Desde el punto de vista médico, el infarto es la lesión del miocardio, el músculo del corazón. Se produce por una obstrucción de una de las arterias que lleva la sangre y nutre ese músculo, llamadas arterias coronarias. Existen varios factores que aumentan el riesgo de padecerlo, como el tabaquismo, la hipertensión, la diabetes y el sedentarismo, además de factores hereditarios y el estrés.
Ante cualquier síntoma, desde la fatiga desmedida ante un esfuerzo habitual, hasta el dolor en el pecho que oprime, se debe asistir de inmediato al centro de salud más cercano. En caso de estar sufriendo un infarto, cada minuto cuenta para evitar un daño mayor.
Este hecho, que es tan doloroso y angustiante, también puede ser el primer día de una nueva vida. Conocer estos factores de riesgo y eliminarlos, o al menos tratar de disminuirlos, es fundamental para prevenirlo y evitar nuevos episodios.
Nota al Pie se comunicó con el dr. Guillermo Maccagno, cardiólogo y Jefe de Servicio de Cardiología del Hospital Tornú, de la Ciudad de Buenos Aires, para conocer cómo es la vida después del infarto. Para el especialista, fuera de la definición médica, se puede definir al infarto como “un suceso, un evento trascendental en la vida de una persona. También en la vida de su entorno, de su familia, de su pareja, de sus amigos, de sus hijos. Generalmente marca un antes y un después en la vida de una persona”.
Un dolor muy fuerte en el centro del pecho
La fatiga desmedida ante un esfuerzo habitual está avisando que algo no está funcionando correctamente. “El síntoma más importante es el dolor de pecho, que los cardiólogos llamamos el dolor típico. Es un dolor que se ubica en el centro del pecho, de características opresivas”, comenzó explicando el dr. Maccagno. Es tan fuerte, que algunos pacientes lo refieren como una pata de elefante encima del pecho.
“Se puede irradiar a la mandíbula, a los brazos, principalmente al izquierdo, y a la cara interna, hacia la espalda. Se puede acompañar de sudoración, de una sensación de ganas de evacuar, un malestar gastrointestinal, de una sensación de desasosiego, muerte inminente. Generalmente se da ante esfuerzos, va a aumentando progresivamente en su intensidad. Todos estos síntomas nos grafican el dolor típico que generalmente precede a una angina de pecho, que puede desembocar en un infarto”, informó.
También puede haber infartos silenciosos, pero no son la mayoría. “Hay situaciones que se denominan atípicas, por ejemplo en personas diabéticas, en ancianas o en mujeres. En ellas este cuadro de dolor precordial no se presenta con estas características tan floridas. Puede incluso pasar en forma asintomática y después en un análisis de rutina, como un electrocardiograma o un examen físico rutinario, se halla la secuela de haber padecido un infarto”, mencionó.
Hay imágenes típicas del electrocardiograma que inducen a pensar que esa persona pudo haber tenido un infarto. “Esto tiene que ser corroborado con otros estudios de mayor envergadura”, aclaró. Entre ellos se destacan el ecocardiograma y la prueba funcional, como la ergometría. Si se quiere detectar la secuela de un infarto y en definitiva ver en qué riesgo está el resto del corazón, se recurre a una cámara gamma, que es medicina nuclear.
Factores de riesgo coronario: conocerlos para disminuirlos
Los factores de riesgo coronario son aquellos que aumentan las posibilidades de padecer un infarto. “Los factores típicos o clásicos son fumar, presión alta, diabetes, colesterol, sobrepeso, sedentarismo. Pueden estar aislados o juntos. En el caso de que estén juntos tienen un efecto potenciador unos a otros”, describió. Por otro lado, “hay una carga hereditaria que vemos bastante frecuente en padres o familiares de primer orden, que el individuo tenga un problema coronario”.
Además, “dentro de los factores de riesgo que ofrece la modernidad, está todo lo referente al estrés, a la carga emocional. Esto poco a poco se ha transformado en otro factor de riesgo coronario”.
Pautas de alerta para la atención de urgencia
“Lo que se tiene que dejar bien en claro es que la persona tiene que hacerse asistir lo más rápido posible. Esto es fundamental. Ante un dolor de pecho, hay que hacerse asistir lo más rápido posible. Para nosotros el tiempo vale oro, el tiempo es músculo”, resaltó el dr. Maccagno.
Esto se debe a que hay “un tiempo determinado desde que la persona comenzó a tener dolor de pecho hasta que podemos abrir esa arteria coronaria en forma efectiva y limitar el tamaño del daño. Si esto ocurre dentro de la primera hora, las posibilidades de éxito son máximas. El tiempo efectivo de abrir esa arteria coronaria es de hasta 2 horas. Pasado ese tiempo los beneficios empiezan a ser cada vez menores y el infarto empieza a dejar secuelas que pueden ser, de acuerdo al tamaño del infarto, cada vez mayores”.
La vida después del infarto
Después de haber padecido un infarto, la persona tiene que hacer chequeos médicos periódicos. “Debe controlar su colesterol, su glucemia, su presión arterial y visitar a su cardiólogo al menos cada 4 a 6 meses. Cada vez que reanude alguna actividad física debe contar con el aval de su cardiólogo”, explicó.
En este sentido, mencionó que “en el Hospital Tornú contamos con un Servicio de Rehabilitación Cardiovascular, conformado por kinesiólogos y cardiólogos. Lo que hacemos es rehabilitar a pacientes que han tenido un infarto, invitándolos a realizar un ejercicio físico en forma programada y supervisada, progresiva. Que los ayude después a desarrollar luego en su vida diaria, una vida habitual”.
Sobre el miedo a volver a tener un infarto, resaltó que “si uno mantiene la misma conducta que tuvo hasta tener el infarto, es muy probable que el resto de sus arterias se sigan tapando. Si esa persona fuma, tiene colesterol alto, diabetes o presión y no controla cualquiera de estos factores de riesgo y sigue desarrollando la misma vida, es decir, no hay un antes y un después del infarto, es probable que el resto de sus arterias sigan dañándose, y pueda volver a tener un infarto”.
“La incidencia de infarto disminuye si cambiamos el estilo de vida. Cuando hablo de un antes y después en la vida no necesariamente esto tiene que ser una tragedia. A nuestros pacientes los invitamos a abrir una puerta para tener una mejor calidad de vida a la que tenían anteriormente. A que disminuyan de peso, a que hagan ejercicio aeróbico programado, a que coman bien, a que dejen de fumar, a que controlen su presión. Todos estos factores hacen que gocen de una calidad de vida mejor a la que tenían antes”, concluyó.