El pasado jueves 1 de febrero se estrenó en las salas argentinas «Valeria viene a casarse (Valeria Mithatenet)», una coproducción entre Israel y Ucrania. Un film que expone el realismo social bajo la dirección de Michal Vinik. La trama, enraizada en las luchas de poder y la hipocresía social que rodea los matrimonios concertados, ha captado la atención tanto de la crítica especializada como del público en general, cosechando numerosos premios en festivales internacionales.
Algo particular tanto en la sociedad rusa como ucraniana, es que la mayoría de las jóvenes se sienten realizadas si logran casarse antes de los 30 años. Y desde la disolución de la poderosa Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en diciembre de 1991, tanto en Rusia como en la mayoría de los restantes 14 países independientes se han puesto de moda o se ha vuelto un recurso para escapar de las tradiciones y el sistema, casarse con un extranjero. Lo más común es que no se busca un candidato europeo sino que en su mayoría son latinoamericanos, pero también de países de Oriente y del continente Asiático como se da en este film.
En el corazón de la historia de esta película, se encuentran dos hermanas ucranianas, Valeria y Christina. Esta última fue la primera en emigrar a Israel a través de un matrimonio concertado. La vida en este nuevo país es un mundo aparte para Christina, quien disfruta de su trabajo en un salón de belleza y se siente plena en su nueva vida junto a su esposo israelí, Michael. Sin embargo, la trama da un giro inesperado cuando Michael, satisfecho con su matrimonio, decide actuar como casamentero para otros hombres israelíes en busca de esposas ucranianas.
El nuevo proyecto de Michael involucra a la hermana menor de Christina, Valeria, quien pronto se convertirá en esposa de Eitan, un hombre considerado por Michael como un buen partido. Sin embargo, Valeria representa una faceta diferente de su hermana mayor, lo que desafía la estabilidad y las expectativas de todos los involucrados.
Un punto clave, las buenas actuaciones
Si hay algo que sobresale en este atrapante film donde se ponen al descubierto dilemas que desafían las convenciones sociales y familiares, son la calidad de la mayoría de las interpretaciones.
Con una duración de 76 minutos y un elenco multicultural que habla hebreo, ruso e inglés, la brillantez de las actuaciones permite que el espectador empatize muy rápido con las protagonistas. Un elenco de destacados intérpretes como Lena Fraifeld, Dasha Tvoronovich, Yaakov Zada Daniel y Avraham Shalom Levi, se fusiona con la maestría del guion y la dirección de Michal Vinik. La buena fotografía, a cargo de Guy Raz, transporta al espectador a los paisajes y las emociones que rodean a los personajes, mientras que la música de Daphna Keenan y el diseño de producción de Shunit Aharoni añaden capas de profundidad a la narrativa.
A través de sutiles detalles en la trama, este film poco a poco revela la dinámica de poder y control que define la relación de Michael y Christina. Un ejemplo es la escena donde Michael critica la sopa de Christina, un gesto aparentemente trivial que refleja su constante exigencia y menosprecio hacia ella. Este comportamiento, a lo largo de la película, muestra cómo Michael ejerce una presión constante sobre su esposa, limitando su autonomía y aspiraciones.
La película se convierte en un psicodrama tenso donde los personajes luchan por encontrar su verdadera identidad y libertad. La desesperación y el egoísmo de los personajes complican aún más la situación, creando un ambiente cargado de tensión y conflicto.
«Valeria viene a casarse», en resumen
“Valeria viene a casarse» es un testimonio de la complejidad de las relaciones familiares y las tradiciones arraigadas en distintas culturas. A través de un lente íntimo y conmovedor, la película desafía al espectador a reflexionar sobre la naturaleza del amor, la libertad y el sacrificio en un mundo donde las expectativas sociales y las decisiones personales a menudo entran en conflicto.