domingo 24 de noviembre de 2024

El valor de la verdad, el juicio y la palabra de Javier Milei

Los días están copados por la tempestuosa agenda de un Presidente que se las arregla para transitar estos casi 4 meses de mandato sin que se conozcan detalles de su tarea cotidiana. Con eso le alcanza para marcar el pulso de una gestión que se propuso dar vuelta las bases de Argentina, aunque para ello levante las banderas de Estados Unidos y ponga en su escritorio el cartel de candidato al mejor administrador de colonia del que se tenga memoria.
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Milei, el juicio político y la sombra de Estados Unidos. Crédito: Cristina Pérez-Nota al Pie.

Javier Milei le dice «El jefe» a su hermana Karina, que ocupa el cargo de secretaria general de la Presidencia. El mismo apodo que le pusieron alguna vez a Bruce Springsteen, sus compañeros de banda, que decidieron llamarlo The Boss (El Jefe), desde sus comienzos en la música, porque era el encargado de recibir y distribuir los pagos por los conciertos.

Acaso el álbum (y el tema), más emblemático de Bruce sea «Born in in the USA» («Nacido en Estados Unidos»), que este año cumple 4 décadas desde su lanzamiento. Apenas 4 años después de eso, se organizaron en Argentina algunos de los conciertos de Amnistía Internacional.

En el estadio de River Plate, que junto con Mendoza fueron las dos sedes nacionales, se cruzaron en los camarines Springsteen con Charly García, quien dijo que acá «el Jefe soy yo».

Milei se declaró fana de los Rolling Stones y no hay constancia sobre si conoce esta historia. El Presidente le cedió la jefatura a la hermana en el plano de lo nacional. Y en cuanto a lo internacional, queda evidente que si se presenta como el administrador de facto de un intento de convertir a la Argentina en una colonia y se postula como capataz, sus verdaderos jefes también nacieron, como Bruce Springsteen, en Estados Unidos.

En términos de defensa de lo nacional, lo de Charly lo coloca en un plano que no tienen muchos de los «próceres» que pueblan con sus retratos el Salón que antes se llamaba «de las Mujeres».

Charly García interpreta «Nos siguen pegando abajo». Estadio de River Plate, durante el recital de Amnistía el 15 de octubre de 1988.

Una generala de cuatro estrellas con Milei

El Comando Sur es la avanzada de Estados Unidos, que del sur de México a la Isla de Tierra del Fuego, representa a uno de los factores del esquema imperial sobre América Latina: el militar.

Como contamos en esta columna hace dos semanas, la generala Laura Richardson llegó por tercera vez en menos de dos años a nuestro país y queda claro que no viene por el tango, ni por los bifes de chorizo. Los minerales críticos, el litio, los recursos energéticos y la pelea de fondo con características mundiales y todoterreno con China, son la lanza que blande como guerrera del Imperio.

Pero esta vez fue un paso más allá de los anteriores arribos a estas tierras. Si en aquellas ocasiones había visitado a Cristina Fernández de Kirchner y luego al entonces ministro de Defensa Jorge Taiana, ahora se presentó en la Base Naval de Ushuaia.

Hasta allí se desplazó Javier Milei, en un viaje conocido apenas minutos antes de su comienzo, en una clara demostración que el nuevo alineamiento con Washington no conoce de esfuerzos o practicidades para el economista libertario.

Bastaba que se quedara en la Casa Rosada para recibir a Richardson y no propiciara el escenario de las instalaciones de la Armada Argentina para la representante militar de un país cuya colaboración satelital fue crucial para que el submarino británico Conqueror disparara sus misiles para hundir al Crucero General Belgrano el 2 de mayo de 1982, en el marco de la Guerra de Malvinas.

Si el Belgrano fue, junto con el portaaviones 25 de Mayo, la nave más importante de la Armada Argentina, Milei generó el mismo efecto que un perro al orinar, por ejemplo, en los caniles de Olivos.

Salvo que en este caso, no es la acción de 4 o 5 mastines (perdón Conan, desconocemos sobre tu real estado vital), sino que lo hizo en la memoria de los 323 héroes que dejaron su vida en el Atlántico Sur, una vez consumada la orden de Margaret Thatcher de hundir la nave.

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El embajador Marc Stanley, Javier Milei, la generala Laura Richardson y el ministro de Defensa Luis Petri. Crédito: Presidencia de la Nación.

La Dama de Hierro, admirada por Javier Milei, que no se vestía de militar como hizo el Presidente, acaso para hacer de «cosplay» de la geopolítica, disfrazado de garante de la libertad, que en la práctica termina haciendo el papel de carcelero de los derechos de millones de argentinos.

En su visita al país, a Richardson le alcanzó el tiempo para brindar una nota a Infobae, donde titularon con palabras de la propia Laura: “Es sólo cuestión de tiempo para que el fentanilo se convierta en epidemia en América Latina”.

La referencia a la droga de diseño que está haciendo estragos en los pueblos de Estados Unidos, con decenas de miles de víctimas por año, es la versión más reciente de la amenaza del narco y la solución armada para combatirlo.

Si a esos elementos, con los mencionados líneas arriba, se le suman el rol de Tierra del Fuego como puerta de entrada a la Antártida y la preocupación por el Polo Logístico que había comenzado el gobierno anterior; el 5G; la inmigración; la pesca ilegal y la «influencia de China, Rusia e Irán en la región», el menú está tan claro que no hace falta leerlo con un QR.

El Salón Oval y la prueba de la verdad de Javier Milei

Hubo una época en que Estados Unidos se jactaba de estar sellado con el valor de la verdad. No importaba tanto lo que hiciera un Presidente, sino que no mintiera. Fue el caso de Bill Clinton, a quien le cobraron muy caro su desliz extramarital con la becaria Monica Lewinsky, que trabajó en la Casa Blanca y que tuvo la perspicacia de conservar el vestido con la evidencia de los excesos de pasión del mandatario estadounidense.

El resultado fue un intento de destitución de Clinton, que acabó frustrado y se basó centralmente en la falta a la verdad que tuvo el esposo de Hillary, más que en los hechos de alcoba en el despacho y adyacencias.

En nuestro país, el peso de la verdad tiene una dimensión diferente y de la picardía menemista del «si decía lo que iba a hacer no me votaba nadie», para abajo y a los costados, sobran ejemplos de opacidades, dobles discursos, falacias y zancadillas a la honestidad personal y de época.

De Javier Milei todavía se dice que «está haciendo en el Gobierno lo que dijo en campaña que iba a hacer». Pero eso es una verdad a medias y si uno se pone fino con la definición, eso configura también una mentira, ya que no existen mediciones sobre porcentajes de la veracidad, apenas subjetividades con intereses.

Milei dijo que el ajuste iba a ser contra la política y la casta. ¿Hace falta aclarar que eso no fue verdad?

También afirmó que no iba a aumentar los impuestos. No más preguntas señor juez, dicen en las películas de juicios.

Dijo, en el debate de candidatos, que era «especialista en crecimiento de la economía». Los datos de la caída de la actividad económica, combinado con la alta inflación, son tan claros que le responden en silencio a semejante falacia.

En ese sentido, con otras consideraciones que se suceden a diario y exceden por mucho el espacio de la columna, es que se baraja (aún cuando Milei no cumplió 4 meses en el cargo), la idea de iniciar el proceso de juicio político, remedio que está previsto en la Constitución Nacional.

La Ley Orgánica sobre Juicio Político es la que determina cómo es este procedimiento a partir de lo que plantea la Carta Magna en sus artículos 53, 59 y 60.

El primero establece que la Cámara de Diputados es la que desarrolla el derecho de acusar ante el Senado al presidente, vicepresidente, al jefe de Gabinete de Ministros, a los ministros y a los miembros de la Corte Suprema.

Esto comprende “las causas de responsabilidad que se intenten contra ellos, por mal desempeño o por delito en el ejercicio de sus funciones, o por crímenes comunes, después de haber conocido de ellos y declarado haber lugar a la formación de causa por la mayoría de dos terceras partes de sus miembros presentes”.

El artículo 60 refiere que “su fallo no tendrá más efecto que destituir al acusado, y aun declararle incapaz de ocupar ningún empleo de honor; de confianza o a sueldo en la Nación. Pero la parte condenada quedará, no obstante, sujeta a acusación, juicio y castigo conforme a las leyes ante los tribunales ordinarios”.

La Ley, sancionada en 2004, establece en el artículo 3° las causas por mal desempeño de sus funciones.
«Se considerará que los funcionarios mencionados en el artículo 53 de la Constitución han incurrido en mal desempeño de sus funciones cuando se dé alguna de las siguientes circunstancias:

  1. No reunir las condiciones exigidas por la constitución y las leyes para el desempeño del cargo.
  2. Inhabilidad física o mental, determinada por una junta de cinco peritos de reconocida versación en la materia, designada por el Senado.
  3. Incumplimiento manifiesto de los deberes correspondientes al cargo que desempeña.
  4. Incompetencia, negligencia, parcialidad o arbitrariedad en el ejercicio de sus funciones, incurrida en forma manifiesta y reiterada.
  5. Encontrarse comprendido en alguna causal de incompatibilidad prevista en las leyes de la Nación.
  6. Inmoralidad comprobada por hechos concretos, que ocasionen descrédito o desprestigio al cargo desempeñado o a las instituciones republicanas.
  7. Haber incurrido en acciones incompatibles con los principios republicanos de la Constitución».

La enumeración es clara y el lector podrá ver cuáles de esos puntos corresponden al Presidente.

El abogado Eduardo Barcesat, Convencional Constituyente en 1994, sostuvo esta semana que el aspecto más grave es el “quiebre del deber de obediencia a la supremacía de la Constitución Nacional” dispuesto en el Artículo 36 de la Carta Magna, que establece la más severa de las descalificaciones y condenas para aquellos hechos o actos que subsuman su supremacía.

“Esa cláusula fue pensada en su momento por nuestra desgraciada historia institucional y los golpes de estado militares. Pero su normativa es aplicable también cuando un gobierno con legitimidad de origen transgrede los límites reglados de sus incumbencias constitucionales para apropiarse de aquellos que le pertenecen a los otros poderes”, expresó.

Carlos Rozanski, exjuez de la Cámara Federal de La Plata, destacó el eje de las expresiones discriminatorias que Milei comparte en sus redes sociales, básicamente en X, donde likea o repostea publicaciones ofensivas y violentas.

“Hubo dos cosas que son las que motivaron que junto a algunas personas e instituciones que luchan contra la violencia de género y la pedofilia presentáramos hace más de un mes un pedido de juicio político contra el Presidente de la Nación, pero hay cientos de causales que podríamos seleccionar”, dijo Rozanski.

Los dos fueron parte de un panel que analizó las posibilidades para avanzar en un proceso de juicio político, que nunca se desarrolló en nuestro país.

Es la mirada jurídica, que se suma a la temperatura social de la calle. Que tiene forma de costo de la vida y memoria de soberanías perdidas y vueltas a entregar. Un día después del acto por Malvinas, a escasos kilómetros de las Islas argentinas por historia y por derecho, la foto del Presidente con la generala Richardson en la base naval que lucía la bandera de las barras y las estrellas es otro golpe pirata al sentimiento nacional.

Es todo eso y es el calendario. Porque si en este tiempo en la Argentina se tiene que buscar una coincidencia casi total es que el 10 de diciembre de 2027 es la fecha más lejana de la que se pueda tener noción. Por incierta, dramática y porque si bien no es un siglo, por eso de que no «hay mal que dure 100 años», también es cierto que no hay cuerpo que lo resista.

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