El mundo del fútbol está lleno de fábulas y cábalas, y en Sudamérica la más escuchada apunta a la dificultad de jugar en la altura. Se cumple medio siglo de la olvidada “Selección Fantasma” que jugó contra Bolivia en los 3.625 metros sobre el nivel del mar. Más allá del triunfo argentino, el segundo de manera oficial allí, lo resonante es la travesía que vivió el equipo para adaptarse durante 35 días.
Un 23 de septiembre de 1973, la Selección Argentina debía enfrentar a “La Verde” como visitante para aspirar a clasificar al Mundial de Alemania 1974. Aunque se consiguió una victoria que encaminó el sueño mundialista, el partido esconde una preparación previa llena de imprevistos, deserciones y desinterés popular. La noticia de aquella jornada repercutió en el fútbol por todo lo que había detrás del telón en la aclimatación para jugar de par en par en la altura.
El país no transitaba su mejor época a nivel político y social, y se disputaba la sede del Mundial 1978. En ese sentido, en la Copa del Mundo de 1970, Argentina no se clasificó tras una caída en La Paz y una igualdad con Perú. Ese duro golpe deportivo repercutió en la sociedad argentina y el entrenador Enrique Omar Sívori no quiso tropezar con la misma piedra unos años más tarde. De este modo, el DT junto a su asistente técnico, Miguel Ignomiriello, planificaron una metodología diferente para superar las dificultades del altiplano.
Una estrategia fuera de lo normal
Con las Eliminatorias Sudamericanas rumbo a Alemania 1974 en el horizonte y el antecedente de quedar afuera de la edición mundialista anterior, Sívori apostó fuerte de cara al partido con Bolivia. “La idea fue mía. Le sugerí a Sívori la propuesta de armar una selección de altura”, sostuvo Ignomiriello. Con la primicia de su asistente, quien ya había sufrido esas condiciones como técnico de San Lorenzo, Estudiantes y Bolívar, el DT aceptó la idea de conformar un segundo equipo.
Ante ese panorama, surgió un plantel paralelo al de los apellidos de peso con un solo objetivo: no caer en Bolivia. De este modo, se diagramó un grupo conformado por jugadores del fútbol local que debían aclimatarse a las condiciones demográficas para arrebatarles algún punto a los bolivianos. Mientras el 19 de agosto los futbolistas de renombre abordaban una gira con el DT por España, en simultáneo el combinado “fantasma” emprendió su viaje a la ciudad jujeña de La Quiaca.
El destino del norte argentino entregaba una atmósfera de 3400 metros que se asemejaba a la de la capital boliviana, una verdadera prueba de fuego para los jugadores elegidos. El propio Ignomiriello viajó al norte de Argentina como el entrenador de ese equipo plagado de juveniles que no contaba con la empatía social ni futbolística del país. Entre los más destacados de aquel plantel estaban Ubaldo Fillol, Ricardo Bochini, Marcelo Trobbiani y Mario Kempes.
Los convocados fueron Ubaldo Fillol, Jorge Tripicchio, Rubén Glaria, Osvaldo Cortés, Néstor Chirdo, Daniel Tagliani, Jorge Troncoso, Reinaldo Merlo, Rubén Galván, Marcelo Trobbiani, Ricardo Bochini, Oscar Fornari, Mario Kempes, Aldo Pedro Poy, Juan José López y Juan Rocha.
Los grandes contratiempos que complicaron la planificación
Por un lado, en aquella época la edición mundialista de 1974 brindó 3,5 plazas a la Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL) de las 16 totales. Con un cupo cubierto por Brasil por ser el último campeón del certamen, las demás selecciones competirían por dos boletos directos y un repechaje. Con un formato de dos grupos de 3 y uno de 2, la eliminación de 1970 dejaba muchas dudas sobre si la Argentina estaba capacitada para llegar a suelo bávaro.
De hecho, los primeros de los grupos de 3 clasificaban de manera automática, mientras que el líder del grupo de 2 debía disputar un playoff con equipo europeo. Para darle un poco más de presencia y experiencia, la Selección Fantasma fue reforzada con jugadores del plantel regular: Daniel Carnevali, Ángel Bargas, Rubén Ayala y Roberto Telch. Con Paraguay como último componente del grupo, Argentina debía ganar para ilusionarse tras el triunfo previo de los paraguayos sobre Bolivia.
En tanto, en La Quiaca surgió el inconveniente de que no encontraron alojamiento y debieron mudarse a Tilcara, a 2500 metros sobre el nivel del mar. Asimismo, los entrenamientos tuvieron lugar en la cancha del Club Estudiantes de Humahuaca y en Mina Aguilar. Por su parte, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) prometió apoyar en lo que sea necesario pero luego se negó y miró para un costado. Al estar intervenida y en un momento de total desorganización, mandó un solo médico.
Con ningún amparo por parte de la AFA, el equipo debió jugar diversos amistosos para juntar dinero. Se estima que fueron alrededor de 15 aunque no hay registro de todos. A su vez, se habla de que todos los encuentros, salvo el primero, terminaron con triunfo argentino.
Por si fuera poco, Reinaldo Merlo y Juan José López, ambos de River Plate, debieron abandonar la concentración a los pocos días por razones anímicas. Incluso, hay rumores de que López ni siquiera viajó. Por último, la Argentina se encontraba en plena elección presidencial.
Los testimonios de una situación preocupante
La cabecera de aquel plantel argentino que debía jugarse una clasificación mundialista estaba compuesta por Ignomiriello y Carlos Cancela como preparador físico. “Yo había dejado una lista con todo lo que necesitábamos: ropa deportiva, jamón, aceite, quesos, carne. Me habían dicho que me iban a mandar todo con los aviones de Aerolíneas”, indicó el asistente técnico. “Nunca me mandaron una mortadela”, sentenció ante su desilusión.
Luego comentó sobre lo que fue reubicarse en suelo jujeño: “Tuve que salir a buscar un lugar. La altura de La Paz es la misma que Cusco y La Quiaca”. A lo que recordó que el hotel estipulado no pudo alojarlos por encontrarse en reparaciones y debieron hospedarse en Tilcara, lo más cercano de su ubicación. “Eso era lo único que había”, acotó Cancela sobre la circunstancia. Varios jugadores describieron, tiempo después, al lugar como “de mala suerte”, “con noches largas, incómodas y con cinco grados bajo cero”.
El día a día no era muy distinto con viajes dificultosos y empinados para llegar a los entrenamientos en una cancha con poco césped. “Todos caminamos de cornisa. Mirábamos para abajo y había 2000 o 3000 metros”, recordó Bochini. Esa falta de lujos y comodidades afectó a algunos que no soportaron la agobiante travesía y empacaron para pegar la vuelta. “En Tilcara, con tanta soledad, el ánimo me llegó al sótano”, indicó López ante su regreso inesperado.
En tanto, “Mostaza” Merlo, otro que retornó antes de tiempo, argumentó que “no aguanté más. La tristeza me agobiaba”. Este panorama también les afectó la agenda ya que varios partidos programados se cancelaron por no presentar al equipo principal. “AFA ni nos llamaba por teléfono. No teníamos nada”, ratificó Ignomirello ante la improvisada odisea que vivieron. “Nosotros nos lavábamos la indumentaria. Era la única que teníamos”, agregó Rubén Glaría.
Un mote que quedó en la historia
A pesar de ser la Selección Argentina, aquel equipo fue bautizado como la Selección Fantasma y ese apodo se inmortalizó con el fin de recibir algo de ayuda. Ante la inexistencia del grupo para la prensa y el público, los jugadores decidieron fotografiarse para un diario local como fueron renombrados para ganar algo de reconocimiento. “Cancela salió a buscar pasamontañas, pero no encontró, compró cartulina e hicimos las capuchas como fantasmas”, justificó Ignomiriello.
Asimismo, Aldo Poy añadió que “la foto era para llamar la atención, que la AFA se ocupara de nosotros”. De este modo, el instinto de supervivencia salió a flote y los jugadores eran conscientes de que debían jugar y cobrar una vez ocultado el sol. Es así que desde el primer momento, y ante las miserias que los clubes brindaban, se buscaron rivales de todo tipo. El primero, de 15 organizados, fue contra el combinado jujeño y terminó en una igualdad con muchos abucheos.
Con diversos y diferentes ambientes, el equipo jugó tanto en Potosí, Oruro, Arequipa y hasta Cusco. “Jugábamos tres o cuatro por semana y la mayoría de nosotros, sin darnos cuenta, nos acostumbramos a la altura”, remarcó Glaria. Una vez concluida el viaje de preparación regresaron a Buenos Aires para juntarse con el resto del plantel del llano y emprender el viaje a La Paz para el importante cotejo. “Volví de ese infierno con 7 u 8 kilos menos”, confesó Kempes.
El último tramo de la Selección Fantasma
El intenso entrenamiento quedó atrás y llegó la hora del cotejo crucial por los puntos y la ilusión de la clasificación. Los malos tragos no se quedaron en el norte ya que momentos antes de subirse al avión la AFA volvió a dejarlos en deuda. El organismo madre del fútbol argentino les hizo llegar uniformes pero sin nombres y con varios talles más grandes. “Me desmoraliza cómo se organizan las cosas, cómo tratan al jugador argentino en estos momentos”, explicó Fillol en televisión en aquel entonces.
Esas declaraciones tuvieron repercusiones puertas adentro ya que Sívori lo dejó como suplente y Carnevali, quien no era del combinado alternativo, salió a la cancha. De igual modo, los otros tres jugadores que reforzaron al plantel fantasma jugaron desde el arranque en el Estadio Hernando Siles. Con la presencia mundialista en juego, en Argentina el foco estaba puesto en las cuestiones vinculadas a las elecciones presidenciales.
Durante la tarde de aquel 23 de septiembre de 1973 se conoció el triunfo de Juan Domingo Perón con el 62% de los votos para alcanzar su tercera presidencia. El ámbito político nacional dejó de lado el partido y la posterior victoria por la mínima de la Selección. El equipo albiceleste quedó en la historia al jugar con siete “fantasmas” desde el inicio y otros dos en el segundo tiempo para aguantar el resultado.
El día después no fue para todos igual
Como sucedió con muchos a lo largo y ancho del país, el mismo Sívori olvidó gran parte de ese plantel y solo convocó a cuatro apellidos para el Mundial de 1974. Los privilegiados fueron Fillol, Glaria, Kempes y Poy, quienes demostraron sus capacidades futbolísticas para codearse con los grandes de su país. De hecho, ese cotejo en la altura fue el gran debut con la camiseta celeste y blanca para el “Matador”, Poy, Trobbiani y Bochini.
Incluso, el caso de “Mandrake” tiene la peculiaridad de que el jugador debutó primero con la Selección antes que su club, Boca Juniors. En tanto, Fornari, autor del gol del triunfo en La Paz al cuarto de hora inicial, ostenta una triste anécdota sobre su futuro con la Selección. El “Pampero” solo jugó aquel mítico encuentro con la “Albiceleste”, ya que después nunca más fue convocado para algún partido, ya sea oficial o amistoso.
Por su parte, la AFA se hizo parte de la victoria en la altura, a pesar de que no acompañó en ningún momento ni otorgó recurso alguno para el plantel. Mientras que, los jugadores que encaminaron la clasificación, luego del triunfo ante Paraguay cuando un empate alcanzaba, volvieron a sus rutinas en el país sin reconocimientos.
La mayoría se estancaron en una carrera que no los llevó lejos y vivieron de los recuerdos del fútbol. Unos pocos consiguieron alzarse en sus clubes o ser figura con el correr de los años, como Kempes en la Copa del Mundo de 1978. Lo que está claro es que todos quedaron en la historia de la Selección Argentina al imponerse no solo a Bolivia y la altura, sino a propios conflictos dirigenciales y la inexistencia por parte del pueblo argentino.