Los primeros días de diciembre llegó a Netflix la comedia argentina No me rompan. La película, protagonizada por Julieta Díaz y Carla Peterson, cuenta la historia de dos mujeres de distintos entornos que se unen de forma inesperada.
Sobre la película
El film sigue la vida de Ángela (Peterson), una actriz de 45 años que se niega a envejecer, y Vera (Díaz), quien tiene un emprendimiento de cremas artesanales. La primera se ve en una crisis profesional y personal, mientras que su pareja termina la relación para comenzar otro romance con una mujer más joven. Vera, en cambio, tiene una familia estable pero se siente agotada por todas las responsabilidades que lleva encima.
Estas dos mujeres explotan de enojo en sus entornos y se conocen luego de ser enviadas a un grupo de manejo de ira. Allí terminan encontrando la amistad y trabajando para desenmascarar a un cirujano que promete la belleza eterna, pero en realidad realiza procedimientos ilegales.
Dirigida por Azul Lombardía, todos los protagonistas masculinos parecen tener dejos del patriarcado. Todos son, por exceso o por defecto, por acción u omisión, por abuso o por desgano, representantes de los prejuicios y los privilegios.
Dentro del amplio reparto, se encuentran Martín Garabal, Esteban Lamothe, Celina Font, Salvador del Solar, Jazmín Rodríguez Duca, Alfonso Tort, Brenda Kreizerman, Nancy Dupláa y Cecilia Dopazo. Además, la obra cuenta con la participación especial del cantante Fito Páez, quien encarna a un productor de televisión.
Mandatos de belleza sobre las mujeres
Quizás sin planearlo, el guion de Jazmín Rodríguez Duca tiene coincidencias con el caso que terminó con la muerte de Silvina Luna y las denuncias por mala praxis contra Aníbal Lotocki. En el film, la trama muestra como un cirujano realiza un procedimiento de rejuvenecimiento estético que no está aprobado, lo que le genera malos resultados a la protagonista.
Más allá de la historia de Silvina, el film surge en un país donde el 70% de las mujeres asegura no estar conforme con su cuerpo y muchas se someten a procedimientos con el fin de parecerse a los rostros creados por los filtros de las redes sociales.
Meses atrás, la escritora de Bellas para morir, Esther Pineda, habló con este medio sobre la violencia estética, relacionada con estos mandatos de siempre ser delgada y joven. Según sus palabras, esta “es ejercida no solo por parte de hombres sino también por mujeres, y se vive en cualquier espacio en los que ellas participan: en la familia, la relación de pareja, el colegio, la universidad, el trabajo, el espacio público”.
Del mismo modo, aseguró que esto afecta la cotidianidad de las mujeres porque “se sienten inconformes e inseguras con su imagen o cuerpo”. A su vez, la investigadora mencionó que la violencia estética se conforma de todas esas representaciones e imaginarios, pero también de las instituciones sociales que presionan a las mujeres a responder al canon de belleza.
Tareas de cuidado
La historia de Vera, por su parte, se relaciona con la doble jornada laboral que implican las tareas de cuidado y con la división desigual entre hombres y mujeres. En Argentina, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), el 92% de las mujeres realizan trabajo no remunerado, frente al 75% de los hombres. Además, las mujeres son quienes les dedican mayor tiempo: 6 horas y media frente a 3:40 hs. de los varones.
El mismo organismo indicó que un 49% de las mujeres participan de la fuerza de trabajo, estén ocupadas o no, mientras que este indicador llega a un 70% de los varones. La desigualdad al momento de realizar tareas del hogar y de cuidado, como es el caso de una de las protagonistas y de miles de mujeres, repercute en sus trayectorias educativas y laborales.
La sátira aborda desde el cine la problemática de la imposición de roles de género donde las mujeres son reducidas al lugar de la madre o la mujer objeto, y la presión social para responder a estos estereotipos. Frente a estas violencias, la salvación llega al socializar las experiencias, al tejer redes de apoyo entre mujeres.