En el Mes de Concientización del Herpes Zóster, se busca visibilizar los riesgos y el impacto de esta enfermedad en adultos mayores de 50 años. Una encuesta global revela que el 86% de los adultos subestima los riesgos de este virus. En nuestro país, la mitad considera que la probabilidad de contraer la enfermedad es baja, aunque casi el 90% es consciente de su existencia.
El herpes zóster, comúnmente conocido como “culebrilla”, es una patología causada por la reactivación del virus varicela-zóster, el mismo que en la infancia causa la varicela. Una vez que el virus ingresa al cuerpo, se cura de varicela, pero permanece latente o inactivo en el sistema nervioso. Por lo general, no causa síntomas, hasta que en la etapa adulta se puede reactivar.
Todas las personas que han tenido varicela pueden tener Herpes Zoster. En este sentido, más del 90% de los adultos, en general mayores de 50 años, han tenido varicela o algún contacto con el virus, por lo tanto estarán en riesgo de desarrollar herpes zoster.
Nota al Pie conversó con la dra. Verónica Loggia, pediatra, infectóloga y gerente médica de vacunas del laboratorio GSK, para conocer cómo impacta esta enfermedad en adultos mayores.
De la infancia a la adultez, y la reactivación del virus
Luego de que una persona tiene varicela en su infancia y se cura, “el virus permanece latente, inactivo, como dormido en nuestro sistema nervioso. Por lo general no causa síntomas hasta que, en la etapa adulta, por diferentes motivos, puede reactivarse y causar el herpes zóster”, comenzó explicando la dra. Loggia.
Por lo general, los primeros síntomas son picazón, dolor y hormigueo. También “una sensación molesta o de sensibilidad al tacto en el tórax, en la espalda, en el abdomen o en la cara”.
Tras los primeros días, comienza la fase aguda de la enfermedad, donde aparece la erupción cutánea. “Son ampollas o vesículas con un líquido en su interior, en las zonas afectadas, que causan un dolor agudo muy importante. Al cabo de 10 días, las vesículas o ampollas se convierten en costras. Todo este proceso dura entre 2 a 4 semanas”, agregó.
En general, este virus no puede contagiarse de una persona a otra. Sin embargo, “si una persona tiene herpes zóster, el contacto directo con el líquido de las vesículas o de las ampollas del sarpullido, puede propagar el virus a personas que nunca han tenido contacto con la varicela o nunca han tenido varicela. Si esas personas se infectan, primero presentarán el cuadro de varicela, pudiendo desarrollar Zoster mucho más adelante en su vida”, explicó la infectóloga.
Para prevenir la transmisión del virus se debe mantener el sarpullido cubierto, evitar tocarlo o rascarlo para también evitar sobreinfección de las lesiones. Además de lavarse las manos frecuentemente con agua y jabón, hay que “tratar de evitar el contacto directo de esas lesiones con personas que no han tenido varicela o tienen su sistema de defensa debilitado”, detalló.
¿Qué hay detrás del herpes zóster?
Uno de los factores predisponentes para el desarrollo de herpes zóster es la edad. En general, se da a partir de los 50 años, porque el sistema inmunológico, las defensas, a partir de esa edad se empiezan a debilitar.
“También todas las personas que tienen alguna enfermedad o reciben un tratamiento que le disminuye las defensas. Por ejemplo, los pacientes trasplantados, los que reciben quimioterapia para algún cáncer o que viven con VIH. En el caso de las personas trasplantadas, tienen un riesgo de hasta 9 veces mayor de desarrollar Zóster que la población sana”, indicó.
Si bien la mayoría de las personas se recupera por completo, algunas pueden presentar complicaciones. “La más frecuente es el dolor crónico que queda posterior al episodio de zóster, que se llama neuralgia post-herpética. En general, puede durar más de 3 meses, incluso 6 meses o más de un año. Suele ser más común y más grave a mayor edad. Se sabe que después de los 50 años, hasta un 30% de los pacientes con herpes pueden desarrollar esta neuralgia post-herpética”, explicó la dra. Loggia.
Otras complicaciones que puede traer el herpes zóster son, por ejemplo, “complicaciones oftálmicas, llevando hasta la pérdida de la visión y complicaciones a nivel neurológico, por ejemplo, tener un accidente isquémico transitorio. También puede provocar complicaciones cardiovasculares, como ser los infartos agudos de miocardio”, informó.
En el mismo sentido, precisó que esta patología tiene un impacto negativo en la calidad de vida, “afectando el sueño, la rutina diaria, el trabajo y en algunas personas, el retraimiento social causando depresión”.
En cuanto al tratamiento, hay medicamentos antivirales disponibles que “ayudan a acortar la duración y la severidad de la enfermedad. Pero, para que sean efectivos, se debe empezar el tratamiento tan pronto sea posible después de que aparezca la erupción”, detalló.
Finalmente, aclaró: “Por eso es importante consultar con su médico o médica lo antes posible, cuando empiezan las lesioneso tenemos esa sensación de malestar en la piel, para tener un tratamiento precoz. Los analgésicos también pueden ayudar al dolor. Se pueden poner paños húmedos o algunas cremas en la zona afectada, que pueden ayudar a aliviar la picazón”.