La definición de la fórmula presidencial que se hará cargo del Gobierno desde el 10 de diciembre puso en tensión, como nunca antes, ciertos consensos mínimos de la democracia.
Es la décima elección presidencial desde el retorno de la institucionalidad en 1983 y se debaten en primer plano una cantidad de variables que la vida democrática tiene como pendientes, en términos de cumplimientos de los derechos básicos, garantizados inclusive por una Constitución Nacional de corte liberal.
Sergio Massa y Javier Milei, candidatos de Unión por la Patria y de La Libertad Avanza, expresan una correlación de fuerzas en el plano electoral, que es uno de los reflejos de la vida política en la Argentina.
Pero de ningún modo la democracia se juega solo en las urnas. Las calles, los sindicatos, las Universidades, los barrios, las múltiples formas de la organización popular son también caminos por dónde transita el debate público de una sociedad diversa, contradictoria, con tantos puntos en común como intereses contrapuestos.
Ahora, este domingo y por el lapso de 10 horas establecimientos de todo el país albergarán poco más de 110 mil mesas donde más de 35 de millones de electores harán jugar su cuotaparte de la sociedad que integramos.
La jornada, punto cúlmine de una extensa campaña que con elecciones provinciales y municipales, con la trilogía electiva que fue de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), hasta este ballotage, ocurre a casi 40 años de ese 10 de diciembre de 1983, donde se dejó atrás la noche más terrible de la historia nacional.
Las herencias y las deudas
Los porcentajes de pobreza, el costo de la vida, la imposibilidad de imaginar en términos de proyección (tanto colectiva como individual), conforman desde el diagnóstico cotidiano un mapa por donde transitar la lectura de los resultados.
Una sociedad enojada, dolida, frustrada puede optar hasta por votar a sus propios verdugos, a quien le proponga cirugía mayor sin anestesia. El miedo y la bronca son factores emocionales, que también juegan en la conformación del voto.
La infame y fraudulenta deuda externa; la estructura de una economía con alto nivel de extranjerización que sufrió de acuerdo a la pendularidad de cada ciclo, diferentes niveles de apertura y proteccionismo; la situación global y el rol de nuestro país; la falta de concordancia entre modelos que privilegian un mercado interno vigoroso (con su ciclo virtuoso de producción, empleo y consumo), frente a una mirada que pone el acento en la exportación como principal y hasta único motor (esa idea de ser el granero o el supermercado del mundo).
Son los pilares que sostienen diferentes formas de pensar el país y que no siempre están presentes con claridad en el debate. Ni en el político, ni en los televisados, que aunque legales y hasta necesarios, terminan siendo recortes del recorte, insumos para las redes sociales y material para los memes.
Los desafíos
El peligro que sobrevuela sobre la democracia, no es una cuestión formal. No está en duda la robustez de un sistema electoral ni la representatividad delegativa como mecanismo en la toma de decisiones.
Lo que se puso en duda este año, con un nivel de adhesión popular nunca visto, son los acuerdos mínimos que se tuvieron desde 1983 en adelante. Aunque hay que decir, haciendo match con la frase de moda: “hubo señales”.
No se logró advertir en toda la sociedad, el peligro que implicó a mediano plazo el proceso desindustrializador del verdadero jefe de los militares genocidas: José Alfredo Martínez de Hoz. El ministro de Economía entre 1976 y 1981, dejó inaugurado un ciclo del que no se termina de salir del todo.
La valorización financiera como mecanismo de acumulación, el endeudamiento externo y la fuga de capitales, la perversa relación con una moneda extranjera que es causa, efecto y síntoma al mismo tiempo de muchos límites y que vuelve en el espejismo de la dolarización.
La falta de audacia de las dirigencias para defender un verdadero modelo soberano y nacional que hoy, aún con esos límites y tibiezas, es atacado en este 2023 como nunca.
Hasta con el simbolismo de una Margaret Thatcher presente por primera vez en una campaña electoral, aunque la criminal de guerra que ordenó el hundimiento del Crucero General Belgrano en 1982, lleve más de una década sin vida.
No se pudo frenar a tiempo un intento de retroceso en la historia que tuvo un ejemplo en el fallo de la Corte Suprema del 2 x 1 a los genocidas, que el propio máximo tribunal de Justicia debió enmendar luego de la frenada de mano que le puso la movilización popular.
Al final de cuentas, hace 8 años se votó a alguien que sostenía y aún lo hace que “los Derechos Humanos son un curro”.
La negación de la cifra de les desaparecides, la banalización del odio como práctica social y política y las violencias crecientes que no son frenadas a tiempo, son también una parte no menor del caldo de cultivo.
En 20 días se cumplen 40 años de la asunción de Raúl Alfonsín. Ese mismo domingo 10 de diciembre asumirá el presidente que surja de esta jornada que tenemos por delante.
Estas líneas, siempre en formación e incompletas por cuestiones de espacio y de la constante dinámica de la historia, son apenas un punto de partida.
Mañana sigue la historia, con las combinaciones nodales de la argentinidad al palo: las resistencias y el ajuste; la alegría frente a la desesperanza; el desánimo ante los silencios y la certeza que este destino se construye en múltiples escenarios.
Hoy tocan las urnas.