Cada año, la ceremonia de los Premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas ofrece un espectáculo de glamour, presentado como la máxima celebración del arte cinematográfico. Alzarse con el galardón equivale a adquirir renombre mundial. Sin embargo, detrás del brillo y los vestidos de diseñador, se esconde una realidad más compleja y cuestionable.
La ceremonia de los Oscar es, en esencia, una puesta en escena. Un acto en el que la industria del cine mainstream pretende premiar las mejores películas, pero en realidad, es una forma de autopromoción, una oportunidad para que Hollywood se glorifique a sí misma. ¿Cómo? A través de la entrega de premios que, lejos de reflejar verdadera excelencia artística, muchas veces obedecen a agendas políticas y comerciales.
La flexibilidad de la Academia para definir lo que es “mejor” o lo que hace del mundo un lugar “mejor” se convierte en una herramienta de gran poder. En tiempos de conflictos internacionales, se premian películas antibélicas para congraciarse con una audiencia preocupada por la paz. Cuando los intereses políticos cambian y la intervención militar se justifica en nombre de la libertad y la democracia, de repente, la narrativa inclusiva es cuestionada y el otro se convierte en un enemigo oscuro y amenazante.
La inclusión, tal como la promueve Hollywood, se convirtió en un elemento arraigado en el inconsciente colectivo a nivel mundial, representando el máximo soft power de Estados Unidos: su habilidad para influir en la subjetividad y la cultura global.
El verdadero problema radica en la nomenclatura de los premios. ¿Qué implica exactamente ser galardonado con un “Oscar a la Mejor…”? Si consideramos la evolución del cine a través del tiempo hasta ser reconocido como una forma de arte, ¿no deberíamos esperar que los premios reflejen esta evolución?
El secreto del éxito en los Premios Oscar: ganarán las películas que reflejan el sentir de Hollywood
El 5 de marzo de 2006 marcó la noche de la 78º Edición de los Premios de la Academia, donde únicamente dos producciones se perfilaban como las principales contendientes para el codiciado galardón a la Mejor Película. Por un lado, se encontraba Brokeback Mountain, el conmovedor neo-western dirigido por Ang Lee, que narra la historia de una pareja gay y su amor prohibido.
Por otro, estaba Crash, una intrincada antología de relatos que aborda temas de raza y reconciliación. A pesar de que la película de Lee obtuvo la aclamación de la crítica y su reconocimiento como favorita indiscutible, la sorpresa invadió el escenario cuando Jack Nicholson anunció a Crash como la ganadora, desviándose del esperado desenlace.
La audiencia estaba sorprendida. Sin embargo, nadie parecía más sorprendido que el elenco y el equipo de Crash. ¿Cómo nadie lo vio venir? La respuesta fue simple: Brokeback Mountain era un clásico instantáneo, mientras que Crash era engreída, carente de sensibilidad y moralizante.
Desde la creación de los Premios Oscar, películas de calidad cuestionable fueron distinguidas con el galardón principal del evento. En el caso de Oppenheimer, dirigida por Christopher Nolan, ampliamente aclamada como la mejor película del 2023 y considerada una de las destacadas de este siglo, podría obtener una victoria este domingo, pero no necesariamente por las razones correctas. Más bien, parece prevalecer una regla simple en la elección del ganador: la película que se lleva el premio a la Mejor Película suele ser aquella que hace que Hollywood se sienta mejor consigo mismo.
Si en lugar de evaluar cada película nominada únicamente por su calidad cinematográfica, se las contempla como representaciones simbólicas de lo que distingue a Hollywood y lo hace único, entonces no hace falta verlas para acertar en las predicciones de los Oscar.
Como ocurrió en el caso de Crash, el elemento clave está precisamente en la sinopsis de su argumento: la película transmitió un mensaje a una Academia conformada mayormente por votantes mayores, blancos y de clase privilegiada, indicando que, sí, existía un problema de racismo en Los Ángeles, pero ellos –los votantes de la Academia– estaban haciendo todo lo posible por combatirlo, y Crash era evidencia de que eran parte de la solución, no del problema.
Brokeback Mountain también aborda un tema sensible, la homofobia, pero lo hace de manera mucho más artística. Sin embargo, en retrospectiva, es probable que muchos votantes hayan despreciado la película por tomar uno de los géneros más masculinos y emblemáticos en la historia de Hollywood —el western— y transformarlo en algo relacionado con la homosexualidad.
Una larga trayectoria de corrección política
La manera en que Hollywood busca consuelo cambia cada año. En 2012, The Artist de Michel Hazanavicius, una película muda en blanco y negro que evoca la nostalgia de la era del cine silente, se llevó el premio principal, siendo una celebración de la Edad de Oro de Hollywood.
Al año siguiente, Argo de Ben Affleck, basada en hechos reales sobre cómo la industria cinematográfica contribuyó a la liberación de rehenes estadounidenses en Irán, se alzó con el premio principal. Mientras tanto, en el mundo real, el país de Medio Oriente era acusado de poseer instalaciones nucleares en una crisis diplomática que tuvo como protagonistas a Estados Unidos, Israel y la Unión Europea. Esto eclipsó a la increíble Silver Linings Playbook de David O. Russell.
En 2018, La Forma del Agua de Guillermo del Toro ganó el premio a la Mejor Película, lo que podría parecer un caso atípico. Es conocida por presentar una escena peculiar en la que una mujer se masturba cada mañana con un cronómetro de huevos. Sin embargo, si se retrocede un paso,se puede ver lo que Hollywood vio: una actualización moderna de la clásica película de monstruos, en la gran tradición de King Kong y Frankenstein, y un emocionante cuento sobre el amor.
En 2019, Green Book se convirtió en una de las películas peor criticadas que jamás haya ganado el premio a la Mejor Película, y posiblemente la peor desde Crash. Se la compara con Driving Miss Daisy pero sin el prestigio literario. Driving Miss Daisy, basada en una aclamada obra de teatro de Alfred Uhry, ganó el premio en 1990. Este hecho es destacable ya que se estrenó el mismo año que Do the Right Thing de Spike Lee, una película mucho más duradera aunque mucho menos reconfortante, que aborda el tema del racismo de manera más profunda.
BlacKkKlansman (Spike Lee) también fue nominada a Mejor Película en 2019, junto con Black Panther(Ryan Coogler). Sin embargo, mientras que esta última era una película de superhéroes su mayor logró iba consistir en la nominación, la película de Lee, al igual que Get Out (Jordan Peele, 2017) y Django Unchained (Quentin Tarantino, 2012), antes que ella, no logró superar la prueba crítica de ser reconfortante para los votantes blancos.
Por otro lado, Green Book fue ampliamente aceptada. La película disfrutó de una gran popularidad en los cines y contaba con un par de protagonistas que ya tenían el sello de aprobación de los premios Oscar, lo que le otorgó la suficiente pátina de prestigio para que los votantes pasaran por alto el hecho de que estaba dirigida por uno de los hermanos responsables de Dumb and Dumber, una película que, por cierto, muchos consideran superior.
Muñeca Rusa: la agenda política estadounidense dentro de los Premios de la Academia
El año pasado, los argentinos estábamos expectantes durante la transmisión de los premios Oscar, con la misma pasión con la que seguimos el Mundial de Qatar 2022. Esperábamos que nuestros actores y artistas pudieran traer a casa su tercera estatuilla con la película de Santiago Mitre, Argentina, 1985, una obra muy necesaria que aborda el Juicio a las Juntas Militares que gobernaron durante la dictadura cívico-militar de 1976 a 1983, tras el retorno a la Democracia.
Sin embargo, la agenda estadounidense tenía otros planes y la Academia se hizo eco; buscaba resaltar los efectos devastadores de la guerra, en un momento en que Rusia, la gran antagonista de los estadounidenses, estaba en conflicto bélico con Ucrania. La gran ganadora a Mejor Película Internacional fue Sin novedad en el frente, la película alemana que muestra los estragos de la Gran Guerra, un mensaje que cuestiona la validez de la guerra, excepto cuando Estados Unidos la justifica.
En la misma línea, la Academia no solo le otorgó el premio al Mejor Documental a Navalny, sino que también destacó el papel crucial de Alekséi Navalny, un influyente opositor de Vladimir Putin. Esta distinción no solo reconoció su trabajo, sino que además lo posicionó como una figura conocida ante millones de personas que no estaban familiarizadas con su participación en la escena política rusa. Este enfoque parece sugerir que una parte significativa de los premios Oscar estuvo dedicada a visibilizar y denostar aún más la ya controvertida figura del presidente ruso.
Violencia pasivo-agresiva para Barbie
Este año, Oppenheimer está compitiendo por el premio a la Mejor Película, enfrentándose a su hermana aún más lucrativa, Barbie, que fue la película con mayor recaudación en 2023. Sin embargo, Barbie no tiene ninguna posibilidad de ganar el premio principal, y no porque, como algunos han argumentado, sea «poco seria».
Everything Everywhere All at Once impactó al público con escenas inusuales y una pelea épica de consoladores, y aun así los votantes le otorgaron el premio a la Mejor Película el año pasado en detrimento de Tár, una verdadera obra de arte, simplemente por ser inclusivos con el elenco oriental de la película, como si el cine oriental no fuera lo suficientemente valioso, como si no tuviera cineastas extraordinarios que han creado joyas en la gran pantalla.
Hollywood parece buscar redimirse a través de sus elecciones. El verdadero problema es que muchos votantes de la Academia se sintieron ofendidos por Barbie, pues creyeron que se estaban burlando de ellos.
Y sí, lo hizo. Se trata de una película sobre una hermosa muñeca rubia que se atreve a pensar por sí misma y que posee mucho más ingenio y humanidad que los ejecutivos masculinos que solo quieren que sonría hasta que se cansen de jugar con ella.
Cierto bloque de Hollywood rechazó en silencio este desafío al patriarcado, pero hicieron conocer su postura a través de sus acciones, ya que las dos fuerzas creativas principales de Barbie, Margot Robbie y la directora Greta Gerwig, fueran ignoradas cuando se anunciaron las nominaciones a Mejor Actriz y Mejor Directora.
Estas elecciones parecían un reconocimiento a medias del éxito comercial de la película junto con un rechazo hacia las artistas detrás de ella. Tampoco significa necesariamente que a la mayoría de los votantes les haya gustado realmente Barbie. La omisión de nominaciones para Gerwig y Robbie parece una forma pasivo-agresiva de decir: “No puedes burlarte de nosotros en nuestra propia cara”.
Si este comentario suena cínico, es porque lo es, pero también lo son los Oscars. El evento mutó en un espectáculo televisivo, un concurso de popularidad, una noche de autocomplacencia y pura propaganda del esplendor de la Meca del Cine.
Oppenheimer podría llevarse el premio de la Academia, pero por las razones equivocadas
Oppenheimer es una masterpiece, un trabajo extraordinario en la carrera de Christopher Nolan, en el que usa un amplio relato al servicio de una tragedia íntima. Sin dudas, es la obra más pesimista de su autor, un Nolan cada vez más preocupado por el futuro de la humanidad, cuya resonancia manifiesta se hace eco con nuestro presente. No habrá otra película ni director mañana por la noche que sean más merecedores de las codiciadas estatuillas.
Sin embargo, si gana el premio de la Academia, será por las razones equivocadas: fue un éxito de taquilla que llegó en un momento en que la industria cinematográfica, aún tambaleándose por la pandemia, necesitaba desesperadamente un éxito, una película que tenía que ser vista en los cines para ser apreciada en plenitud.
Y fue dirigida por Nolan, quien durante años fue el defensor más ferviente de Hollywood de la experiencia en la gran pantalla. Cuando Warner Bros, su socio de toda la vida, envió su película anterior al streaming después de sólo una breve proyección en salas, él estaba tan enfurecido que dejó el estudio y subastó a Oppenheimer al mejor postor.
Nolan apostó por la resistencia de los cines, y pagó incontables veces. Y eso —no todas las críticas elogiosas, no el peso del tema, no la terrible tragedia que retrató y que nos amenaza, no su arte— es el motivo de por qué va a ganar el premio a la Mejor Película. A menos que haya otra película que recuerde a los votantes del Oscar lo indispensable que es su trabajo, cuánto necesitamos que Hollywood nos diga quiénes somos realmente y qué debemos admirar.
En última instancia, la ceremonia de los Premios Oscar es un reflejo de la industria cinematográfica en su conjunto: una mezcla de arte, comercio, política y espectáculo. Sin embargo, mientras Hollywood continúe premiando la propaganda sobre la verdadera innovación artística, la farsa persistirá, dejando a muchos preguntándose si alguna vez premiarán lo que verdaderamente importa en el cine.