Hace 75 años, el mundo de la literatura era tomado de rehén por la narrativa sin tapujos de Ernesto Sábato. Pintor, físico y, en su faceta más destacada, escritor, el argentino nacido en Rojas, provincia de Buenos Aires, publicó en 1948 su primera novela titulada El Túnel. La obra causó controversias en diversos sectores tras retratar el espiral de psicosis dentro de la cabeza de un artista, el cual acaba con la muerte del objeto de sus obsesiones: una mujer llamada María.
El libro reúne cualidades de múltiples géneros, desde la crónica hasta el policial, y llegó, incluso, a ser puesto en la lista negra por Francisco Franco, dictador español, quien describió la intención simbólica del autor como “pornográfica”.
No obstante, más allá de las voces detractoras, lo cierto es que la obra alcanzó a convertirse en una pieza de culto para la literatura de habla hispana. Entre sus lectores, resaltan algunos nombres muy particulares como es el caso de Albert Camus, filósofo y dramaturgo francés, quien pujó para que la novela fuera traducida a su lengua natal.
Lo cierto es que entre la novela de Sábato y El Extranjero de Camus, publicada en 1942, existen ciertos paralelismos. Ambos protagonistas sufren de un extremo existencialismo que, paulatinamente, los conduce hacia la neurosis. Asimismo, tanto Juan Pablo Castel (El Túnel) como Meursault (El Extranjero) narran la historia en primera persona, lo que permite a quien se topa con el texto explorar las cavilaciones y reflexiones más profundas de estos asesinos.
El Túnel, oscuro y solitario
A lo largo de la trama, Castel comparte su mundo interior y se puede apreciar como lo que parecía una inocente curiosidad se transforma, muy rápidamente, en la obsesión más insana. Tras un encuentro con María Iribarne Hunter en el que ella aprecia, casi sin quererlo, una ventana de una pintura de Castel, este se propone conquistarla. En la cabeza del protagonista, el gesto de reconocer un detalle que para él representa la soledad que lo atormenta no puede significar otra cosa más que la mano interceptora del destino. De este modo, decide que son almas gemelas y comienza su búsqueda.
Sin embargo, más tarde descubrirá que no solo María está casada, con un hombre ciego llamado Allende, sino que la mujer está lejos de ser la versión idealizada que ha creado de ella. Así, da inicio a una danza donde María alimenta las fantasía de Castel, quien padece entre otros trastornos síndrome de abandono, mientras que mantiene una vida paralela a la que lleva con su marido. Finalmente, el protagonista acaba por matarla usando un cuchillo como arma homicida y luego se entrega a las autoridades. La novela es el relato que surge mientras recorre los hechos en su celda.
A través de las páginas, el autor utiliza a Castel como un perfecto antihéroe, quien, según el mismo Sábato, “encarna ideas metafísicas que se convierten en problemas psicológicos”. El asesino está desde el comienzo sumido en su propia oscuridad, como diría Nietzsche: “Si mirás al abismo, el abismo devuelve siempre la mirada”. De tal forma, este hipotético túnel atrapa y comprime a Castel como si fuera un gusano espasmódico. La ruptura más crítica en la psiquis del pintor se da cuando entiende que María y él no compartían este espacio, sino que ella se encuentra por fuera de él.
A su vez, también aparecen elementos que se volverán recurrentes en el universo de Sábato, como su repulsión o temor hacia las personas ciegas. Con respecto a Allende, el narrador diría que los ciegos eran “fríos, húmedos y silenciosos, como las víboras”. Trece años después, en su obra Sobre héroes y tumbas retomaría este tópico y lo abordaría de forma directa en el episodio “Informe sobre ciegos”.
En esta historia, Fernando Vidal Olmos, el protagonista, enfrenta un delirio persecutorio que lo hace creer que los ciegos controlan el mundo y los aspectos de este gracias a una suerte de secta, y que planean un atentado contra las personas videntes. En su lucha por desbaratar esta organización que ha construido en su imaginación, Olmos pierde, poco a poco, el hilo y, al igual que Castel, acaba por enloquecer.
Sábato y su amistad con Borges
La personalidad desafiante de Sábato, sumado a su gran intelecto, le valió muchos enemigos. Sin embargo, entre sus filas contó con Jorge Luis Borges. Paradójicamente, su buen amigo atravesó por años una ceguera progresiva, la cual hacia el final de sus años arrebató para siempre la visión.
Junto a Borges, Sábato compartió múltiples charlas y cafés hasta que las diferencias políticas lograron sembrar la distancia por más de 20 años. Las incontables conversaciones entre estos dos tótems de la cultura han sido recopiladas en Diálogos, un libro que revive los encuentros realizados entre el 14 de diciembre de 1974 y el 15 de marzo de 1975.
La muerte encontraría al autor de El Aleph a sus 86 años en Ginebra, Suiza, mientras que para Sábato se haría esperar un poco más. El escritor falleció el 30 de abril de 2011, a dos meses de cumplir 100 años. Su impronta ha hecho mella en múltiples ámbitos, la novela El Túnel aún continúa activa en los catálogos de importantes editoriales y su contenido seguirá interpelando a quienes lo lean como una carta desgarradora con un desenlace trágico, un perfil redondo de la mentalidad destructiva y extenuante de una época gris.