Godzilla nació como una alegoría seria y reflexiva de la devastación nuclear causada en Hiroshima y Nagasaki. Bajo la dirección de Ishirō Honda en 1954, la figura imponente del kaiju es más que un simple ícono del cine de monstruos; es un símbolo vivo de las consecuencias catastróficas de la bomba atómica desatada sobre Japón.
Su imponente figura gigantesca y cabeza en forma de hongo se asemejan a la nube explosiva producida por una bomba nuclear. Su piel repleta de cicatrices queloides, negra y quemada, y las espinas en su espalda dan un recuerdo inquietante a las víctimas supervivientes de las explosiones nucleares. Incluso su icónico rugido bestial, transmite más dolor y angustia por su estado agonizante que amenaza.
Cuando la audiencia japonesa de la posguerra se sentó en la oscuridad del cine para asistir a la película, vieron el pasado, el presente y el posible futuro de su país. La producción no sólo revivió los recuerdos atroces de Japón durante la Segunda Guerra Mundial, también se hizo eco de un evento que acababa de ocurrir meses antes del estreno: el barco de pesca Daigo Fukuryū Maru fue golpeado por la lluvia radiactiva de las pruebas nucleares de Estados Unidos en el Atolón de Bikini.
En el film, una prueba nuclear similar fue el catalizador por el cual el depredador primordial Gojira fue despertado de su letargo y llegó a la orilla para invocar su venganza sobre los intrusos humanos.
No obstante, a pesar de haber transcurrido más de sesenta años desde su nacimiento, el concepto de Godzilla experimentó una notable transformación, evolucionando hacia algo semejante a un emblema nacional. Este cambio alcanzó su punto culminante en 2015, cuando el personaje obtuvo un certificado de ciudadanía otorgado por el gobierno japonés y designado como embajador oficial de turismo. Si bien esto puede ser considerado como la comercialización de un ícono de la cultura pop, hay un interesante proceso en el que una criatura creada para ser un símbolo literal de un trauma nacional colectivo se reconfigura en un emblema de orgullo nacional.
Godzilla como símbolo de autonomía japonesa y protesta
Hay, de hecho, una transformación de Godzilla, que pasó de ser una película independiente a convertirse en una franquicia reconocida tanto por el público como por el gobierno. La legitimación de Godzilla implica una cierta esencia nacional presente en la narrativa de la película que encarna la conciencia colectiva y el espíritu de la época.
El cine tiene la capacidad de reflejar configuraciones nacionales porque representa narrativas sobre “la nación” desde la perspectiva de la población. Estas son expresiones culturales que fueron históricamente moldeadas por las fuerzas dominantes en regiones específicas. Las instituciones estatales desempeñan un papel crucial al determinar la función de la industria cinematográfica y su utilidad como práctica cultural. Por lo que, el cine no solo es un medio de entretenimiento, sino también una herramienta para la construcción y representación de identidades nacionales, influenciado por el contexto histórico y las dinámicas de poder en cada región que representa.
El valor discursivo de las películas puede radicar en el hecho de que no son solo reflejos de la realidad, sino que también tienen el potencial de ser tan fantásticas como puedan ser como forma de arte, lo que significa que pueden potencialmente constituir ciertos significados para un evento, problema o la sociedad en general. Pueden mediar entre eventos reales con las personas que las miran de una manera que puede dejar el mensaje de la película grabado en la conciencia mucho más tiempo y más profundamente arraigado en la psique que las noticias reales o los libros de historia.
De hecho, la cobertura mediática japonesa de Godzilla durante su primer lanzamiento informó que el público salía de los cines llorando, como si hubieran tenido una liberación catártica después de que la ocupación estadounidense prohibiera las discusiones sobre las bombas atómicas y el tema aún fuera tabú después de que Japón recuperara su autonomía.
Godzilla “obligó” a las personas a enfrentarse y lidiar con sus emociones en torno a las bombas nucleares. Teniendo en cuenta este contexto del lanzamiento de la película después de la ocupación estadounidense de Japón y los eventos que inspiraron su creación, se puede decir que la película es un símbolo de la autonomía de la nación y la autodeterminación; una proyección de deseos, frustraciones y sufrimientos que epitomizan la voluntad colectiva de llevar a Japón “al escenario mundial” con sus conjuntos de intereses nacionales y demandas, es decir, protestando contra las pruebas nucleares.
También podemos relacionar esta proyección de trauma a través de relatos cinematográficos con el concepto de “horror seguro”, donde hay una amenaza externa para la sociedad y el restablecimiento del status quo sólo se logra a través de los esfuerzos de los gobiernos y científicos.
A menudo vemos este tipo de cosas en el arquetipo de la “película de desastres”, pero Godzilla difiere en la forma en que el trauma representado está fuertemente superpuesto con el clima y la perspectiva social de la época. Sin embargo, el “horror seguro” reimagina eventos traumáticos en su deseo innato de conceptualizar una intervención humana exitosa; cómo podrían detenerse las devastaciones nucleares del pasado y las pruebas nucleares que ocurrían en ese momento.
Una representación de un gobierno competente trabajando junto con científicos, así como el respaldo público que los respalda. Por supuesto, no es tan simple como eso en la vida real, pero como se mencionó antes, las películas tienen el potencial de constituir significados y también incorporar ciertos mensajes que influyen en les espectadores, lo que tiene el potencial de impactar en el cambio social.
La dualidad de Godzilla: representación del Yo y el Otro
El profesor de la Universidad de Waseda, Norihiro Kato, argumentó que Godzilla puede ser la simbolización de los espíritus de los japoneses muertos debido a la guerra que regresan a la patria; el tono sombrío inicial de la primera película fue “limpiado, pasteurizado y desintoxicado” a medida que la serie progresaba y Japón evolucionaba desde su estado de posguerra hasta la grandeza económica.
En el tema de los espíritus muertos que Norihiro planteó, Godzilla también puede ser una reformulación de los arquetipos folklóricos japoneses, específicamente en relación con el espíritu vengativo (onryō), ya que los japoneses creen que los muertos en tragedias pueden dañar tanto a las personas responsables como a los testigos inocentes del daño que sufrieron.
En el cine japonés, estos espíritus vengativos a menudo toman la forma de espíritus femeninos que fueron agraviados por hombres en su vida y buscan venganza por su eterno resentimiento, un ejemplo notable sería Ugetsu de Kenji Mizoguchi (1953). El trauma infligido por Godzilla y el trauma infligido a Godzilla se combinan en una fuerza dual, una tautología a primera vista, pero si se ve más de cerca revela que Godzilla representa la turbulencia interior de la psique japonesa sobre sus sufrimientos durante la guerra, pero también, al mismo tiempo, la fuerza atómica extranjera que causó esos sufrimientos.
Esta fuerza dual de Godzilla encarnando tanto el Yo como el Otro también se explica por el sociolingüista Takao Suzuki, quien argumentó que a diferencia de las lenguas indoeuropeas, el japonés no tiene una historia consistente en distinguir pronombres personales, por lo que argumentó que mientras que la cultura occidental se basa en la oposición del Yo frente al Otro, el Yo japonés está más inmerso en el Otro y puede empatizar con el Otro no humano, como es el caso con Godzilla.
También observamos estas representaciones en otros géneros de ciencia ficción japonesa, especialmente en algunas de las obras de Hayao Miyazaki y en el animé que es parte del ADN cultural de Japón, cargado de traumas vinculados a las bombas nucleares.
Así, ocurrió una reconciliación y reconversión de Godzilla como símbolo de trauma en algo más parecido a una deidad protectora. La reimaginación catártica de experiencias de guerra incluye la demonización de la ciencia estadounidense y la representación de la victoria triunfante de la ciencia japonesa, ya que el mundo es salvado por el noble sacrificio del brillante y humano científico japonés dr. Serizawa (Akihiko Hirata).
Este punto puede interpretarse como un punto hipócrita, ya que el imperio japonés cometió su parte justa de atrocidades y crímenes de guerra en la Segunda Guerra Mundial, ya sea a través de abusos contra los derechos humanos o experimentaciones científicas. Pero lo que hace diferente a Japón de Alemania, por ejemplo, son las devastaciones nucleares sufridas en su suelo, por lo tanto, la reimaginación posterior de esos tiempos incluye ver esos eventos a través de los recuerdos borrosos nublados por el dolor y la angustia.
Hay un valor terapéutico en la transferencia, la represión y proyección de eventos traumáticos en una narrativa simbólica. Godzilla encarna a Japón y a Estados Unidos. El efecto secundario desafortunado que hemos visto es, por supuesto, barrer esos mismos traumas que los japoneses infligieron a sus antiguas colonias, pero el trauma mutuo infligido es un tema bastante complicado en ese sentido.
La reconfiguración de Godzilla desde un símbolo de trauma nacional hasta algo más parecido a una deidad protectora ocurrió a través de un proceso de reconciliación y reflexión sobre el sufrimiento colectivo. En el contexto más amplio del cine nacional, Godzilla encarna una cierta esencia que constituye “la nación” y contribuye a la formación de la identidad colectiva de los japoneses a través de su cooptación y apropiación en la cultura popular y su posterior legitimación por el gobierno japonés como embajador cultural del Estado-nación.
Aunque en la actualidad el kaiju se encuentre distante de su origen inicial, la nueva película Godzilla Minus One vuelve a relatar su historia en los tiempos inmediatos de la Segunda Guerra Mundial. Esta atemporalidad redefine a Godzilla como un emblema del trauma sufrido por una nación y sus habitantes. Godzilla se convirtió en una fuerza cultural que proyecta poder, simbolizando la autonomía japonesa y el recuerdo de tragedias pasadas.
A pesar de que en el presente el imponente kaiju esté prácticamente alejado de estas configuraciones, si tenemos en cuenta las adaptaciones hechas por parte de Legendary Pictures, comprender este proceso de cambio proporciona una visión más matizada de la verdadera identidad del kaiju.