sábado 21 de diciembre de 2024

La tinta inmortal de Juan Gelman

El poeta argentino desafió la dictadura con una obra de resistencia que perdura en el tiempo. En 2000, la conmovedora búsqueda de su nieta culminó en un reencuentro. A casi una década de su fallecimiento, su legado resuena como un eco de la esencia misma de la existencia.
Juan Gelman
Juan Gelman, destacado poeta, periodista y emblema de la lucha contra la impunidad. Crédito: La Tinta.

En el vasto panorama de la literatura latinoamericana, Juan Gelman se erige como una figura monumental, cuya vida y obra se entrelazan en una danza poética que abraza la realidad y la transforma en versos inolvidables. Nacido el 3 de mayo de 1930 en Villa  Crespo, Buenos Aires, el poeta, periodista y traductor tejió su camino con la pluma como  brújula y la pasión como combustible. 

Gelman, el menor de tres hermanos: Boris y Teodora, nació fruto del matrimonio entre  José Gelman y Paulina Burichson, dos inmigrantes judíos ucranianos. La estrella del  poeta estuvo marcada desde pequeño, tenía once años cuando publicó su primer poema de amor, editado y publicado por la revistaRojo y Negro” en 1941, un anticipo de su propia existencia, en la que la escritura y el periodismo convergen para que todo lo mágico suceda. 

La antesala, como es sabido, fue su hermano Boris, quien le recitaba versos de poesía rusa de Pushkin. También de otros grandes autores como Dostoievsky, Tolstoi, Andreiev Víctor Hugo. Fue esa influencia lo que contribuyó en la proyección literaria de Gelman y, por supuesto, su afán por escribir aún en los tiempos difíciles que vendrían después. 

El activismo político de Juan Gelman 

Antes de dedicarse al periodismo, el poeta trabajó como camionero, vendedor de autopartes y otros oficios. Sin embargo, la poesía como herramienta política nunca dejó de ser parte de él, hiciera lo que hiciera. Miembro del Partido Comunista (PC), desde muy joven Gelman entendió a la poesía como forma de “resistencia”, una especie de trinchera desde la cual combatir cualquier acto de opresión, de hecho, solía decir que era “un militante que escribía poesía”. 

En 1955 fundó El pan duro, un grupo de jóvenes militantes comunistas que proponían una poesía comprometida y popular y el que un año más tarde, en 1956, publicaría su primer libro, “Violín y otras cuestiones”, la primera obra del poeta y un preludio de lo que sería su vasta y conmovedora producción literaria. Por aquella década, la literatura fungía como un medio para expresar las realidades más íntimas y los desafíos sociales.

En 1959, influenciado por la Revolución cubana, comenzó a adherir a la vía de la lucha armada en Argentina, disintiendo con la postura del PC. Cuatro años más tarde, en 1963 y bajo la presidencia de facto de José María Guido, fue encarcelado bajo el Plan CONINTES, creado de forma secreta durante la presidencia de gobierno de Arturo Frondizi y utilizado para reprimir huelgas obreras, protestas estudiantiles y todo aquello que las Fuerzas  Armadas calificara como accionar “terrorista”, “subversivo” o “comunista”. 

Una de las obras que sintetiza su compromiso político y que marcaría el inicio de la carrera literaria de Gelman fue “El juego en que andamos”, de 1959, época en la que la poesía argentina experimentaba transformaciones y la escena cultural se veía influenciada por diversos movimientos, incluyendo el auge de la poesía social y comprometida: 

“El juego en que andamos” 

Si me dieran a elegir, yo elegiría 

esta salud de saber que estamos muy enfermos, 

esta dicha de andar tan infelices. 

Si me dieran a elegir, yo elegiría 

esta inocencia de no ser un inocente, 

esta pureza en que ando por impuro. 

Si me dieran a elegir, yo elegiría 

este amor con que odio, 

esta esperanza que come panes desesperados. 

Aquí pasa, señores, 

que me juego la muerte. 

Tras recuperar la libertad, Gelman abandonó el PC y se unió al peronismo revolucionario. Junto a otros compañeros que también habían abandonado el comunismo, como José Luis Mangieri y Juan Carlos Portantiero, formó el grupo Nueva Expresión y la editorial La  Rosa Blindada, ambos representaban un espacio de disidencia y búsqueda de nuevas formas de expresión política y cultural en una Argentina marcada por tensiones políticas y sociales, así como por la lucha armada y la resistencia contra la dictadura militar.

Sin embargo, su obra no se limitó a las páginas de sus libros, sino que trascendió el papel y se convirtió en un grito de protesta ante las injusticias de su tiempo. Inmerso en el activismo político, su oposición a la dictadura lo llevó a unirse en 1967 a las Fuerzas  Armadas Revolucionarias (FAR) y luego, en 1973, a Montoneros, dos organizaciones guerrilleras que se fusionaron para resistir y combatir al régimen militar. 

La tinta inmortal de Juan Gelman
Gelman fue poeta, traductor, periodista y activista político, cuyo estilo fue reconocido con el Premio Miguel de Cervantes. Crédito: Portal Web América 2.0.

La escritura y el periodismo como método ante el horror 

A lo largo de su trayectoria periodística, Gelman trabajó en diversos espacios, anclando su pluma con destreza y agudeza en las páginas de Confirmado en 1966. No conforme con la simple tarea de informar, en 1969 se desempeñó como jefe de redacción de Panorama, donde, con maestría, delineo la dramaticidad de los acontecimientos. 

El compás de su carrera lo llevó a desempeñarse como secretario de redacción y director del suplemento cultural del diario La Opinión, de 1971 a 1973, donde cultivó el arte de la palabra en todas sus formas, desde la noticia más urgente hasta la prosa más contemplativa. También fue secretario de redacción de la revista Crisis, entre 1973 y 1974, donde conjugó la reflexión profunda con la aguda observación de la realidad circundante. 

En 1974 asumió como jefe de redacción del diario Noticias, al que había arribado el año anterior desde las FAR. Según el propio Gelman, este período marcó los compases más sublimes de su vida en los medios, donde cada palabra escrita era una forma de resistencia, un acto de rebeldía ante la opresión imperante. Ese mismo compromiso político lo llevaría a vivir en el exilio durante la última dictadura militar de 1976-1983, un periodo oscuro que marcó profundamente su existencia y poesía. 

En medio del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional de la última dictadura, Gelman escribió poemas que reflejaban la angustia, la protesta y el dolor provocados por la represión y la violencia estatal. Durante ese período, permaneció exiliado alternativamente en Roma, Madrid, Managua, París, Nueva York y México, pero lejos de resignarse fusionó la escritura y el periodismo como método ante el horror. 

En “Bajo la lluvia ajena (notas al pie de una derrota)”, publicado durante 1980 en Roma, Gelman aborda de forma directa la pérdida y la búsqueda de la verdad en medio de la represión y el exilio. Uno de los poemas que aparece en su obra esDe los deberes del exilio”, el cual se presenta como un lamento por las personas desaparecidas durante la dictadura. 

De los deberes del exilio 

No olvidar el exilio/ 

combatir a la lengua que combate al exilio 

no olvidar el exilio/o sea la tierra/ 

o sea la patria o lechita o pañuelo 

donde vibrábamos/donde niñábamos/ 

no olvidar las razones del exilio/ 

la dictadura militar/los errores 

que cometimos por vos/contra vos/ 

tierra de la que somos y nos eras 

a nuestros pies/como alba tendida/ 

y vos/corazoncito que mirás 

cualquier mañana como olvido/ 

no te olvides de olvidar el olvido.

La búsqueda desgarradora 

La vida de Gelman no estuvo exenta de tragedia. El 26 de agosto de 1976 fueron secuestrados sus hijos Nora Eva (19) y Marcelo Ariel (20), junto a su nuera María Claudia Irureta Goyena (19), quien se encontraba embarazada de siete meses. Este episodio marcó un quiebre en su poesía, la cual se volvió más íntima y dolorosa. “Relaciones” (1973) y “Composiciones” (1986) son testamentos de este período, donde la pérdida y la búsqueda de justicia se entrelazan en versos que resuenan en el alma. 

En 1978, Gelman supo a través de la Iglesia Católica que su nuera había dado a luz a su  nieta, sin precisar su paradero ni el sexo. En medio de la búsqueda desgarradora, el 7 de enero de 1990 el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de Marcelo, su hijo, en un río de San Fernando, ubicado en el Gran Buenos Aires. Hallado en un tambor de grasa repleto de cemento y con un tiro en la nuca, el asesinato brutal perpetrado por las fuerzas represoras del gobierno de facto, contra las cuales el poeta se había propuesto luchar, sumió las esperanzas de Gelman en la desolación. 

En 1998, nuevas revelaciones se tejieron en el tapiz de su dolor. La trama se extendía hasta Uruguay, entrelazada por el nefasto Plan Cóndor que vinculaba las dictaduras sudamericanas y los Estados Unidos. Su nuera, que durante la dictadura fue trasladada al país vecino, había mantenido un frágil hilo de vida hasta dar a luz a su nieta en el Hospital Militar de Montevideo. La búsqueda de su nieta se convertía así en una lucha contra la impunidad frente a la que Gelman, con su voz cargada de exigencia y dolor, reclamaba la cooperación de Estado argentino y uruguayo en la investigación. 

En este penoso camino, el presidente uruguayo, Julio María Sanguinetti, se erigió como un obstáculo a la búsqueda de la verdad, y Gelman, con la misma determinación que había empleado en su poesía y en su activismo, enfrentó al líder en un debate público. En dicha cruzada, el poeta encontró respaldo de destacados intelectuales y artistas como Günter Grass, Joan Manuel Serrat, Darío Fo, José Saramago y Fito Páez, quienes se unieron a su clamor por la verdad y justicia. 

Pese a ello, la vida de Gelman estuvo marcada también por momentos de luz. En 2000, con el inicio de la presidencia de Jorge Batlle en Uruguay, su nieta, de nombre Macarena, fue encontrada y finalmente el poeta pudo reunirse con ella. Luego de verificar su identidad, la joven decidió llevar los apellidos de sus padres verdaderos, pasando a llamarse María Macarena Gelman García, un testimonio viviente de la persistencia ante la adversidad y la lucha por la verdad.


El legado de Gelman, poesía que perdura en el tiempo 

La obra de Juan Gelman es un río de palabras que fluye a través de la historia y la conciencia colectiva. Sus versos, cargados de emoción y compromiso, exploran los rincones más profundos del ser humano. Entre sus obras destacadas se encuentran “Violín y otras cuestiones” (1956), “El juego en que andamos” (1959), “Velorio del solo” (1961), “Gotán” (1962), “Cólera buey” (1964), “Los poemas de Sydney West” (1969), “Fábulas” (1971), entre otras.

En tanto, su reconocimiento internacional llegaría en 2007 cuando se le otorgó el Premio Cervantes, el máximo galardón de las letras hispanas. Gelman se convirtió así en el primer poeta argentino en recibir este prestigioso premio, entre otros destacados, una gratitud a su contribución invaluable a la literatura y su compromiso con la verdad. 

El poeta argentino falleció el 14 de enero de 2014 en México, dejando tras de sí un legado que trasciende el tiempo. Hoy, a casi una década de su muerte, la tinta inmortal de Juan Gelman, moldeada por las vicisitudes de la vida, sigue resonando en el corazón de quienes buscan en las palabras un refugio, una protesta y, sobre todo, una conexión con la esencia misma de la existencia.

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