Debido a la problemática de la extinción de especies, la reintroducción de las mismas avanza cada vez más para salvarlas de dicho destino. En el último tiempo, en el marco del Programa Internacional de Conservación de la Gacela de Mhorr, nacieron crías de gacela de Mhorr, en zoológicos de París y Barcelona. Se trata de una subespecie de la gacela o ciervo dama extinta de la naturaleza desde 1970. Para evitar su desaparición, se trasladó un ejemplar macho desde Hungría hasta el zoo de la capital francesa.
Las gacelas que están en cautiverio provienen de un núcleo fundador de 1 macho y 4 hembras traídas en la década de 1970 desde el Sahara Occidental. En la actualidad, existen más de 400 individuos en cautiverio en diferentes zoológicos de Europa, Estados Unidos y la Península Arábiga.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), las gacelas dama enfrentan un grave riesgo de extinción, debido a que hay menos de 200 ejemplares en áreas naturales de Chad y Níger, en África Central. A su vez, las gacelas de Mhorr no existen en la naturaleza desde hace 53 años.
Para conocer más sobre el proceso de reintroducción de especies, Nota al Pie dialogó con el Lic. Mariano Barros, biólogo egresado de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e integrante de la Fundación Biodiversidad.
Tres claves para la reintroducción de especies
En primer lugar, el Lic. Barros explicó que los programas de reintroducción de especies deben contemplar tres factores fundamentales. Uno es el aspecto sanitario, otro el aspecto comportamental del animal y por último otro relacionado con la biología de la especie.
“En cuanto al aspecto sanitario, el animal tiene que estar en condiciones de poder sobrevivir en la naturaleza. No pueden liberarse animales enfermos o con baja condición corporal”, aclaró. Además, sería un riesgo introducir un animal que puede transmitir enfermedades producto del cautiverio a los silvestres. Por eso, en el período de cuarentena deben realizarse todos los estudios para asegurarse de que será una liberación sin peligro para la población.
En cuanto al aspecto comportamental hay que tener en cuenta, por ejemplo, “si el animal a liberar está improntado y el tiempo que pasó en cautiverio”. En esa línea, el especialista agregó: “También si proviene del cautiverio o de la naturaleza, se lo rehabilita y después se vuelve a reintroducir en la naturaleza de nuevo. Son distintas situaciones que cada una debe ser evaluada muy bien”.
Por último, hay que considerar la historia de vida, que tiene más que ver con la biología particular de la especie. “No es lo mismo reintroducir un reptil que un ave, un mamífero o un anfibio. Cada uno de estos grupos de animales tiene diferentes capacidades cognitivas, diferente desarrollo cerebral, diferentes comportamientos y diferentes estrategias de adaptación que hacen que no sea lo mismo liberar una u otra”, explicó. “Las aves y los mamíferos requieren de muchísima más expertise a la hora de liberarlos, requieren asegurarse de que el animal sea realmente apto para liberar”, señaló Barros.
Cuando se liberan animales de especies que tienen una población silvestre muy pequeña o ya está extinta, debe considerarse el “Efecto fundador”. Según indicó el licenciado, ello implica evaluar a partir de que individuos se generará la nueva población. “Si los animales provienen del cautiverio hay que asegurarse, en lo posible, de que no tengan relaciones de parentesco previas. Es decir, que no sean consanguíneos porque el desarrollo de esa población tendrá mayor riesgo de generar enfermedades que se transmiten por consanguinidad”, detalló.
Reintroducir animales para evitar la extinción
Hay muchas experiencias de reintroducción de especies tanto a nivel nacional como internacional. “Una de las más conocidas y destacadas es la del Lince ibérico. Es una especie de un felino de la Península Ibérica que estaba muy amenazado de extinción”, ejemplificó el biólogo. “A partir de individuos de cautiverio se formó una población nueva y hoy es una especie que vuelve a tener poblaciones naturales abundantes”, afirmó.
En Argentina algunos los más destacados son los que lleva adelante Fundación Rewilding que empezó en lo que hoy es el Parque Nacional Iberá. “Comenzó con la reintroducción del oso hormiguero a partir de animales provenientes del cautiverio y de animales rehabilitados de la naturaleza”, comentó. “Siguió con guacamayo rojo, con yaguareté, con pecarí de collar y el tapir. Toda una serie de animales que se habían extinguido en los Esteros del Iberá. Fueron liberados bajo la premisa del del reasilvestramiento”, agregó.
En aquellas especies que tienen muchas subpoblaciones o muchas razas geográficas en la naturaleza, por lo general tienen alguna diferenciación genética que se marcó a lo largo de la evolución. Por eso, “a la hora de reintroducir animales es necesario conocer la genética del individuo que se va a liberar para no mezclar esas genéticas”.
Por último, tal como se mencionó, otro aspecto a considerar está asociado a la biología de la especie. “No es lo mismo liberar animales solitarios que aquellos que son gregarios y viven en grupo. Tampoco es lo mismo liberar un grupo que liberar a un individuo solo”, señaló Barros.
“En este caso, liberar un individuo solo en una población con grupos ya formados puede generar que el animal no se adapte, que lo rechacen, que no lo dejen incluirse”, explicó. En ese sentido, mencionó para concluir que tampoco puede liberarse una especie en un territorio muy marcado para evitar conflictos con sus pares.