Este lunes 15 de enero de 2024, la República de Nauru comunicó su decisión de adscribir al principio de “Una sola China”, desconociendo la autonomía política de la isla de Taiwán.
En efecto, ya suman 183 la cantidad de países que reconocen la doctrina del gigante asiático y tan sólo 12 estados aún conservan su sociedad política con la estratégica isla. Nota al Pie analiza el estado de situación diplomático y la influencia de la crisis internacional de poder sobre una relación conflictiva que observan con detenimiento numerosos actores.
183 estados
La ruptura de Nauru, la república ubicada en la Micronesia del Océano Pacífico, implica un debilitamiento de la posición internacional de Taiwán y sus aliados en Asia. El pequeño país insular del Pacífico Sur anunció la interrupción de sus relaciones diplomáticas con la isla asiática, alineándose de este modo con el principio de Una sola China. La pérdida de Nauru reduce aún más el margen de operación del gobierno de Taipéi en el escenario internacional, considerando su posición estratégica entre Australia y Asia y su relativo control sobre rutas marítimas y aéreas en el Pacífico Sur.
Con una población que ronda los 10.000 habitantes y una extensión marítima de cerca de 300.000 km2, Nauru es un país pequeño en términos demográficos y económicos, pero estratégico por la situación logística.
De las 12 naciones que aún reconocen a Taiwán, la mayoría son estados insulares sin un peso geopolítico propio. La “provincia rebelde” ya había perdido relaciones diplomáticas con diversos países en los últimos años, entre ellos: Kiribati, República Dominicana y Panamá. Y la decisión de Nauru podría desatar un efecto cadena en el resto.
“China ha establecido relaciones diplomáticas con 182 países en base al principio de una sola China. La decisión del Gobierno de Nauru vuelve a poner en evidencia que el principio de una sola China se alinea con la dirección de la opinión global”, expresó la diplomática de Beijing, Mao Ning.
“China pretende suprimir los logros democráticos de Taiwán”, planteó en contrapunto el viceministro de Asuntos Exteriores de Taiwán, Tien Chung-kwang. Además, calificó la definición de Nauru como un “movimiento muy repentino” y anunció el cierre de su embajada en territorio taiwanés “para defender la dignidad nacional”.
Revés geopolítico unipolar
La ruptura con el estado del Pacífico Sur profundiza la ya debilitada posición de Taiwán en la escena internacional. Más aún teniendo en cuenta que el gobernante Partido Democrático Progresista venía de lograr su tercera victoria presidencial consecutiva. El 13 de enero se consagraron a Lai Ching-te como presidente del país. El PDP taiwanés heredó la posición secesionista y representa una resistencia para la doctrina de Una sola China.
Sin embargo, su victoria electoral no expresa un problema para Beijing ya que los vínculos económicos y las instancias de coordinación entre ambos se han acrecentado en los últimos años a pesar del conflicto territorial. La fabricación de semiconductores en Taiwán que despegó durante la década del 90 es un terreno de oportunidades para cualquier potencia, y explica en parte el interés chino por la reunificación. No obstante, su relación comercial aumenta y entre las dos cubren cerca del 40% de la producción mundial de chips.
Si bien la continuidad del PDP pone de manifiesto la decisión de mantener autonomía con respecto a China, tampoco hay ánimos en el gobierno taiwanés por aumentar la conflictividad. El coqueteo entre el gobierno demócrata de Joe Biden con la isla durante 2022 expresa una tensión que el presidente Lao no pretende soportar. En efecto, parece que la disputa se resuelve a nivel internacional pero a partir de la suma o la pérdida de adeptos en términos diplomáticos, un escenario que viene favoreciendo con claridad a Beijing.
Una sola China
La doctrina china podría encuadrarse en el lenguaje geopolítico como una absorción con cláusulas de autonomía. En el corto y mediano plazo el Partido Comunista de China no presionará en el frente externo para condicionar la situación política interna de Taipéi. Desde ya, el último lustro evidenció una tendencia favorable ya que son varios los países que le retiraron su apoyo a Taiwán, restableciendo relaciones diplomáticas con Beijing.
Este conflicto territorial tiene una envergadura estratégica del tamaño de Palestina, las Islas Malvinas o Ucrania. Si bien se ha desarrollado en las últimas décadas en el plano diplomático sin escalar al militar, no son pocos los incentivos para que detone. En América Latina, por ejemplo, tan solo la República de Paraguay mantiene su reconocimiento a Taiwán, lo cual evidencia la estrategia internacional unipolar que encuentra su extensión en gobiernos alineados a Washington como es el caso del presidente de Paraguay Santiago Peña.