotras desde que nacemos aprendemos en y con nuestro cuerpo a obedecer, la liberación de esa opresión también tiene que ver con habitar nuevos gestos, poco a poco ir ejercitándonos en una nueva gestualidad de liberación.
Es un camino que implica mucho trabajo propio, pero que se recorre con otras, se necesita estar acompañada por compañeras que estén en el mismo proceso. Necesitamos espacios donde compartir con mujeres más grandes que nosotras, más jóvenes que nosotras, ese camino es colectivo, pero necesita mucho trabajo individual.