El pasado 26 de julio, Níger, uno de esos países de la parte occidental del continente africano, olvidado por la agenda de la prensa internacional, fue noticia a nivel mundial. Un levantamiento militar, encabezado por el líder de la Guardia Presidencial, el General Omar Tchiani, derrocó al gobierno del presidente Mohamed Bazoum.
En un primer momento, según el relato de las principales agencias de noticias occidentales, la conclusión era clara. Los hechos no admitían otro análisis más que el de un grupo de militares golpistas que terminaron con un gobierno elegido democráticamente, poniendo en riesgo una supuesta estabilidad en la región del Sahel.
La condena de la Comunidad Internacional, amplificada por ese mismo sector de la prensa occidental, aparecía como unánime. Sin embargo, con el correr de los días, numerosos elementos pusieron de manifiesto que los hechos no se pueden reducir a un simple Golpe de Estado con características antidemocráticas.
Por el contrario, el caso de Níger, al igual que en Burkina Faso, Malí o Guinea, podría representar el inicio de una nueva ola antiimperialista en el continente africano.
¿Despertar anticolonial en el continente africano?
Para empezar a entender lo que sucedió en Níger, es necesario remarcar que la región de la denominada “África Occidental” es conocida por ser una zona de influencia estratégica de Francia y la Unión Europea (UE) y, en segundo lugar, casi por carácter transitivo, también de Estados Unidos.
En el último tiempo, al igual que en muchos países del mundo, esa relación de tintes neocoloniales se ha ido desplomando para dar paso a un fuerte acercamiento de gran parte del continente hacia el esquema multipolar encabezado por el tándem China – Rusia.
En este marco, el caso nigerino no puede leerse como un hecho aislado. En la región del Sahel, en los últimos 3 años, se han producido 3 levantamientos militares exitosos -además de muchas otras intentonas fallidas- no solo con un importante sostén popular sino también con un fuerte componente anti-francés.
Los mismos, sin entrar en demasiados detalles, sucedieron en Mali (2020), Guinea (2021) y Burkina Faso (2022). Ese sentimiento de rechazo a la potencia europea fue creciendo en la última década en la región por dos motivos que brindaremos a continuación:
1) Misiones militares internacionales, que han tenido a las tropas francesas como protagonistas, que lejos de resolver los problemas en materia de seguridad los han profundizado.
2) Una sociedad empobrecida que ve en los vínculos económicos con París una relación neocolonial causante de muchos de los problemas estructurales que viven.
De esta manera, en un contexto de pelea por la redistribución del poder en el sistema internacional, los sectores nacionales de varios países africanos han encontrado una oportunidad que hasta hace poco tiempo era impensable.
Si bien la prensa internacional se encuentra empecinada en marcar el giro pro-ruso de los países de la región, los hechos a los que asistimos no representan sólo un cambio de alianzas en el plano internacional sino que, fundamentalmente, podría ser el inicio de un nuevo proceso de autonomía africana.
Solidaridad regional ante una posible intervención militar
El nuevo gobierno militar en Níger, rápidamente, se ganó la condena occidental. Mientras que el tándem China – Rusia mostró prudencia diplomática, otros actores empezaron a barajar la posibilidad de una intervención militar para restituir el gobierno de Mohamed Bazoum.
Ese fue el caso de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), un organismo regional formado por 15 países de la zona que mantiene un estrecho vínculo con las potencias occidentales, que remarcó estar lista para intervenir tan pronto recibiesen la orden.
La junta militar de Níger, a su vez, advirtió que Francia también tenía en sus planes una intervención militar, aunque el gobierno francés lo negó rotundamente. En medio de la tensión, lo cierto es que el nuevo gobierno de Níger encontró rápidamente enemigos, pero también importantes aliados en la región.
El eje Burkina Faso – Mali emitió una declaración conjunta en la que advirtieron que cualquier intervención militar en contra de Níger sería tomada como una declaración de guerra contra ambos países.
Sumado a ellos, el gobierno militar de Guinea no solo reconoció a las nuevas autoridades de Níger sino que, a su vez, advirtió que una intervención militar en ese país llevaría a un quiebre de la CEDEAO.
Argelia, a través de un comunicado de su Ministerio de Relaciones Exteriores, hizo un “un llamamiento a la cautela y la moderación ante las intenciones de intervención militar extranjera”.