Israel y el Movimiento de Resistencia Islámica, Hamas, acordaron el pasado jueves una tregua de 4 días y la liberación de rehenes por ambas partes. Tras la mediación de Qatar y Egipto, se definió un cese de hostilidades que pone a la expectativa a las potencias de Oriente Medio. Nota al Pie analiza al respecto la convivencia entre las situacionales regionales e internacionales.
Una tregua temporal
El pacto entre ambos bandos consta de ocho puntos. Los más importantes son: un alto el fuego de ambas partes; el cese de acciones militares de Israel dentro y fuera de Gaza; el desbloqueo de ayuda humanitaria de todo tipo en ese enclave palestino, en el norte y el sur; y el intercambio de prisioneros de guerra.
Para completar el acuerdo, resolvieron además la paralización del tráfico aéreo; el compromiso israelí para detener cualquier tipo de acción en la zona; la libre circulación por la carretera principal de Gaza desde el Paso de Rafah hasta el Cruce de Erez; y el inicio de la tregua el pasado jueves.
En declaraciones, un alto cargo del brazo político de Hamás llamado Musa Abu Marzuk confirmó a la cadena de televisión qatarí Al Jazeera que “está preparado para un alto el fuego exhaustivo y un intercambio de prisioneros”. En tanto, Benjamín Netanyahu expresó que Israel pretende reanudar la guerra al término de la tregua “hasta que logremos todos nuestros objetivos”.
Según el acuerdo, Hamás liberará a 50 de los 240 rehenes que tomó desde el inicio de la Operación Inundación Al-Aqsa. A cambio, Israel detendrá el fuego por cuatro días. A su vez, liberarán a 150 presos.
Al día de hoy hay inconvenientes para el intercambio de prisioneros y la dificultad para detener acciones de combate, situación común en todo alto el fuego. Algunos analistas especulan que las tropas israelíes aprovecharán la oportunidad para fortalecerse mientras Hamas se propone recomponer su golpeada fuerza.
Estrategia israelí y contención árabe
El acuerdo entre ambas partes es un acontecimiento de quiebre seguido de cerca por quienes proyectan poder en la región y a nivel internacional. La disputa geopolítica a escala global en la que el Unipolarismo Financiero se repliega por su crisis interna ante el franco ascenso del Multipolarismo Pluriversal, incide en los asuntos de Oriente Medio.
En ese sentido, el acuerdo saudí-iraní a expensas de China y la reintegración de Siria a la Liga Árabe luego de su expulsión en 2011, son hechos fundamentales que expresan la geopolítica multipolar.
El estallido del conflicto el 7 de octubre cambió el escenario regional pero también la velocidad de las transformaciones a nivel internacional. China, junto a Irán y Rusia, venían tejiendo con cautela una nueva red de relaciones geopolíticas en Oriente Medio que revierta el paradigma unipolar en la región, consolidado durante el gobierno del Consenso de Washington.
En efecto, Al Aqsa elevó los niveles de conflictividad y fue el argumento perfecto para que Israel, un actor potente pero en retroceso, retomara la iniciativa. Analistas de la disciplina de la guerra plantean que los ayatolás iraníes no interpretarán esta tregua como una situación de debilidad israelí sino una muestra de desesperación de Hamas.
La fuerza que gobierna el enclave palestino de Gaza y la Yihad Islámica han recibido importantes daños que le quitan capacidad operacional. El factor incierto es qué devendrá a continuación de este alto el fuego: si su prolongación o el reinicio de operaciones militares.
A propósito, Irán también pone a prueba su capacidad de ordenar y controlar a sus aliados regionales: Hezbollah en Líbano, los hutíes en Yemen y los sirios.
Egipto y Qatar, los mediadores
Asimismo, el propio acuerdo pone de manifiesto la correlación de fuerzas a nivel regional. Egipto y Qatar actuaron como mediadores para que ambas partes definieran la tregua. Desde la caída del Muro de Berlín hasta la actualidad, tanto egipcios como qataríes funcionaron como una palanca para los intereses geoestratégicos de la unipolaridad en la región.
El bloqueo israelí a Gaza encuentra en Egipto un actor cómplice que, compartiendo frontera con el enclave palestino a través del Paso de Faráh, neutraliza los movimientos de refugiados. No obstante, es el interlocutor ineludible de la ONU para destrabar el envío de ayuda humanitaria.
Por otro lado, Qatar ha sido un dique de contención para la diplomacia anglosajona en una zona convulsionada en la que Irán y sus aliados pretenden acrecentar su influencia. A su vez, su ubicación estratégica sobre las aguas del Golfo Pérsico desde donde se comercializa el grueso de barriles de petróleo le otorga un espacio privilegiado en las negociaciones económico-estratégicas.
En efecto, la disputa por la conducción geopolítica de la región se asienta en el interés por controlar el yacimiento de gas Leviatán. A propósito, tanto Qatar como Egipto y otras naciones árabes están a la expectativa de conseguir concesiones hidrocarburíferas por parte de Israel y Estados Unidos en caso de fortalecer sus intereses en la región.
El desenlace de la tregua que formalmente se extiende hasta el mediodía de este lunes es observado con atención por potencias de diferentes escalas. Los niveles de confrontación militar serán un factor decisivo para el desarrollo de la estrategia multipolar y unipolar en el marco de un conflicto con devenir incierto.