Casi dos años después de la adquisición de The Roald Dahl Story Company por mil millones de dólares, Netflix finalmente presenta los primeros frutos de esta inversión.
Sin embargo, pese a las expectativas generadas por algunos proyectos anunciados, como una serie basada en Charlie y la fábrica de chocolate o un musical basado en Matilda, les niñes deberán esperar un poco más para disfrutarlos.
Desde el miércoles 27 de septiembre hasta el sábado 30 de septiembre, la plataforma de transmisión estrena cuatro cuentos que no están destinados al público infantil: La maravillosa historia de Henry Sugar, El cisne, El cazador de ratas y Veneno.
Estas historias se han extraído de la parte más oscura y rica del vasto depósito de ficciones dejado por el escritor británico, quien falleció en 1990. Dichas adaptaciones fueron encomendadas a Wes Anderson, el cineasta texano que previamente había cautivado a la audiencia con su adaptación de Dahl El fantástico Sr. Fox en 2009.
Un poco más de tres meses después de la proyección de Asteroid City en Cannes, Anderson sorprende al público en Venecia con La maravillosa historia de Henry Sugar, el primero de los cuatro cortometrajes de esta antología.
Por tanto, la audiencia tendrá que esperar hasta el final de la semana para tener una idea general del proyecto, que inevitablemente se alejará de la vena mística y lúdica de Henry Sugar. Veneno, ya fue adaptado a un cortometraje, hace más de sesenta años, para la colección Alfred Hitchcock Presents.
El maestro del suspenso amaba a Roald Dahl lo suficiente como para representar él mismo esta historia. Mientras tanto, El cisne habla de crueldad infantil y El cazador de ratas, de miseria y desigualdad.
“La Maravillosa Historia…” captura la esencia de la narración teatral
Siguiendo los pasos de la extraordinaria Asteroid City, su último largometraje, La maravillosa historia de Henry Sugar continúa la fascinación de Anderson por llevar el teatro a la vanguardia de su cinematografía. Ambas películas recuerdan a la audiencia que lo que están viendo es un espectáculo meticulosamente elaborado.
Asteroid City logró su impacto utilizando un ingenioso dispositivo de encuadre que insertaba una obra de teatro dentro de un documental televisivo sobre esa misma obra. En La Maravillosa Historia…, Anderson emplea un enfoque similar.
La película comienza presentando al escritor de la historia que la audiencia está a punto de presenciar: Roald Dahl (Ralph Fiennes), un autor cuyo legado literario está manchado por su antisemitismo.
El filme lleva al público a los primeros momentos de inspiración. Después de pasar un rato en su cabaña escribiendo, Dahl se sienta en su sillón, quita los vestigios de sus escritos previos y, frente a la cámara, comienza a recitar «La Maravillosa Historia de Henry Sugar».
Esta película no es simplemente una adaptación; es un tributo meticuloso a la riqueza de la imaginación de Dahl y al mismo tiempo, un testimonio del talento sin igual de Anderson para capturar la esencia misma de la narración teatral en la pantalla grande.
El autor luego nos presenta la historia de Henry Sugar (Benedict Cumberbatch), un hombre rico de 41 años que vive en un capullo hedonista de privilegio junto a otros hombres ricos.
Como lo describe Dahl: «No son hombres particularmente malos. Pero tampoco son buenos hombres. No tienen ninguna importancia real. Simplemente son parte de la decoración.»
Un día, atrapado en casa por la lluvia, Henry encuentra en una biblioteca llena de libros que nunca leerá un delgado volumen que relata las experiencias de un tal Dr. Chatterjee (Dev Patel), quien a su vez cuenta la historia de un hombre llamado Imdad Khan (Ben Kingsley), un artista de circo que podía ver sin usar los ojos.
Explorando más a fondo, el Dr. Chatterjee descubre que Imdad Khan aprendió este método estudiando con un yogui que le enseñó a enfocar su mente en una sola cosa a la vez, ganando finalmente la habilidad de ver a través de objetos.
Entusiasmado por las posibilidades de apuestas de tal habilidad, el cínico Henry se dedica a aprender este método de concentración de la mente. Su primera tarea es imaginar el rostro de la persona que más ama, él mismo.
Pero adquirir este tipo de conocimiento y habilidad finalmente lo transforma a un nivel más profundo, de modo que la perspectiva de ganar montones de dinero en apuestas deja de darle mucha satisfacción.
El viaje andersoniano por el mundo de Dahl
Replicando la historia original de Dahl, la historia se presenta en una estructura de muñeca rusa, con la trama de cada personaje abriendo camino a la siguiente.
Además de esto, el agitado –aunque muy preciso– torbellino de diálogos de la película crea un fondo contra el cual la idea de reducir la velocidad y dirigir toda tu atención hacia una sola cosa se siente como una auténtica reprimenda al mundo.
Es un concepto simple y obvio, pero Anderson y su elenco se divierten tanto con él que lo hacen fresco y original. Todo en la película parece construido de manera puntillosa, casi agresiva, incluso más que en la película promedio de Wes Anderson.
Se observa el formato corto, dándole una excusa para deleitarse aún más en motivos teatrales: las paredes se deslizan para revelar nuevos lugares; un paso nos lleva de una escena a otra; los relojes avanzan a velocidad supersónica; los días y años vuelan en una oración; los actores hacen doble papel; efectos simples y transparentes se presentan como fuentes de asombro.
El resultado es encantador, pero también sugiere un universo que requiere de nuestra propia imaginación para ser completamente realizado, lo cual es, por supuesto, el punto entero de la historia.
De alguna manera, esta es una típica historia andersoniana sobre cómo la precocidad puede ser un callejón sin salida, que la imaginación, una vez liberada, puede trastornar la realidad. Muchas de sus mejores películas tratan sobre los límites del conocimiento.
Pero en Henry Sugar, llegar a esos límites permite al protagonista forjar un nuevo camino, otorgando a la película un optimismo pintoresco, casi ingenuo. ¿Continuará esta dulzura y luz a lo largo de sus próximos cortometrajes de Dahl, o Anderson complicaría aún más el asunto? Eso queda por verse.
La maravillosa historia de Henry Sugar, El cisne y El cazador de ratas están disponibles en Netflix. Además, Veneno se estrena el 30 de septiembre en la plataforma de streaming.