No hay aeropuertos en los jardines del Hotel Llao Llao. Solo se puede llegar por tierra, a través de una única ruta, o con un viaje en helicóptero. La salida de la estación aérea de Bariloche, y la ruta al hotel, estaban cortadas cuando el presidente Javier Milei debía llegar a ser parte del Foro de multimillonarios, que lo esperaban como nunca lo hacen con ninguno de sus empleados. Por eso llegó a la propiedad de Eduardo Elsztain en helicóptero, uno de los transportes con más metáforas de la política argentina.
El detalle del viaje, que se hizo en una aeronave de la flota presidencial y no en vuelo de línea, no es parte de una crónica sobre la seguridad del mandatario. Es normal y no hay en ese dato una crítica para hacer, que el Presidente se mueva como tal no debiera ser noticia. Lo curioso es que el acting de viajar en vuelos de línea, haya sido presentado como un símbolo de ajuste a la casta y a la política.
Ni una cosa ni la otra. El ajuste, lo demuestran cada una de las variables económicas que se quieran elegir, lo están pagando los sectores populares y medios, en beneficio de empresarios concentrados, de sectores cartelizados (cuando no monopólicos), algunos de los cuales estaban en el Foro de Llao Llao.
Se pagan con el sufrimiento de privaciones de lo básico, con descenso hasta en el consumo de yerba, algo inédito en nuestro país, donde menos que un mate para ir tirando a falta de otra cosa, es la nada misma. Y se paga, con un dolor anunciado en campaña y celebrado en el ejercicio del gobierno, porque quienes no esperan son los verdaderos triunfadores de la época: el gran capital financiero, con socios locales, pero con terminales extranjeras.
Para ellos todo, como las condiciones ideales para la nueva bicicleta financiera, de la mano de Luis Toto Caputo, que pone otra vez su expertise de financista al servicio de arrodillar lo estatal en el altar del mercado.
Pero el capital es un paciente adicto que nunca se recupera de su voracidad infinita y pide siempre más. Por eso ya no alcanza con el Toto «Messi de las finanzas» Caputo. No alcanza con los discursos extasiados de Milei en los foros en los que participa.
Hace falta más. Mucho más.
El Gobierno dice que La Patria no se vende, se canjea
La política internacional de Javier Milei es acaso la muestra más evidente del rol que vino a desempeñar en este tiempo histórico, de la Argentina y del mundo.
El experimento anarcofacholibertario será estudiado en las generaciones posteriores, sin dudas, sobre cómo el péndulo de los vaivenes políticos puede ir tan rápido en un país. Pero para ese largo plazo, estaremos todos muertos, al decir de John Maynard Keynes, el odiado por Milei.
Mientras tanto, el reloj transcurre en medio de otras urgencias e interrogantes. ¿Cuán reversibles podrán ser los efectos de un alineamiento tan profundo y extendido con Estados Unidos y la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte)?
¿Qué costo habrá que pagar para la recuperación de todo lo que se promete cual vendedor de baratijas, en tiempos de Milei presidente?
La duda.
La acumulación social de riquezas, con sus matices, tuvo una duración de décadas. Atravesó varios gobiernos, inclusive algunos dictatoriales. Pero, primero la última dictadura, luego el menemismo, más tarde el macrismo y ahora Milei, están haciendo todo lo posible para que el mapa nacional sea apenas un contorno geográfico.
Para esa configuración de país no hacen falta Fuerzas Armadas (más allá del dislate de tomar deuda para adquirir chatarra que vuela como los F16 de Estados Unidos); no hace falta Universidad pública; ni salud; ni industria.
No hace falta política, ni es necesario el Estado.
Es un proyecto colonial, como antes de 1810, donde las decisiones se tomaban en la metrópolis y se ejecutaban con un Virrey.
Es la CIA, siempre la CIA
Nicolás Posse, el jefe de Gabinete que no habla y recién irá al Congreso a dar su obligatorio informe mensual el 15 de mayo, estuvo reunido otra vez con William Burns el jefe de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA).
Este último encuentro, ocurrido en los cuarteles de Langley donde tiene su sede la CIA, es el tercero entre Burns y Posse. El primero tuvo lugar en Washington, a finales de enero. Luego, el jefe de los espías estadounidenses, uno de los hombres más influyentes sobre el presidente Joe Biden, vino a Buenos Aires, en un viaje de muy pocas horas.
En esta ocasión, fue el corolario de una serie de reuniones de Caputo y Posse con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Departamento del Tesoro, que terminaron con el pedido para que la CIA ayude a la Argentina a presionar al FMI en su pedido de liberar fondos extras para sostener las reservas y avanzar, es el deseo de Milei, a una especie de dolarización.
Curiosa tarea para la CIA, nacida tras la Segunda Guerra Mundial y al calor del enfrentamiento con la Unión Soviética, que estuvo involucrada en bombardeos, en autoatentados como los de las Torres Gemelas, en golpes de Estado, en magnicidios, pero que nunca fue consejero económico ni colaborador en temas de la deuda de los países.
Salvo que se lea esto en el sentido de la batalla geopolítica que libra la Casa Blanca con China, en la guerra híbrida que marca el Tercer Milenio, y la ofrenda de la CIA sume para alistar otro país en el mapa del TEG mundial que es el globo terráqueo.
El cuadro se completa con Luis Petri, el ministro de Defensa que muta de disfraz de acuerdo a la ocasión, solicitando el ingreso de Argentina como “socio global” de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
La entidad, comandada por Estados Unidos, fue creada también tras la Segunda Guerra que terminó en 1945, y actuó como un mecanismo de defensa y disuasorio ante el bloque socialista, organizado en el Pacto de Varsovia. Caído el Muro de Berlín, en 1989, comenzó la expansión de la OTAN.
Primero con la incorporación de países que habían salido de la órbita del dominio de la Unión Soviética (disuelta en diciembre de 1991), y luego con acciones de ataque, como en la Guerra de los Balcanes, que implicó además de la desintegración de la antigua Yugoslavia un genocidio en territorio europeo.
A eso hay que sumarle la participación de la OTAN en la invasión a Irak y en todo el despliegue “antiterrorista” en Medio Oriente tras los hechos de septiembre de 2001, con la mencionada caída de las Torres Gemelas.
Ese escenario conflictivo se agudiza con el conflicto entre Rusia y Ucrania y tiene, a más de dos años de iniciado, un par de confirmaciones: no se trata de la posición defensiva de Ucrania, sino del empujón que la OTAN (léase Estados Unidos), le dio a la situación para correr las fronteras de “Occidente”, sabiendo que allá detrás no solo está Rusia, sino también China.
Las relaciones exteriores del Gobierno colonial que pretende Milei
Dicen que una vez el expresidente Juan Domingo Perón les dijo a un grupo de intendentes que ellos tenían más tareas que él. Que los intendentes se ocupaban de tres: el Alumbrado, el Barrido y la Limpieza (ABL). En cambio, les dijo Perón, “yo solo tengo dos tareas: la política nacional y la internacional”.
Javier Milei tiene también dos tareas: la política internacional y postear en su cuenta de X. Lo que acá escandaliza, en torno a la violencia escrita (que ojo, es precedente de la real), en el mundo es apenas un detalle. Lo que verdaderamente importa de Argentina es su lugar en el mundo, con la fatal y maravillosa combinación de poseer recursos de todo tipo que se demandan en estos tiempos y la ubicación estratégica como parte de un territorio que vincula el paso por dos océanos y la puerta de entrada a la Antártida.
Esos datos fueron advertidos por el Reino Unido cuando decidió responder militarmente al intento soberano de recuperación de las Islas Malvinas y adyacencias. Pese a la ilegitimidad de origen del gobierno de Leopoldo Galtieri, el presidente de facto que ordenó el desembarco el 2 de abril de 1982, la causa Malvinas tenía y tiene plena vigencia.
Ahora, si Margaret Thatcher, admirada por Milei, encaró esa respuesta para despejar el intento argentino de recuperar el control del territorio, vulnerado en 1833, fue porque tuvo la ayuda de Estados Unidos. La consecuencia, además de los 649 caídos en combate, de los cientos de suicidados después de la guerra y de la herida que no se cierra, se mide en cuestiones también económicas.
Con la explotación soberana de los recursos de la pesca y de los hidrocarburos, la Argentina no hubiera tenido problemas de divisas y acaso tampoco de endeudamiento externo.
En cambio, tenemos instalada en la Malvinas una base nuclear de la OTAN, la organización militar de ataque de Occidente a la cual Milei propone sumarse como socio global.
¿Alguien le dijo al Presidente, que ensaya una conversión al judaísmo, que pasaría si el Israel de hoy se propusiera como socio del Tercer Reich y le permitiera instalar un Auschwitz en Jerusalén?
Es un contrafáctico, y posiblemente una exageración, pero el ejercicio del pensamiento no debe tener límites. Como no los tiene el Gobierno de Milei, que pone a la Argentina en condición de súbdita de potencias extranjeras.
Y todo, con la nuestra.